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Tres ekekos para recordar a “Coco Manto”

La Paz, 24 ene 2023 (ATB Digital).- Hace un año falleció Jorge Mansilla Torres, Coco Manto. El escritor, periodista y poeta murió el 24 de enero, un día de Alasita. En esta fecha, qué mejor que recordarlo con textos que el autor escribió sobre el diosecillo de la abundancia.

Un poema al Ekeko y dos artículos —uno de ellos, inédito— sobre los poderes de la deidad y sobre la illa recuperada de un museo de Suiza en 2014 son los escritos que Coco Manto dejó entre su vasto material que hacen referencia a la fiesta de la miniatura, y que LA RAZÓN publica en esta ocasión.

Coco Manto nació el 23 de abril de 1940 en Potosí. Fue embajador de Bolivia en México (2006 a 2012) y recibió reconocimientos como el Premio Nacional de Periodismo, Club de Periodistas de México (1996) y el Premio Nacional de Culturas de Bolivia (2019). Aquí, una pequeña parte de su legado y su genio.

Ekekos

Señor de la pockorancia grande en tu diminutez aquí te pido otra vez sin rencores ni jactancia que me otorgues la abundancia que tiene, según sus modos —polvo de qué tristes lodos— la burguesía paceña. O convierte el oro en leña si no alcanza para todos.

Del Ekeko su illa

Así. Como se dice de Potosí su tincu. O al modo chapaco con el hielo: del agua su duro. Del ekeko su illa. Su esencia y aureola para dar cauce a los deseos de abundancia, fertilidad y felicidad de la gente.

El ídolo de la fortuna recobró el año pasado su otro don natural, la illa, que estuvo en un museo de Suiza por 156 años, tras haber sido robada de su solar natal, Tiwanaku. “Su illa del Ekeko es”, dicen los aymaras. Dos personas distintas y un solo culto verdadero. Aquella (aquilla), solemne, seria, pétrea y ceremonial. El Ekeko dichoso, regordete, reidor y regalón.

A no reducir roles por el agregado de la illa; no es lo mismo comida y comidilla, cabeza y cabecilla, vara y varilla, boca y boquilla (iba a poner ladilla por lado o ladera, pero mejor no). El Ekeko con su illa, su ajayu inmemorial en el tiempo y el espacio de la creencia humana. Da confianza saber que existe un conecte para materializar deseos. Los devotos del Ekeko le dan a pitar un cigarrito cada primer viernes de mes y hasta le dejan una miniatura del bien que necesitan: dinero, casa, amor, terrenos, coches, viajes…

Lástima grande que la fiesta de Alasita (alasitaw significa vendeme-comprame) sea hoy un negocio de bandidos, que las miniaturas artesanales de barro, tela, madera o metal estén siendo desplazadas por viles productos industriales de plástico y desechables importados, además, de China (jamppatita laparara).

Al respecto y como máster en eke-ecología que soy, dispersaré una décima en el humo del cigarro del preste mayor de la fiesta del 24 de enero. Ojalá que el tan reverenciado Fortunato me atienda y entienda: “Ekeko, con qué desprecio/ el comercio te ha tasado/ como objeto de mercado/ en abierto menosprecio./ Tú eres valor y no precio,/ eres deseo y semilla/ de la abundancia, deidad/ de pan y fertilidad… /¡Ekeko, tú eres la illa/ de la Ciudad Maravilla!

El Ekeko cósmico

Diosecillo elevado en el fervor de la creencia popular, el Ekeko órbita desde siempre en el satélite de la esperanza boliviana. Ahora lo hará con más propiedad, ya que tenemos uno propio instalado en el espacio cósmico.

En tal elevación —la estatura no tiene nada que ver con los tamaños estelares—, el Ekeko montará una tienda de Alasita con las miniaturas del imaginario boliviano: alimentos, vivienda, amores, trabajo, salud, etecé y cargará en sus brazos y cuerpo los deseos de reparto equitativo de la riqueza en forma de astros, lunas y estrellas. Bello replanteamiento cósmico de la utopía nacional posible.

Grande, no alto, el Ekeko, inmemorial paradigma de la abundancia, es también el símbolo de la justicia socializada, porque ofrece todo para todos a condición de que se crea en sus capacidades de cumplir, para lo que no pide súplicas cursis, sino íntimas confidencias y mínimas atenciones: un cigarrillo o un sahumerio al mes.

El Ekeko no hace distingos ni pone condiciones para que la gente aspire a tener fortuna. Y cumple si se le ayuda a cumplir con el trabajo, el ahorro y el apoyo mutuo. No se toma el producto de nuevas propiedades como un milagro, sino más bien como un logro.

Ekekonspiración del Awqi

Según la escala dual del aymara, el Ekeko tiene su par antagónico, su opositor. Es el Awqi (auqui), dios punitivo, señor del egoísmo, que solo aplica castigos y es contrario a la ayuda mutua, al reparto igualitario de la riqueza.

Awqi, dicen los andinos, es afín a la malicia, al saqueo de la riqueza común, ducho para causar desgracias y quiebras por encargo de gente vengativa o perdedora.

En el imaginario aymara, Ekeko se enfrentó a Awqi y fue derrotado. Su cuerpo fue despedazado por los anchanchus y saxras, duendes serviles del Awqi, pero con el tiempo y el amor de la Pachamama, el diosecillo del bien recompuso, juntó sus partes, como Túpac Katari, y desde entonces habita en el territorio de la esperanza, en la voluntad de creer de los bolivianos.

Nadie ya toma en cuenta a Awqi y los anchanchus—que están redivivos y pueden volver con sus maldades antidemocráticas—, porque todos creen más en Ekeko, que puede, sabe y tiene más. Dualidad andina orientada: Awqi viene de atrás y asoma por la derecha. Ekeko está adelante y va por la izquierda.

Ekeko, pues, de ekecomunitario, ekecooperación, ekecoincidencias, ekecorresponsabilidad, ekecoca, ekecomida, ekecomunicación, ekecompañero, ekecorazón… en fin.

Epílogo politizado a mi modo. Tic-tac, tic-tac… El corazón del Ekeko, en la izquierda, late sístole y diástole. El corazón del Awqi, en la derecha, suena CIAstole y DEAstole… Cuestión de percibir. Y de vibrar.

Fuente: La Razón

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