Potosí, 12 mar 2022 (ATB Digital).- A dos años de la pandemia de la COVID-19, el silencio y las calles vacías de Uyuni quedaron atrás.
Japoneses, coreanos, israelitas, holandeses y turistas de otras nacionalidades llegan de a poco al pueblo altiplánico para visitar el enigmático salar de Uyuni, una de las maravillas naturales del mundo.
Debido a las lluvias y el agua retenida en el salar, por ahora solo es posible visitar algunos sitios como Colchane, el monumento al Dakar, ojos de agua, los hoteles de sal o la escalera al cielo, llamativa obra del afamado artista Gastón Ugalde. Pero esto no impide sentir la magia del salar más grande del mundo y vivir una aventura inigualable.
Ubicado en el sur de Bolivia y a 3.650 metros sobre el nivel del mar, el desierto de sal tiene una superficie de 10.582 metros cuadrados.
Por esa planicie, los turistas vuelven a recorrer y tomarse imágenes “locas y divertidas”, que dan vuelta el planeta a través de las redes sociales.
Una fina capa de agua convierte la planicie blanca en un espejo, en el que se refleja el cielo y las nubes.
Son efectos visuales inigualables que atrapan horas de horas a turistas que buscan captar fotografías impactantes.
Guías del lugar aseguran que este tipo de efectos visuales solo se da en época de lluvia y se estima que hasta finales de marzo los turistas podrán captar estas imágenes.
Hoy Uyuni vuelve a revivir; el comercio en la pequeña y fría ciudad altiplánica se siente. Las agencias hacen sus ofertas incluso con algunas rebajas en busca de acelerar la reactivación y así sepultar los tristes y desolados días de confinamiento que paralizó el turismo.
Llegar a Uyuni desde Cochabamba, centro de Bolivia, puede llevar entre ocho y nueve horas por una carretera asfaltada.
Opinión