Mundo, 14 de sep 2024 (ATB Digital).- Con más de 230 millones de personas afectadas en todo el mundo, la dermatitis atópica (DA) es mucho más que una condición dermatológica; es un desafío diario que afecta tanto la vida familiar como social, laboral y emocional de quienes la padecen.
Esta enfermedad crónica e inflamatoria de la piel, que suele comenzar en la infancia, presenta síntomas debilitantes que alteran la calidad de vida de los pacientes, no solo a nivel físico sino también mental. Es importante remarcar que la dermatitis atópica no es contagiosa.
Se estima que en Argentina, afecta entre el 5% y el 9,7% de los niños y a aproximadamente el 3% de los adultos, aunque la prevalencia puede ser aún mayor debido a la mejora en los diagnósticos recientes.
¿Qué es la dermatitis atópica?
La dermatitis atópica es una enfermedad cutánea crónica que, en muchos casos, aparece en los primeros años de vida. Los síntomas pueden mejorar durante la adolescencia en los casos leves, pero en las formas severas, la enfermedad puede persistir en la adultez o incluso comenzar en esta etapa.
Los síntomas pueden variar según la persona y la extensión de las lesiones, pero suelen incluir piel seca, picazón intensa, erupciones, enrojecimiento e inflamación. En casos graves, la piel puede agrietarse y presentar zonas engrosadas, y la constante necesidad de rascarse puede empeorar los síntomas, afectando áreas sensibles del cuerpo.
Más allá de lo físico, los efectos de la dermatitis atópica se extienden a muchos aspectos de la vida cotidiana, y pueden afectar gravemente la salud mental de los pacientes. La doctora Carla Castro, Jefa de Sección de Dermatología Pediátrica en el Hospital Universitario Austral, señala que “la dermatitis atópica puede afectar la vida diaria y la salud mental, dependiendo de su gravedad. El prurito constante, las lesiones dolorosas y los problemas de sueño alteran el desempeño laboral, escolar y social. Además, el tratamiento es costoso y consume tiempo. Las lesiones visibles pueden provocar estigmatización, afectando la autoestima, especialmente en adolescentes. Esto aumenta el riesgo de desarrollar ansiedad y depresión, debido al malestar físico y emocional que acompaña a la enfermedad.”
Fuente: Infobae