El 1 de noviembre de 1979, el coronel del Ejército Alberto Natusch Busch ejecutó un violento golpe de Estado en Bolivia, “dirigido a evitar un juicio de responsabilidades” contra el dictador Hugo Banzer (1971-1978).
A través de un comunicado radiofónico, se informaba que Natusch Busch usurpaba el poder al presidente interino Walter Guevara Arze, en lo que sería recordado como la “Masacre de Todos Santos”. El militar se alió con el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en una ofensiva que costó al país cerca de un centenar de muertos y desaparecidos, y al menos 500 heridos de bala.
“Por el golpe de Natusch Busch no se hizo nada, es uno de los más impunes (de la historia). Fue sorpresivo y violento en exceso; ese domingo, en una incipiente feria en El Alto, ametrallaron a personas y los ciudadanos que intentaron resistirse con barricadas fueron asesinados, fue un mecanismo para archivar el juicio de responsabilidades que se seguía a (Hugo) Banzer”, recuerda Nila Heredia, víctima de la dictadura y presidenta de la Comisión de la Verdad.
“Ningún militar, civil o mercenario fue juzgado (refiriéndose a la masacre de Todos Santos), siendo una deuda moral que se debe honrar por los cientos de heridos, muertos, minusválidos y huérfanos que dejaron Natusch y sus cómplices del MNR”, afirmó el antropólogo Édgar Arandia en una entrevista con un medio local.
Él vivió en carne propia los horrores de la dictadura de Natusch Busch, quien se aseguró de mantener el control desde el aire. El Ejército no dudó en movilizar sus aviones para disparar contra barricadas ciudadanas que se oponían a la pérdida de la democracia.
Natusch había sido ministro de Agricultura y Ganadería y de Asuntos Campesinos y Agropecuarios de Banzer, entre 1974 y 1978. También desempeñó funciones como presidente del Banco Agrícola.
El cruento episodio estalló justo cuando la Organización de Estados Americanos (OEA) cerraba una asamblea histórica en La Paz, con un triunfo diplomático que resaltó la reivindicación marítima boliviana.
El golpista optó por no permitir la más mínima protesta a su ascenso al poder, pero no pudo contenerla. La Central Obrera Boliviana (COB) convocó una huelga general indefinida, y los brotes de rebelión en los centros mineros de Potosí y Oruro no tardaron en aparecer.
Heredia rememora: “Fueron jornadas terribles ante una masiva protesta ciudadana y felizmente (Natusch) dejó el Palacio, pero dejó la cama tendida para que haya otro golpe militar contra (Lidia) Gueiler”, el 17 de julio de 1980, por parte del general Luis García Meza.
Documentos indican que la breve dictadura de Natusch Busch (apenas 16 días) fue excesivamente violenta e innecesaria, más que para liberar de responsabilidades a Banzer, su compañero del Ejército.
Un ejército que “había perdido su razón de ser, que es garantizar la soberanía y la integridad territorial”, afirma Heredia. En un análisis histórico, para la exministra de Salud, las Fuerzas Armadas adoptaron, en la década del 70, una lógica en la que el enemigo del país no estaba fuera de sus fronteras, sino dentro.
“El enemigo eran las organizaciones populares, los partidos de izquierda, los sindicatos, porque estarían poniendo en riesgo la soberanía de Bolivia, pero lo que uno no sabe es: ¿qué entienden por soberanía?”, se cuestiona.
Finalmente, “después de chantajear con la renuncia de Guevara y la sucesión de Gueiler”, según Heredia, Natusch Busch no pudo soportar las presiones internacional, civil y empresarial y abandonó el Palacio por la puerta trasera. Murió sin castigo en noviembre de 1994 en Santa Cruz, a los 61 años.
Fuente: La Razón