El 4 de noviembre de 1922, un momento histórico cambió el rumbo de la arqueología y la historia del antiguo Egipto. Ese día, el arqueólogo británico Howard Carter y su equipo hicieron un descubrimiento sorprendente en el Valle de los Reyes, al tropezar accidentalmente con una escalera que conducía a una puerta sellada. Tras más de una década de excavaciones y con el respaldo financiero de Lord Carnarvon, el hallazgo de la tumba casi intacta del rey Tutankamón prometía revelar tesoros inimaginables que habían permanecido ocultos por más de 3.300 años.
La tumba de Tutankamón, que data aproximadamente del 1341 a.C. y fue sellada poco después de su muerte en el 1323 a.C., se identificó gracias a inscripciones jeroglíficas en la puerta. La revelación de la cámara funeraria no solo asombró a Carter y su equipo, sino que también deslumbró al mundo entero. Al mirar a través de un pequeño agujero, Carter pronunció la icónica frase: “Veo cosas maravillosas”, dando inicio a una exploración que desbordaba las expectativas y transformaba la percepción del antiguo Egipto.
La tumba contenía una vasta colección de más de 5.000 objetos, incluyendo cofres, tronos, altares, estatuillas de oro y plata, y utensilios ceremoniales, muchos de ellos en perfecto estado de conservación. Entre los elementos más impactantes se encontraba la famosa máscara mortuoria de Tutankamón, hecha de más de seis kilos de oro, y otros tesoros como carros de combate, vestidos ceremoniales y armas, todos destinados a acompañar al faraón en su viaje al más allá. Este descubrimiento no solo reveló la riqueza del faraón, sino también aspectos cotidianos de la vida y rituales de la época.
A pesar de la magnitud del hallazgo, el descubrimiento no estuvo exento de controversias. El creciente nacionalismo en Egipto desató debates sobre la propiedad de los tesoros culturales, pues muchos egipcios consideraban que estos objetos debían permanecer en su tierra natal. El interés por las antigüedades egipcias había comenzado a principios del siglo XIX, pero el saqueo sistemático de la herencia cultural egipcia había dejado cicatrices profundas que todavía perduraban. Figuras como Bernardino Drovetti y Henry Salt, cónsules franceses e ingleses, habían facilitado el expolio de tesoros faraónicos en el pasado, lo que intensificó las tensiones en torno a los descubrimientos arqueológicos.
La espera para abrir la tumba fue un ejercicio de paciencia. Carter decidió no abrir la tumba de inmediato, prefiriendo esperar la llegada de Lord Carnarvon, quien estaba en Inglaterra. Finalmente, el 26 de noviembre, tras tres semanas de expectativa, Carter hizo una pequeña abertura en la puerta y, al observar el interior, encontró una impresionante colección de objetos. Esta entrada al mundo de Tutankamón marcó el inicio de un fervor mundial por el antiguo Egipto, desatando una ola de interés que se conoció como “egiptomanía”.
Sin embargo, la fama del hallazgo también estuvo acompañada de mitos, como la famosa “maldición de Tutankamón”. La muerte de Lord Carnarvon en 1923 tras una infección desató rumores sobre una supuesta venganza del faraón por haber profanado su tumba. A pesar de que la mayoría de las muertes asociadas al descubrimiento se explicaron por causas naturales, la narrativa de la maldición se alimentó de la cultura popular y la fascinación por lo sobrenatural.
A medida que pasaron los años, el legado de la tumba de Tutankamón continuó generando controversias, incluyendo sospechas de saqueo. A finales de 2022, nuevas evidencias publicadas por el egiptólogo Bob Brier sugirieron que Carter pudo haber extraído objetos de la tumba antes de la apertura oficial, lo que manchó su reputación en el ámbito arqueológico. A pesar de ello, el nombre de Tutankamón sigue vivo en la cultura popular, y su historia continúa fascinando al mundo un siglo después de su descubrimiento, simbolizando la riqueza y la complejidad del antiguo Egipto.