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La gripe vs. el constipado: diferencias clave entre estas infecciones virales

La gripe vs. el constipado: diferencias clave entre estas infecciones virales

Mundo, 18 de nov 2024 (ATB Digital).- Las enfermedades han acompañado a la humanidad desde el principio de los tiempos. Han evolucionado a la par que nuestra especie e incluso algunos tipos de virus han sido necesarios para modelar al ser humano tal y como somos en la actualidad. Una de las enfermedades más recurrentes en nuestra historia ha sido la gripe, una enfermedad estacional provocada por los influenzavirus. Sus síntomas coinciden con los del constipado, pero generalmente este último está provocado por un rinovirus, otra familia de virus completamente distinta. Por ello, no, la gripe no es un constipado más fuerte, es una infección vírica provocada por influenzavirus que puede agravarse hasta requerir hospitalización o acabar con la vida de la persona.

*The Conversation

La familia de los influenzavirus está formada por una molécula ARN encapsulada en una estructura variable de proteínas y protegida por una capa de lípidos que también favorece su entrada en las células. Para producir la infección, el virus primero ha de entrar en contacto con la célula que va a infectar, después se une a unas proteínas presentes en la membrana celular denominadas receptores de ácido siálico y activa un mecanismo que engaña a la célula para que lo engulla. Una vez dentro, la célula lo intenta digerir acidificando el medio pero con ello, lo único que consigue es modificar las proteínas necesarias para activar el virus y que pueda comenzar a replicarse.

El influenzavirus en los seres humanos

En humanos, la mayoría de casos de gripe son producto de una infección por alfainfluenzavirus o betainfluenzavirus, que resultan en la gripe A o B respectivamente. Sin embargo, también se dan casos de gammacoronavirus (gripe C) y deltacoronavirus (gripe D) tanto en humanos como en otros animales. Se trata de virus con una alta capacidad de mutación y, por tanto, están cambiando constantemente como consecuencia de la selección natural ejercida por sus hospedadores. Para mantener un registro de las miles de cepas que se aíslan, los influenzavirus se nombran según una serie de criterios.

Para comenzar, se indica el tipo de influenzavirus (A,B,C o D), después, el animal y el lugar donde se aislaron por primera vez. Por ello, muchas veces se habla de gripe aviar o de gripe porcina, ya que los animales de granja suelen tener abundantes controles médicos y, por tanto, es más fácil que se detecten. Posteriormente, se le asigna un número de referencia único para cada cepa de virus y el año. Finalmente, se investiga qué subtipo de proteínas tiene en su superficie, especialmente las conocidas como hemaglutinina (H) y la neuraminidasa (N). Dependiendo del subtipo se les asignará un número, por ejemplo H1N1.

Se consideran virus estacionales, ya que los brotes suelen tener lugar en el invierno de los dos hemisferios. En estas épocas, las personas suelen permanecer más tiempo dentro de las casas y otros espacios cerrados, donde además se reduce la ventilación, lo que facilita la transmisión. Además, ciertos estudios relacionan la menor toma de vitamina D y otros factores, como la deriva genética del virus, es decir, a los propios cambios que sufre el virus de forma natural, con la mayor diseminación del virus. Por este motivo, las campañas de vacunación para las personas de mayor riesgo suelen comenzar antes de la llegada del invierno.

Por internet se pueden encontrar una serie de mitos o de falsas ideas que se tienen acerca de este tipo de virus. Algunos de estos mitos son históricos, otros tratan sobre el método de transmisión del virus y algunos se trata de bulos que corren acerca de los métodos de prevención.

Los mitos históricos de la gripe

Por ejemplo, uno de los mitos más extendidos es que la epidemia de gripe de 1918 comenzó en España, y que por eso se llama Gripe Española. Lo cierto es que estudios posteriores han logrado trazar sus orígenes hasta Kansas, concretamente hasta el Camp Fuston, una de las facilidades militares del Fort Riley. Aunque ya se habían dado casos de gripe durante las semanas anteriores, el comienzo de la pandemia se suele situar cuando uno de los cocineros del fuerte, Albert Gitchell, enfermó. Tras él, se reportaron otros 522 casos entre los soldados del fuerte, que diseminaron todavía más la enfermedad.

La gripe, del subtipo H1N1, llegó a Europa cuando Estados Unidos destinó soldados para combatir en la primera guerra mundial. Una vez en el Viejo Continente, se extendió rápidamente por la zona y afecto a millones de personas, llegando a segar mas vidas que la propia guerra. Las estimaciones más conservadoras dan un rango entre 17 y 50 millones de personas que sucumbieron a la enfermedad, pero algunas fuentes citan más de 100 millones de muertos.

Algunos países comenzaron denominándola como la “muerte azul” debido a una condición conocida como cianosis de la piel de la cara. Este síntoma es característico de los tejidos que no están recibiendo suficiente oxígeno, y suele estar asociado a una grave afección pulmonar. En Francia, posteriormente, se adoptó el nombre de la gripe americana, en las islas británicas la gripe de Flandes, al igual que en Alemania.

Posteriormente, se hablaba de ella como la fiebre de los tres días, pero más adelante pasó a denominarse como gripe española. Los historiadores indican que es posible que se adoptara el nombre al haber sido España un país neutral durante la guerra. Con ello, los medios de comunicación del país se centraban más en cuestiones sociales y detallaron en sus páginas el gran número de casos que se detectaron entre los que se incluía el monarca Alfonso XIII. Actualmente se la conoce como la Pandemia de Gripe de 1918.

En ciertas ocasiones también circula el bulo por las redes sociales que esta es la primera vez que apareció la gripe y que estaba relacionado con las nuevas tácticas de la guerra. De nuevo, se trata de un mito, puesto que los registros más antiguos de una epidemia de gripe se remontan a más de 6000 años antes de nuestra era en la actual China.

Los mitos en la transmisión

Varias personas han salido por redes sociales afirmando que el virus de la gripe atraviesa las mascarillas porque es más pequeño que los poros de la misma. Aunque es cierto que el virus tiene un diámetro aproximado de entre 80 y 120 nm, y el tamaño de poro de las mascarillas quirúrgicas ronda los 300, los virus suelen viajar dentro de gotículas de un tamaño superior.

Además, lo que realmente atrapa las partículas en las mascarillas no es tanto el filtrado, si no que los polímeros que las conforman tienen cierta carga eléctrica con la que atraen este tipo de partículas. Buena muestra de su efectividad es que, debido a su uso durante la pandemia del COVID19, junto con las medidas aplicadas durante el confinamiento, los casos de gripe A y B se redujeron drásticamente.

Por otro lado, también existen muchos mitos relacionados con las vacunas de la gripe. Al vacunarse contra la gripe, es habitual es sufrir una serie de síntomas durante las horas o días siguientes como dolor de cabeza, cansancio, fiebre e inflamación de los ganglios. En ocasiones, esto se atribuye a que la vacuna contiene virus atenuados, pero no es así. La vacuna de la gripe actual contiene las piezas del virus de la gripe por separado, pero no contiene ningún virus vivo. Por tanto, no es posible que se produzca la enfermedad. Los síntomas de cansancio, fiebre o inflamaciones aparecen como resultado de la activación del sistema inmunitario e indican que la vacuna está haciendo su efecto.

Berta Erill Soto

Lo que conviene remarcar es que la vacuna de la gripe no protege al 100% de contraer la enfermedad, es decir, una persona puede seguir presentando síntomas gripales aunque esté vacunada. Lo que se consigue con la vacunación es, mayoritariamente, reducir el peligro de que se convierta en una afección grave que ponga en riesgo la vida de la persona. La alta tasa de mutación del virus provoca que cada año cambie y, por tanto, necesita que cada año se desarrollen nuevas vacunas contra las cepas más peligrosas que van apareciendo. Este es el motivo por el que las personas en riesgo, como de sanitarios y personas mayores de 70 años se vacunan todos los años contra esta enfermedad.

Por último, al sufrir gripe lo único que se puede hacer es mantener el cuerpo lo más hidratado y fuerte posible. Los medicamentos que se recetan no “curan” la gripe, ya que no atacan al virus, si no que se centran en aliviar los síntomas. Otros remedios menos ortodoxos tampoco han mostrado efectividad para acabar con el virus, ya que el encargado de buscarlo y destruirlo es nuestro sistema inmunológico. Por ello, lo ideal es nutrirlo adecuadamente y reposo hasta que pase.

FUENTE: MEDIOS INTERNACIONALES

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