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Ratas aprendieron a conducir, y ahora no pueden parar de hacerlo

Ratas aprendieron a conducir, y ahora no pueden parar de hacerlo

Mundo, 20 nov 2024 (ATB Digital).- Sacarse el carnet de conducir es prácticamente un trámite indispensable cuando se alcanza la edad adulta. Pocos son, sin embargo, los que se detienen a pensar en cómo el cerebro humano, que no evolucionó para aprender a utilizar un vehículo, va adquiriendo, con la práctica, nuevos movimientos y habilidades relacionadas específicamente con esta actividad.

Este fue la pregunta que Kelly Lambert, profesora de Neurociencia del Comportamiento en la Universidad de Richmond, se planteó para iniciar un experimento tan interesante como divertido: enseñar a un par de ratas (Sophia y Aletheia) a conducir. Sí, como lo oyes: en el laboratorio de esta institución académica, dos roedores se pasean en coche persiguiendo un cereal de Froot Loop al más estilo Toretto.

Y hablamos de ello en presente porque, a pesar de que el proyecto obtuvo las primeras conclusiones en octubre de 2019, cuando se descubrió que el cerebro de las ratas era más flexible de lo que se pensaba, ahora, 5 años más tarde, estos animales no pueden (o, más bien, no quieren) parar de desplazarse en automóvil: cualquier otra opción de transporte (“a pata”, por ejemplo) les resulta aburrida. ¿Por qué?

Un cerebro hecho para aprender: de una caja de plástico a un Tesla para ratas

El interés público por el proyecto de Lambert fue enorme: el relato y las imágenes de esas ratas que aprendieron a conducir se viralizaron a través de las redes sociales y los medios de comunicación, motivando a la neurocientífica a continuar con el experimento. Hasta ese momento, la conclusión principal del estudio era que “las ratas alojadas en entornos enriquecidos, con juguetes, espacio y compañeros, aprendieron a conducir más rápido que las que estaban en jaulas estándar”, explica ella misma para The Conversation.

En otras palabras, se apoyó la idea de que los entornos complejos y estimulantes mejoran la neuroplasticidad, una condición cerebral que, sin duda, las ratas han demostrado en este y otros experimentos. Además, el proyecto comparó los niveles de estrés entre ejemplares conductores y ejemplares pasajeros (llamados Uber) y reveló que las ratas que llevaron a cabo activamente esta práctica sufrieron menos estrés, a causa de “tener una mayor sensación de control sobre su entorno”.

Por otro lado, se sabe que estos roedores prefieren, naturalmente, desenvolverse en entornos conocidos, en los que interactúan con tierra, palos, piedras… Sin embargo, la investigadora detectó, después de publicar los primeros resultados, que las ratas estaban especialmente interesadas en realizar su entrenamiento de conducción, “a menudo saltando al automóvil y acelerando el motor de palanca antes de que su vehículo saliera a la carretera”, señala Lambert.

Así, el profesor de robótica John McManus y sus estudiantes comenzaron a fabricar coches más sofisticados para estos roedores conductores: “Estos ROV eléctricos mejorados, con cableado a prueba de ratas, neumáticos indestructibles y palancas de conducción ergonómicas, son similares a una versión para roedores del Cybertruck de Tesla“.

dopamina sobre ruedas: ¿por qué estas ratas aman conducir?

Una mañana de 2020, en el triste contexto de pandemia, Lambert llegó al laboratorio y detectó que las ratas estaban especialmente eufóricas. Enseguida, la neurocientífica se preguntó si los ejemplares estarían “alegres” (entendiendo el adjetivo como un comportamiento asociado a una experiencia positiva) bien por anticipar ese entrenamiento de conducción, o bien por pensar en la recompensa que les esperaba después (el Froot Loop): ¿qué motivaba a las ratas: el trayecto o el destino?

Estas ratas aprendieron a conducir.

Así comenzó la segunda etapa de la investigación, que contó con la participación de la becaria postdoctoral Kitty Hartvigsen. Ambas diseñaron un protocolo de “períodos de espera para aumentar la anticipación antes de un evento positivo”, enmarcado en un programa posterior llamado Wait For It, a través del cual acabaron descubriendo que aquellas ratas que tuvieron que esperar para obtener una recompensa “se desempeñaron mejor en tareas cognitivas y fueron más audaces en sus estrategias de resolución de problemas”. 

Pero eso no es todo. Más tarde, las investigadoras identificaron un comportamiento peculiar entre las ratas seleccionadas para “esperar”: todas ellas eran más propensas a presentar la cola de Straub, un fenómeno en que la cola de un animal se riza en forma de S y que se relaciona con la dopamina, conocida también como el neurotransmisor de la felicidad.

Así, aunque “no podemos preguntar directamente a las ratas si les gusta conducir“, indica Lambert, ambas investigadoras idearon un plan para ofrecerles dos opciones de transporte para llegar al cereal: podían hacer un viaje corto “a pata” y alcanzar más rápido su recompensa, o en cambio realizar un trayecto mucho más largo, pero sobre ruedas. ¿Qué eligieron?

La reacción de las ratas fue sorprendente: dos de los tres ejemplares participantes se montaron en el automóvil y pisaron el acelerador, lo que sugiere que las ganas de comerse un Froot Loop eran lo de menos. Ellas querían disfrutar del viaje.

FUENTE: MEDIOS INTERNACIONALES

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