El 16 de diciembre de 2000, la Central Nuclear de Chernóbil, ubicada en Ucrania, cerró oficialmente su última unidad de generación, poniendo fin a casi 25 años de funcionamiento. Este evento marcó un hito significativo en la historia de la energía nuclear, pues la planta había sido el sitio de uno de los desastres nucleares más graves de la historia, ocurrido el 26 de abril de 1986, cuando el Reactor 4 sufrió una explosión catastrófica que liberó una cantidad masiva de radiación, afectando a millones de personas en Ucrania, Bielorrusia y otras partes de Europa.
El cierre del último reactor, el Reactor 3, fue parte de un proceso gradual y planificado de desmantelamiento de la planta, que comenzó tras el desastre de 1986. En un esfuerzo por reducir el riesgo nuclear y mitigar las consecuencias ambientales y de salud derivadas del accidente, el gobierno ucraniano, con apoyo internacional, tomó la decisión de cerrar la planta. El cierre también fue impulsado por las crecientes preocupaciones sobre la seguridad de los reactores y la falta de viabilidad económica para su operación.
El incidente de Chernóbil dejó una huella indeleble en la percepción pública sobre la energía nuclear, generando un fuerte debate sobre la seguridad y el impacto ambiental de las plantas nucleares en todo el mundo. A pesar de los esfuerzos por controlar los daños y la construcción de un nuevo sarcófago sobre el reactor 4 en 1986 para contener la radiación, la región sigue siendo uno de los lugares más contaminados y peligrosos del planeta, con la llamada “zona de exclusión” que prohíbe el acceso a una gran área circundante.
El cierre de la Central Nuclear de Chernóbil en 2000 simbolizó el fin de una era en la historia de la energía nuclear en Ucrania y una señal de los cambios en la política energética del país. A día de hoy, la planta se encuentra en proceso de desmantelamiento completo, con la tarea monumental de asegurar que el sitio esté libre de radiación y sea seguro para las generaciones futuras.