Mundo, 24 de dic 2024 (ATB Digital).- Es oficial: cuando se encienden las luces navideñas, la temporada navideña ha comenzado. Pero, aunque las bombillas que hoy decoran árboles, fachadas y plazas son omnipresentes, hubo un tiempo en que la Navidad no brillaba con luz eléctrica. Esta costumbre, que hoy es uno de los simbolismos más representativos de diciembre, nació gracias a la visión de un hombre que entendió el potencial de la electricidad no solo como una herramienta funcional, sino también como un elemento decorativo y simbólico.
Edward Hibberd Johnson, ingeniero y empresario, fue más que un pionero tecnológico; fue un hombre capaz de combinar innovación científica con sensibilidad artística. Su vida estuvo marcada por su estrecha colaboración con Thomas Edison, a quien ayudó a transformar la electricidad en un fenómeno global. Sin embargo, uno de sus aportes más duraderos y curiosos fue la creación del primer árbol de Navidad decorado con bombillas eléctricas, un acto que en su momento fue tachado de excentricidad, pero que con el tiempo se convirtió en una tradición universal.
UN INGENIERO AL SERVICIO DE LA ELECTRICIDAD
Edward Hibberd Johnson nació en 1846, en una época de rápidos avances tecnológicos. Desde bien joven, mostró una fascinación por las ciencias y la tecnología, lo que lo llevó a involucrarse en proyectos de gran envergadura durante su juventud. No obstante, su momento crucial llegó en 1871, cuando comenzó a trabajar con Thomas Edison en la Automatic Telegraph Company. Esta colaboración, inicialmente laboral, marcó el inicio de una relación personal que definiría su carrera y, paralelamente, transformaría el panorama tecnológico de la época.

Johnson no solo fue un colaborador de Edison, sino también un socio estratégico que comprendía la importancia de la organización y la comercialización en un mundo hambriento de innovación. Juntos fundaron la Edison Electric Light Company, una de las primeras empresas dedicadas a la comercialización de la energía eléctrica. Johnson desempeñó un papel clave en la promoción y el desarrollo de las ideas de Edison, ayudando a recaudar fondos y supervisar la implementación de proyectos cruciales y, concretamente, encargándose de gestionar la instalación de los sistemas eléctricos en áreas urbana.
Además de su rol administrativo, Johnson era un inventor en su propio derecho. Aunque la historia suele centrar los focos en Edison, figuras como Johnson fueron igualmente importantes en la historia de la electricidad y representa la inmensa red de mentes brillantes existente detrás de cada gran avance. Este espíritu de cooperación fue esencial para la época, permitiendo que las ideas pasaran de ser meras teorías a convertirse en realidades tangibles que transformaron la vida cotidiana.
LA CHISPA DETRÁS DEL ÁRBOL DE NAVIDAD
En diciembre de 1882, Johnson realizó un acto que, aunque en su momento pareció un simple experimento festivo, cambió la forma en que el mundo celebra la Navidad. En su casa de Manhattan, decoró un árbol navideño con 80 bombillas eléctricas de colores rojo, blanco y azul, conectadas a un generador. El árbol, montado sobre una plataforma giratoria, se convirtió en un espectáculo deslumbrante que atrajo la atención de vecinos, periodistas y curiosos.
Hasta ese momento, la tradición de iluminar los árboles de Navidad se realizaba con velas, un método no solo costoso sino extremadamente peligroso. Los incendios provocados por velas encendidas eran comunes, lo que hacía que muchas familias fueran reacias a adoptar esta tradición. Con su innovación, Johnson no solo eliminó estos riesgos, sino que también demostró el potencial decorativo y práctico de la electricidad.
La presentación del árbol eléctrico fue un evento mediático, con reportajes en periódicos que describieron el espectáculo como “maravilloso”. Aunque al principio las luces eléctricas eran inaccesibles para la mayoría debido a su alto costo y la falta de infraestructura eléctrica en muchos hogares, la idea comenzó a ganar tracción. Con el tiempo, la producción en masa de luces navideñas y el abaratamiento de la tecnología hicieron que esta tradición se popularizara a nivel global.
LUCES, AMISTAD Y LEGADO
El logro de Johnson no se limitó a la creación de un árbol decorado con luces; también marcó un punto de inflexión en la manera en que las personas percibían la electricidad. Su invención mostró cómo la tecnología podía integrarse en las tradiciones culturales, iluminando no solo hogares, sino también el imaginario colectivo de generaciones futuras. A finales del siglo XIX, incluso la Casa Blanca adoptó esta idea, decorando su árbol navideño con luces eléctricas, lo que consolidó la tradición en los Estados Unidos y posteriormente en el mundo entero.
Más allá de su impacto cultural, la historia de Johnson es un testimonio de cómo la innovación prospera en un contexto de colaboración. Su amistad con Edison fue mucho más que una relación laboral. Johnson fue un defensor incansable de las ideas de Edison, aportando su propia creatividad y capacidad organizativa para hacer realidad proyectos que, de otro modo, podrían haber quedado relegados al olvido. Su capacidad para visualizar aplicaciones prácticas de la tecnología y llevarlas al público lo convirtió en una figura clave en la revolución eléctrica.
Aunque no alcanzó el mismo nivel de reconocimiento que su famoso amigo, Edward Hibberd Johnson dejó un gran legado. Cada diciembre, millones de hogares iluminados con luces de colores rinden un tributo inconsciente a Hibberd quien, con su imaginación y espíritu navideño, transformó una festividad y, al hacerlo, unió tecnología y tradición de manera impecable.
Fuente: National Geographic