Mundo, 24 de dic 2024 (ATB Digital).- A medida que vivimos más tiempo, crece también el interés por descubrir las claves para envejecer con buena salud y qué factores influyen. Varias investigaciones han mostrado la vinculación entre nuestras relaciones sociales y nuestro estado de salud, y la revista Philosophical Transactions of the Royal Society trasladó este asunto al reino animal, con la publicación de un conjunto de investigaciones que pretendía averiguar precisamente qué pueden enseñarnos las sociedades animales sobre el envejecimiento.
Entre los resultados que se desprenden del conjunto de estudios que salen a la luz en este especial destaca la conclusión de que las especies más sociales viven más tiempo, o que, al igual que ocurre con frecuencia con las personas, algunos animales reducen sus interacciones sociales a medida que se hacen mayores.
En el primer caso, un equipo de la Universidad de Oxford analizó datos de 152 especies de una gran variedad de grupos taxonómicos que incluyen aves, mamíferos, insectos o corales para determinar cómo era sus hábitos sociales y hasta qué punto estos beneficiaban o perjudicaban su salud. Hasta ahora, este tipo de estudios habían comparado sólo unas pocas especies.

El punto de partida es que las especies sociales tienen ventajas como la posibilidad de compartir recursos con otros miembros de su comunidad, gozan de una mayor protección frente a depredadores o pueden tener ayuda de otros individuos para cuidar y criar a su prole. Al otro lado de la balanza, vivir en grupo favorece la transmisión de enfermedades, incrementa la competitividad entre individuos o la posibilidad de que surjan conflictos y de sufrir agresiones.
Pues bien, según el estudio, ganan los pros frente a los contras. Los resultados indicaron que las especies más sociales viven más, posponen la madurez y tienen más probabilidades de reproducirse con éxito que aquellas que son más solitarias. Y aunque la investigación señala que las especies sociales pueden no ser las mejores para adaptarse y beneficiarse de un entorno que cambia rápidamente, a menudo son más resilientes como grupo. En otras palabras, respalda la hipótesis de que aunque la sociabilidad conlleva algunos problemas, en general los beneficios son mayores.
No obstante, aunque el estudio de Oxford revela que los aliados sociales pueden ayudar a proteger contra la depredación, lo que aumenta la esperanza de vida, el estrés de las jerarquías sociales y los conflictos pueden tener el efecto opuesto.
“Utilizando una cantidad sin precedentes de especies animales, en este trabajo se ha demostrado que las especies que son más sociables (la mayoría de los monos, los humanos, los elefantes, los flamencos o los loros) muestran una mayor longevidad y ventajas reproductivas que las especies más solitarias (algunos peces, reptiles y algunos insectos)”, ha declarado en un comunicado Rob Salguero-Gómez, autor principal del estudio y profesor del Departamento de Biología de la Universidad de Oxford.
Mientras que estudios anteriores tendían a clasificar la sociabilidad como una categoría binaria (es decir, si una especie es social o no es social), este nuevo trabajo ha ampliado esa clasificación con fórmulas intermedias, al establecer las siguientes categorías: especies solitarias (como los tigres, que suelen estar solos excepto cuando quieren aparearse); gregarias (por ejemplo, los ñus, las cebras o las aves que forman bandadas), comunales (como la golondrina purpúrea) o coloniales (las aves que anidan, algunas avispas o los pólipos de coral).
“En una era posterior a la COVID, en la que los impactos del aislamiento han sido bastante tangibles para los humanos (una especie altamente social), la investigación demuestra que, desde una perspectiva comparativa, ser más social se asocia con algunos beneficios tangibles”, concluye Salguero-Gómez, cuyo equipo está ampliando ahora este trabajo para estimar cómo las poblaciones más sociales amortiguan (o no) el cambio climático.
‘Envejecimiento social’
Pero no siempre tener menos relaciones sociales conlleva consecuencias negativas, según se desprende de otra de las investigaciones publicadas en este especial, en este caso liderada por la Universidad de Leeds, también en Reino Unido. Este estudio revela que animales como los ciervos rojos pueden volverse menos sociables cuando envejecen para reducir el riesgo de contraer enfermedades, mientras que los gorriones comunes más viejos parecen tener menos interacciones sociales a medida que sus compañeros mueren. Los humanos, por tanto, no somos los únicos animales que cambiamos nuestro comportamiento social a medida que envejecemos.
‘Envejecimiento social’
El estudio utilizó datos de un proyecto de larga duración que rastreaba una manada salvaje en la isla escocesa de Rum. Según señala Josh Firth, de la Facultad de Biología de la Universidad de Leeds y editor de este número especial, aunque las investigaciones anteriores a menudo han considerado como potencialmente negativo el proceso de volverse menos social con la edad, lo que se suele llamar “envejecimiento social”, estos estudios muestran que cambiar los hábitos podría, de hecho, traer beneficios.
Otra investigación, en este caso con gorriones en la británica isla de Lundy durante 25 años, mostró que los ejemplares más mayores tendían a tener menos amigos, como los humanos. “Nuestro estudio es uno de los primeros en sugerir que las aves, al igual que los mamíferos, también reducen el tamaño de su red social a medida que envejecen”, señala desde la Universidad de Leeds, Jamie Dunning, firmante del estudio. Y esta reducción en sus relaciones de amistad, según los autores, no tiene ningún coste evolutivo, la falta de amabilidad simplemente parece no tener ningún costo.
Según los investigadores que firman el estudio, esta disminución de sus relaciones sociales de los gorriones podría deberse a que no sienten presión evolutiva para tejer esas amistades: mientras que los amigos ayudan a estas aves a sobrevivir y a reproducirse cuando son más jóvenes, al ser más mayores ya no necesitan esa ayuda.
“Este mecanismo evolutivo también puede estar presente en los humanos, de modo que las personas mayores son menos proclives a hacer nuevos amigos a medida que envejecen”, apunta Julia Schroeder, investigadora del Imperial College y autora principal del estudio. “Esto, combinado con una menor disponibilidad de amigos potenciales de la misma edad, podría ser un factor en la crisis de soledad entre las personas mayores”.
Fuente: El Mundo