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Felicidad incluso ante las adversidades: estudios demuestran que las personas felices viven más tiempo

Felicidad incluso ante las adversidades: estudios demuestran que las personas felices viven más tiempo

Mundo, 20 de ene 2025 (ATB Digital).-La felicidad se asocia a una mayor esperanza de vida y a una recuperación más rápida de las enfermedades, aunque queda recorrido por delante para entender cómo.

La conexión entre felicidad y salud ha sido objeto de fascinación y estudio durante décadas. Los científicos han descubierto que las personas felices no solo tienden a vivir más tiempo, sino que también disfrutan de una mejor calidad de vida. Sin embargo, la manera en que la felicidad influye en la salud sigue siendo un enigma en muchos aspectos.

Por ello, científicos de todo el mundo tratan de integrar investigación epidemiológica, casos clínicos y antropología con los resultados que obtienen con sus experimentos. Sin embargo, uno de los principales problemas para relacionar felicidad y salud es que requiere tener en cuenta qué se entiende por felicidad para que los estudios sean reproducibles y comparables. Por ello, la felicidad se divide en distintos tipos.

3 tipos de felicidad

Por lo general, cuando se habla de felicidad se suele hablar de la emoción o el estado de ánimo, pero ser feliz también puede implicar un grado de realización personal más profundo. Además, la felicidad también tiene un componente muy subjetivo porque la percepción de la felicidad de uno mismo también depende de nuestro modo de ver la vida. Teniendo en cuenta estos aspectos se distinguen 3 tipos de felicidad, cada una con características singulares.

La felicidad como bienestar afectivo es la más transitoria y voluble. Este tipo de felicidad es la sensación de júbilo o alegría que experimentamos ante un suceso que consideramos bueno. También entra dentro de esta definición el placer. En cambio, existe un bienestar o una felicidad más persistente conocida como eudaimonia.

La eudaimonia es la sensación de bienestar que se obtiene al cumplir con objetivos vitales, y suele ir de la mano con la sensación de autoaceptación, de autorrealización, de crecimiento personal y de relaciones positivas con otras personas. Por último, el bienestar evaluativo es el más subjetivo, ya que es una apreciación de satisfacción que tienen las personas sobre su vida. En este último punto se distinguen las personas optimistas de las pesimistas.

La clasificación de la felicidad no es nueva ni única, si no que es un tema filosófico muy antiguo y se ha ido perfilando durante milenios a través de distintas corrientes de pensamiento. Como ejemplo tenemos a Aristóteles que, en su libro de ética nicomáquea, ya explicaba sobre cómo tener y cumplir un propósito (es decir, la eudaimonia) era preferible al hedonismo o la búsqueda del placer a corto plazo. Pero no todos están de acuerdo con este razonamiento, sino que filósofos coetáneos y posteriores, como los utilitaristas, hablan sobre cómo el placer es intrínsicamente bueno y el sufrimiento siempre es malo. Por tanto, según su visión, las personas deberían centrarse en la búsqueda del placer, y las sociedades deberían construirse en torno a lograr el máximo placer para la mayor cantidad de gente posible.

Aunque se trate de un objetivo loable, lograrlo es más complicado, ya que cada persona tiene una concepción de la felicidad. Ahora bien, lo que sí se ha podido observar es que el cuerpo reacciona ante la felicidad, y esta reacción podría repercutir en la salud.  

Cómo afecta la felicidad a la salud

Un metaanálisis realizado de más de 60 artículos realizado en 2017 por expertos internacionales analizó a 1 250 000 personas y llegó a la conclusión que la felicidad, tanto la eudaimonia como el bienestar afectivo, va de la mano con una mejor salud. Esto se debe a que el cerebro, cuando es feliz, activa mecanismos relajación de los sistemas de alerta y centra sus esfuerzos en mantenerse y repararse. Los efectos de estos mecanismos son medibles, ya que se puede observar claramente en que las personas felices tienden a mostrar niveles bajos de cortisol en el cuerpo, una hormona que se segrega en respuesta al estrés.

El cortisol ha sido evolutivamente muy importante a la hora de preparar el cuerpo para huir ante un peligro. Esta hormona, junto con la adrenalina, se encarga de que todos los recursos vayan a los órganos necesarios para luchar o huir ante una amenaza, por tanto, pueden ser útiles en ciertas situaciones. Sin embargo, personas que no son felices, o que muestran otros trastornos como estrés crónico, o ansiedad, tienen un nivel constantemente elevado de esta hormona. Por tanto, se encuentran “forzando la maquinaria” en todo momento y preparándola ante un peligro irreal. Esto está asociado con un mayor riesgo de que ocurran enfermedades cardíacas, hipertensión o diabetes, ya que la hiperactivación de los órganos los desgasta más rápidamente.

Por ello, al segregar menos cortisol, las personas felices están más tranquilas y sus cuerpos se pueden recuperar mejor. Por otro lado, el cortisol actúa sinérgicamente con otros mecanismos de reparación. Un mayor bienestar evaluativo también se ha asociado con un mejor sueño autodeclarado, es decir, que las personas felices suelen dormir mejor. Durante el sueño, las neuronas eliminan sustancias nocivas y se asientan conocimientos, recuerdos y emociones, por lo que se crea un bucle de retroalimentación positivo de beneficios.

La felicidad ayuda, pero no lo es todo

Niveles bajos de cortisol también están relacionados con una mejor respuesta del sistema inmunológico, así como en menos niveles de inflamación generalizada. Es decir, que cuando una persona es feliz, su cuerpo también está mejor protegido y, por lo general, si enferma responde mejor a los tratamientos. Por ello, ante una enfermedad grave, es muy importante no caer en la desazón o el desánimo, acudiendo a ayuda profesional si es necesario.

Ahora bien, con estos beneficios sobre la mesa existe el riesgo de generalizar que todo tiene que ver con la felicidad o el estado de ánimo. Y sí, el estado de ánimo influye, pero únicamente hasta cierto punto. Hay aspectos fisiológicos que escapan al ‘poder’ de la felicidad. Por ello no se plantea que el pensamiento positivo sustituya a ninguna terapia en el corto tiempo, sino que sea una actividad complementaria a los tratamientos.

De momento, la única conclusión que se puede extraer de este campo relativamente nuevo de estudio es que se espera mucho cambio en los próximos años. Según se vayan realizando descubrimientos, como la influencia del eje cerebro-intestino, o el papel que tiene la microbiota a la hora de modelar nuestros pensamientos, los investigadores podrán contar con nuevos tratamientos que ayuden a recuperarse antes de una enfermedad o afección.

Fuente: Medios Internacionales

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