Mundo, 04 de abr 2025 (ATB Digital).- Una cámara submarina de 1970, parte de una ambiciosa expedición científica para fotografiar a Nessie, resurge tras más de medio siglo sumergida en la oscuridad. Su hallazgo no revela a la criatura, pero ilumina la pasión obsesiva de quienes la han buscado.
En las frías profundidades del mítico Lago Ness, donde la bruma se abraza eternamente con el agua y las leyendas se tornan casi tangibles, una cámara olvidada por el tiempo ha vuelto a ver la luz.
Fue en 1970 cuando Roy P. Mackal, un bioquímico de la Universidad de Chicago con inclinaciones hacia lo inverosímil, lanzó una apuesta audaz: capturar con imágenes al escurridizo monstruo del lago. Seis cámaras selladas, cada una atada a una línea con cebo, fueron sumergidas con la esperanza de que un mordisco activara la magia fotográfica.
Nessie nunca posó para las cámaras. Pero este año, más de medio siglo después, un robot submarino británico —el simpáticamente bautizado Boaty McBoatface— atrapó una de esas cápsulas del pasado durante una prueba rutinaria de ingeniería submarina. Dentro, aún seco como un secreto guardado, se encontraba un fragmento intacto de una obsesión científica.
Thank you for watching
El responsable de identificar el hallazgo fue Adrian Shine, veterano investigador del Lago Ness y autor del tratado A Natural History of Sea Serpents. La cámara, alojada en un cilindro de plástico transparente, era uno de los seis artefactos que Mackal y su equipo desplegaron a más de 180 metros de profundidad.
Según Shine, tres de ellas se perdieron durante una tormenta. Esta, al parecer, fue una de las extraviadas. Su mecanismo era de una sencillez ingeniosa: una Kodak Instamatic con un flash de cubo que podía disparar cuatro fotografías cuando se accionaba la línea de cebo.

Los ingenieros del Centro Nacional de Oceanografía del Reino Unido, quienes operaban el sumergible autónomo, se mostraron tan sorprendidos como encantados con el hallazgo.
Matt Kingsland, uno de los expertos, comentó que el Lago Ness, con sus 230 metros de profundidad, ofrece condiciones ideales para probar sensores y sistemas robóticos antes de misiones oceánicas más profundas. Esta cámara, convertida ahora en una cápsula del tiempo, fue entregada al Loch Ness Centre en Drumnadrochit, cerca del lugar de su redescubrimiento.
Nada más que el fondo del lago
Aunque las imágenes recuperadas no revelaron más que las turbias aguas del lago, el valor del hallazgo radica en su simbolismo: es un testimonio físico de la pasión desbordante que impulsó a Roy Mackal.
Este hombre, que cruzó la selva africana con diez porteadores pigmeos en busca del mítico Mokele-mbembe, no era ajeno a las críticas mordaces que suscitaba en círculos académicos. Su tenaz devoción por la criptozoología lo llevó a ser marginado en la Universidad de Chicago, pese a su estatus de catedrático.

Mackal, que falleció en 2013 a los 88 años, escribió The Monsters of Loch Ness, un voluminoso tratado donde relataba tanto sus métodos como sus visiones personales.
Afirmó haber visto al monstruo en 1985: “El agua junto a mi bote comenzó a hervir, y una criatura emergió. Su espalda era negra y lisa, con algo que parecía una aleta… luego desapareció en un gran chapoteo”. Su búsqueda de lo colosal, de lo imposible, fue quizá más profunda que el propio lago.
Adrian Shine, siempre escéptico pero con la puerta entreabierta al misterio, evita la palabra “creyente”. Para él, tanto la fe como la negación absoluta pertenecen al ámbito de la religión, no al de la ciencia. Tal vez por eso el Lago Ness sigue siendo un espejo en el que cada visitante ve reflejado su deseo: una prueba, una criatura, un mito, o simplemente, un sueño que se niega a morir.
Fuente: Natinal Geograpic España