Mundo, 09 de abr 2025 (ATB Digital).- El nacimiento de tres lobos modificados genéticamente a partir de una especie extinta nos obliga a plantearnos las implicaciones ecológicas de la bioingeniería y la desextinción.
La noticia de la semana en el mundo de la genética ha sido, sin duda, el anuncio de la “desextinción de los lobos huargos de Juego de Tronos” por parte de la compañía Colossal Biosciences, como aperitivo al retorno de los mamuts lanudos en el que llevan años trabajando.
Al margen de que la noticia no es del todo correcta tal y como se ha publicitado – no se ha desextinguido ninguna especie, sino que se han modificado genéticamente embriones de lobos grises –, esto ha reabierto un debate siempre presente en el ámbito de la bioingeniería: ¿Es correcto o conveniente recuperar especies extintas, ya sea enteramente o de forma híbrida?
¿Qué consecuencias puede tener desextinguir una especie?
A la hora de pensar en traer de vuelta a la vida una especie extinta, hay que considerar qué consecuencias podría tener el hecho de reintroducirla en la naturaleza y, sobre todo, cuánto tiempo ha pasado desde su extinción y cuánto han cambiado en este tiempo los ecosistemas en los que vivían. No es lo mismo tratar de recuperar una especie que se ha extinguido en una época reciente – como el dodo o el tigre de Tasmania – que hacerlo con otra que lleva miles de años extinta, como los mamuts o los lobos que nos ocupan.
El problema principal a la hora de reintroducir especies que vivieron hace milenios es que, en el tiempo que ha pasado desde su extinción, los ecosistemas se han adaptado a su ausencia, permitiendo la entrada de nuevas especies que en ocasiones han ocupado el nicho ecológico de las antiguas. Reintroducir animales o plantas extintas puede alterar este equilibrio e incluso provocar la desaparición de algunas de las actuales.
El lobo Remo con 5 meses.
Esto es especialmente preocupante en el caso que nos ocupa, al tratarse de un depredador. Los lobos de Colossal Biosciences – Rómulo, Remo y Khaleesi – han sido creados a partir de células de lobo gris (Canis lupus) que se han modificado con material genético pertenecientes al extinto lobo gigante o lobo terrible (Aenocyon dirus). Es decir, no se ha desextinguido la especie perdida, sino que se han creado lobos con atributos de esta antigua especie.
Gracias a estos genes, cuando estos cachorros crezcan serán (supuestamente) más grandes y musculosos que un lobo común, lo cual debería darles una ventaja competitiva a la hora de cazar y sobrevivir. Por esto, y aparte de las cuestiones éticas que plantea la modificación genética, no se trata de animales que se puedan liberar a la naturaleza sin más, ya que podrían alterar el equilibrio de los ecosistemas, provocando la desaparición de otros cazadores por competencia o la de las presas por un exceso de eficiencia al cazar.
Las especies híbridas plantean otros problemas
El hecho de que estos animales sean fruto de la hibridación plantea un problema añadido, ya que resulta difícil predecir cuál será su comportamiento. Aunque en principio los genes que se han introducido en estos lobos afectan solo a aspectos físicos (como su tamaño, aspecto y musculatura) no se puede descartar que tengan consecuencias en su conducta, ya que el hecho de que tengan capacidades físicas superiores puede llevarlos a comportarse de forma distinta a los lobos grises a partir de los cuales han sido creados.
Por poner un ejemplo, los lobos generalmente cazan en manada porque esto les permite matar presas más grandes, rápidas o resistentes que ellos. Si estos nuevos lobos son superiores en estos aspectos, en el caso de que naciera una nueva especie salvaje a partir de ellos, podrían pasar dos cosas: o que se convirtieran en depredadores que pudieran cazar en solitario, o bien que siguieran cazando en manada pero que pudieran abatir presas más grandes, fuertes y rápidas que las que ahora cazan los lobos grises. Ambas cosas tendrían efectos muy importantes en los ecosistemas.

Recreación artística de lobos gigantes (de color anaranjado) alejando a lobos grises de una presa.
Un aspecto que hace especialmente imprevisible el resultado de este cruce es que la especie extinta, el lobo terrible, es relativamente lejana genéticamente al lobo gris. Si nos fijamos en su nomenclatura científica (Aenocyon dirus y Canis lupus, respectivamente), veremos que ni siquiera pertenecen al mismo grupo taxonómico: según la revisión filogenética más reciente de 2021, el lobo terrible no pertenece al género Canis (en el que se encontraba anteriormente) ni está emparentado de forma cercana con ninguno de sus miembros actuales. Partiendo de esta premisa, una hibridación de estas características sería extremadamente rara en la naturaleza, e incluso mediante ingeniería genética ha sido difícil de conseguir.
La hibridación entre especies lejanas taxonómicamente puede presentar diversos problemas. El más común es que los híbridos generalmente son estériles o presentan problemas de fecundidad, por lo cual la viabilidad de estos nuevos lobos mediante una reproducción natural puede revelarse complicada. También está por ver si crecen sanos y no desarrollan problemas de salud: tanto Rómulo y Remo, que nacieron en octubre de 2024, como Khaleesi, nacida en enero de 2025, son todavía adolescentes.
Otro problema es que la hibridación puede generar errores en la reproducción celular, aumentando la probabilidad de mutaciones y, con ello, de enfermedades imprevistas. Sin embargo en este caso, al tratarse en gran medida de animales con ADN de lobo gris, es difícil predecir si esta es una posibilidad significativa.
¿Cómo se comportarán estos lobos?
Más allá de los posibles problemas de salud o de equilibrio ecológico, la gran pregunta a resolver (tanto si se considera liberarlos en la naturaleza como si permanecen en cautividad) es cómo se comportarán estos lobos. Aquí hay dos factores a considerar: la genética y la socialización.
Como hemos mencionado, el lobo terrible no es un pariente cercano de los actuales lobos grises; de hecho, las líneas evolutivas de las que proceden se separaron hace al menos un millón de años. Esto ha dado lugar a multitud de especies con comportamientos distintos, como los lobos, los licaones o los perros. El problema al hibridarlos es que surge la posibilidad de que las conductas instintivas de cada línea evolutiva choquen entre sí.
La paleontología sugiere que el lobo terrible tenía un comportamiento social en apariencia similar al lobo gris, pero debido a las diferencias físicas probablemente había diferencias en aspectos como la caza, ya que habrían podido matar presas mayores. Un animal salvaje sabe instintivamente con qué presas puede medirse y cuáles son demasiado para él, pero no sabemos qué le dirá el instinto a un animal híbrido.
El segundo aspecto a considerar es que estos tres cachorros han sido criados en cautividad y alimentados por humanos, lo cual ya de por sí los diferencia de lobos salvajes. Por eso, su comportamiento en libertad es un enigma. La introducción en la naturaleza de animales criados en cautividad es un proceso que debe hacerse con sumo cuidado y con garantías de que podrán sobrevivir y comportarse como sus parientes salvajes. Algo que es válido también para el supuesto regreso de los mamuts a la tundra, que Colossal tiene previsto para 2027.
Fuente: National Geograpic España