Mundo, 14 de mayo 2025 (ATB Digital).- En un hallazgo que desafía concepciones previas sobre la dinámica entre el cerebro y el intestino, un grupo de investigadores del Instituto de Investigación Biomédica August Pi i Sunyer, liderado por Marc Claret, logró demostrar que la comunicación entre ambos órganos es bidireccional.
Aunque desde hace años se sabía que el microbioma intestinal influye en la función cerebral, ahora se observó que también el cerebro puede modificar, en apenas dos horas, la composición microbiana del intestino. La evidencia surge de una serie de experimentos en modelos animales, en este caso ratones, que combinan técnicas avanzadas de neurociencia con análisis de microbioma, y que abren nuevas preguntas sobre cómo se interrelacionan la actividad neuronal, la alimentación y la salud intestinal. Los resultados fueron publicados en la revista Nature Metabolism.
Activación cerebral dirigida: diseño del experimento
El equipo empleó una herramienta de manipulación neuronal llamada quimiogenética, que permite activar o inhibir con precisión grupos específicos de neuronas a través de fármacos especializados. En este caso, se eligió un subconjunto de neuronas localizadas en el hipotálamo, una estructura cerebral que desempeña un rol fundamental en la regulación del hambre. En total, se utilizaron 32 ratones divididos en dos grupos: a la mitad se le activaron estas neuronas mediante fármacos y a la otra mitad no se le administró tratamiento alguno, funcionando como grupo control.
Posteriormente, se recolectaron muestras del contenido intestinal en cuatro regiones distintas del tracto digestivo de los animales. En la mitad de los ratones tratados se tomó la muestra dos horas después de la activación neuronal, y al resto, cuatro horas después. Esta metodología permitió establecer una cronología clara de los efectos provocados por la manipulación cerebral en el microbioma.
Cambios rápidos y localizados: resultados de la activación neuronal
Los ratones que recibieron la activación cerebral mostraron aumentos notables en la diversidad microbiana intestinal, especialmente en el duodeno, la primera parte del intestino delgado. En esa región, apenas dos horas después de la intervención, la diversidad microbiana fue cinco veces mayor que en los ratones del grupo control. Este aumento sugiere una especie de proliferación microbiana inducida por la señal cerebral.
Los efectos no fueron uniformes a lo largo del tracto digestivo, lo que sugiere que distintas regiones del intestino podrían tener respuestas diferenciales a las señales nerviosas. Esta localización específica de los cambios agrega una capa de complejidad al fenómeno y subraya la precisión con la que el sistema nervioso central puede influir en la ecología microbiana del intestino.
La otra cara del experimento: inhibición neuronal y su efecto inverso
Para corroborar que las neuronas del hipotálamo tenían un rol activo en la modificación del microbioma, los investigadores repitieron el procedimiento en otro grupo de ratones, pero esta vez inhibieron la actividad de las mismas neuronas. El resultado fue drástico: se observó una disminución de más del 99 % en ciertas familias bacterianas en regiones como la parte media y final del intestino delgado, dependiendo del tiempo transcurrido tras la inhibición.
Estos resultados no solo refuerzan la hipótesis de que el cerebro modula activamente el ecosistema intestinal, sino que también sugieren que la dirección y naturaleza de esa influencia puede variar según el tipo de señal neuronal: activación o inhibición.
Verificación por otras vías: uso de hormonas del apetito
Para descartar que los cambios observados fueran producto exclusivo de la técnica quimiogenética, el equipo científico introdujo otra variable en el diseño experimental. Inyectaron hormonas relacionadas con la regulación del apetito directamente en el cerebro de los ratones. Este método también produjo alteraciones sustanciales en el microbioma intestinal en un corto intervalo temporal, entre dos y cuatro horas, dependiendo de la sección intestinal analizada. Algunas familias bacterianas se incrementaron notablemente, mientras que otras desaparecieron casi por completo.
La concordancia entre los resultados obtenidos con técnicas distintas refuerza la robustez del hallazgo y apunta a un mecanismo biológico generalizable, más allá de un efecto técnico particular.
Nuevas reglas para el estudio del microbioma
Las implicancias de este descubrimiento son múltiples. Christoph Thaiss, investigador de la Universidad de Stanford, remarcó que este tipo de evidencia obliga a reconsiderar varios supuestos metodológicos en el estudio del microbioma. “La mayoría de las personas, incluso en el campo, tienen la noción de que los cambios en el microbioma intestinal tardan mucho tiempo en ocurrir, días o incluso semanas, pero ciertamente no horas”, declaró.
En este contexto, se vuelve esencial que los estudios sobre microbioma consideren factores como el estrés del individuo al momento de la recolección de muestras. Además, los investigadores deberán empezar a contemplar variaciones de la composición microbiana en escalas horarias, y no solo diarias o semanales, como se asumía hasta ahora.
Un nuevo enfoque para entender la fisiología digestiva
Si bien aún no se comprende con exactitud por qué ocurren estos cambios rápidos en el microbioma inducidos por el cerebro, Marc Claret sugiere una posible explicación: cuando el sistema nervioso central detecta hormonas que indican la inminencia de una ingesta alimentaria, podría enviar señales al intestino para que las bacterias locales se preparen para participar en el proceso digestivo. Esta interpretación se alinea con la idea de una coordinación integral entre las funciones del sistema nervioso y las actividades metabólicas.
El horizonte de una microbiología cerebral
Finalmente, el estudio plantea la posibilidad de que otras regiones cerebrales, distintas del hipotálamo, también puedan modificar el microbioma. “Es posible que otras áreas del cerebro, involucradas en funciones como la memoria, también influyan en la composición microbiana intestinal”, afirmó Claret. Esta observación abre la puerta a una nueva línea de investigación que podría transformar nuestra comprensión de la fisiología y la salud intestinal desde una perspectiva neurobiológica.
Fuente: Infobae