ATB RADIO

EN VIVO

ATB Digital
Ciencia

Aunque las ecuaciones de Einstein anticiparon la existencia de los agujeros negros, él nunca llegó a creer en ellos

Mundo, 20 de may 2025 (ATB Digital) .- A pesar de que sus ecuaciones de la Relatividad decían lo contrario, Einstein siempre se mostró escéptico sobre la existencia de los agujeros negros.

Todos tenemos derecho a equivocarnos. Incluso la mente más brillante de todo el siglo XX puede tropezar con sus propias ideas. Y sí, hablamos de Albert Einstein, el hombre que reformuló por completo nuestra visión del universo y que sentó las bases teóricas que predijeron la existencia de los agujeros negros. Pues bien, a pesar de ello, él mismo nunca llegó a creer del todo que esos objetos tan extremos pudieran existir realmente.

Irónico, ¿no crees? Hoy no tenemos ninguna duda de que los agujeros negros sean reales: los estudiamos, los detectamos e incluso los hemos fotografiado. Sin embargo, durante décadas, fueron simplemente una idea sospechosa, casi diríamos que escandalosa. Y, sorprendentemente, Einstein fue uno de sus grandes escépticos.

LA TEORÍA QUE CURVÓ EL UNIVERSO
En el año 1915, Einstein presentó su teoría de la Relatividad General, una obra maestra que transformaba la noción clásica de gravedad y la cambiaba por una visión más elegante y profunda: la gravedad era, en realidad, una curvatura del espacio-tiempo provocada por la masa y la energía.

Para entenderlo mejor, puedes imaginar que el espacio-tiempo es como una especie de sábana estirada. Si sobre ella colocamos una bola pesada, esta deformará la tela, y si posteriormente hacemos rodar una canica cerca, ésta caerá hacia el hoyo generado por la bola. Pues bien, según Einstein, así funcionaba la gravedad en el universo: los planetas no estaban “atados” con una cuerda invisible al Sol, sino que se deslizaban por esa curvatura que generaba la estrella.

Se trataba de un nuevo marco teórico, algo que no solo explicaba de forma muy precisa todos aquellos fenómenos que las leyes de Newton no podían abarcar, sino que además abría la posibilidad de que existieran algunas regiones en la que la curvatura fuera tan extrema que nada pudiera escapar de ella. Aunque, la verdad sea dicha, en aquel momento, Einstein no estaba muy interesado en explorar ese “lado oscuro” de su teoría.

UN AGUJERO EN LAS MATEMÁTICAS
Tan solo unos meses después de que Einstein publicara su teoría, el físico alemán Karl Schwarzschild encontró una solución exacta a sus ecuaciones. Y lo más curioso de todo es que lo hizo al mismo tiempo que servía en el frente durante la Primera Guerra Mundial. Su solución, además de describir perfectamente el campo gravitacional alrededor de una esfera estática, tenía un detalle especial: afirmaba que si la masa era lo suficientemente grande y compacta, el tiempo y el espacio colapsarían.

Justamente, esa frontera invisible definida por Schwarzschild pasaría, posteriormente, a conocerse como “horizonte de sucesos”, y el objeto resultante, como agujero negro. Y, aunque él no llegó nunca a usar esos términos, lo tenía muy claro: bajo ciertas condiciones, el espacio-tiempo podría deformarse tanto que se formaría una especie de pozo sin fondo.

Sin embargo, Einstein no lo veía tan claro. Sí conocía la solución de Schwarzschild, y sí la valoraba desde el punto de vista matemático; pero no la tomaba como una descripción realista. Para él, esos resultados tan extremos no podían ser otra cosa que anomalías, cosas que surgían de hacer suposiciones idealizadas, como masas que eran perfectamente esféricas o simetrías totales. Es decir, idealidades que no eran posibles en la realidad que conocemos.

EL GRAN RECHAZO
Durante los años 30, a medida que otros físicos comenzaban a explorar las implicaciones del colapso gravitacional, es decir, lo que ocurre a una estrella cuando agota su combustible, Einstein decidió que era el momento de intervenir. Así, en 1939 publicó un artículo junto a su colaborador Nathan Rosen en el que trataba de demostrar que los agujeros negros no podían formarse, ya que entonces la materia no colapsaría indefinidamente, sino que habría un límite que detendría el proceso.

La verdad es que, a pesar de que su argumento no era del todo sólido, llevaba el peso del nombre de Einstein. Por tanto, durante mucho tiempo, un gran número de científicos compartieron ese escepticismo. A fin de cuentas, era muy difícil imaginar un lugar donde el tiempo se detiene, donde la luz no puede escapar y donde las leyes de la física se rompen.

CUANDO LA REALIDAD SUPERÓ A LA INTUICIÓN
De esa forma, durante varias décadas, la idea del agujero negro estuvo en el limbo del recelo. Era una predicción matemática sin confirmación experimental, pero en los años 60 y 70, el panorama empezó a cambiar. Físicos como Roger Penrose o el mismísimo Stephen Hawking demostraron que, bajo condiciones generales, el colapso era inevitable y que los agujeros negros –también llamadas singularidades– no eran elementos raros, sino consecuencias directas de la relatividad general.

Y el tiempo les dio la razón rápidamente: los telescopios comenzaron a encontrar indicios. Estrellas que orbitaban “algo invisible”, emisiones de rayos X provenientes de regiones compactas, distorsiones gravitacionales inexplicables… Finalmente, en 2015 se detectaron las ondas gravitacionales producidas por la fusión de dos agujeros negros. Y en 2019, ¡llegó la fotografía histórica de la primera imagen real de un agujero negro!

Lamentablemente, Einstein ya no estaba para verlo. Pero sus ecuaciones lo habían anticipado desde el principio. Solo que él, como tantos otros, no había terminado de creer en lo que ellas describían.

Fuente: National Geographic

Noticias relacionadas

El tardígrado, el ser “casi inmortal” que podría resistir en el espacio

Sergio Aliaga

Un triplete de cuásares podría ayudarnos a entender como se crean los agujeros negros ultramasivos

Cristal Vergara Capo

El descubrimiento que podría cambiar todo lo que creíamos saber sobre el universo

ATB Usuario