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¿El comercio reescribe la política? El viraje de Petro a China que preocupa a EE.UU.

Por: Ociel Alí López

La decisión del presidente colombiano, Gustavo Petro, de unirse a la Nueva Ruta de la Seda no es una cuestión que se circunscriba solo al plano ideológico, como están haciendo ver algunos actores de la derecha colombiana. Su disposición proviene del mismo dilema con el que se han encontrado muchos mandatarios latinoamericanos, de diverso signo: o abren sus países a una economía pujante que viene a vender barato y a comprar diversidad de rubros, o se quedan leales a una economía, la estadounidense, en proceso de estancamiento y con graves problemas internos de gobernabilidad.

Petro, siendo de izquierda, ha decidido lo mismo que el presidente argentino, Javier Milei, o, en su momento, el brasileño Jair Bolsonaro: mantener y profundizar una ruta comercial con China de manera abierta, a pesar del disgusto que eso podría ocasionar en Washington, que, a pesar de todo su poderío militar, ve diluirse su hegemonía comercial en la región que ha considerado históricamente como su “patio trasero”.

Este paso tiene una significación de primer orden en el plano geopolítico, en tanto Colombia ha sido “la niña de los ojos” de diferentes gobiernos, demócratas y republicanos, de EE.UU.

Este paso tiene una significación de primer orden en el plano geopolítico, en tanto Colombia ha sido “la niña de los ojos” de diferentes gobiernos, demócratas y republicanos, de EE. UU. Es el país de Latinoamérica al que más tiempo e inversión le ha dedicado Washington, y en donde de manera sistemática se posicionaron en Suramérica, convirtiéndolo en una cabeza de playa, especialmente en el combate contra la guerrilla y el narcotráfico, desde los años sesenta hasta la actualidad.

Mientras la región iba girando a la izquierda con su “ciclo progresista”, Colombia se mantenía escrupulosamente alineada con Washington, no solo en la política sino también en el aspecto del intercambio comercial.

Por esto, la llegada de Petro al poder y su reciente viraje hacia China no deja de ser novedosa, a pesar de que ya se han ejecutado movimientos similares desde todo el resto del continente. Aunque es una decisión que ya han tomado anteriormente los gobiernos de Brasil, Chile y Argentina (por dar solo ejemplos), que han sido aliados históricos de Washington, con Colombia cobra un matiz especial debido a la estrecha relación que mantuvieron, incluso en los momentos de declive de EE.UU.

Colombia ha sido el último país en mantener un comercio preferencial con EE.UU., luego del avance chino en la región a partir de la década pasada, y su acercamiento a la Ruta de la Seda puede significar que está cayendo la última “pieza del dominó” comercial de EE. UU. Con Colombia virando hacia China, es prácticamente toda América Latina, sin excepciones, la que se desalinea comercialmente de Washington y acelera el cambio de socio preponderante.

Con Colombia virando hacia China, es prácticamente toda América Latina, sin excepciones, la que se desalinea comercialmente de Washington y acelera el cambio de socio preponderante.

Lo cierto, fuera de todo tabú, es que Colombia está variando su enfoque hacia China para establecer relaciones más diversificadas, reduciendo su dependencia de las importaciones y buscando exportar más allá de los combustibles y minerales, lo que ha traído respuestas desde Washington.

“EE.UU. se opondrá enérgicamente a proyectos recientes y próximos desembolsos por parte del BID y otras instituciones financieras internacionales para empresas estatales y controladas por el Gobierno chino en Colombia”, dijo en un comunicado la oficina de asuntos del Hemisferio Occidental de EE.UU.

El miércoles de esta semana, el secretario de Estado, Marco Rubio, también se sumó al chantaje, aunque sin hacer referencia directa a Petro o a China: “Si aún no has solicitado una visa desde Colombia, probablemente no llegarás a tiempo para la Copa del Mundo 2026”.

Es una presión económica y simbólica que tiene un correlato en el tono con el que algunos dirigentes opositores colombianos, incluso moderados, están tratando a Petro. El jueves, por ejemplo, el expresidente colombiano César Gaviria planteó que “desconocería la autoridad” del presidente, en medio de una andanada de críticas que se vienen agudizando.

Implicaciones multidimensionales
Las implicaciones del viaje de Petro son muchas. Por un lado, está abriendo las puertas al enemigo histórico-comercial de EE.UU. mientras se suscribe a la Ruta de la Seda, que incluye inversiones que se proyectan en el tiempo.

Colombia está variando su enfoque hacia China para establecer relaciones más diversificadas, reduciendo su dependencia de las importaciones y buscando exportar más allá de los combustibles y minerales.

Por otro lado, está proponiendo a China la construcción de una nueva ruta ferroviaria que sustituya al Canal de Panamá, del cual dice que “muere, por la codicia”. Así que, también en cierta forma, busca frenar el avance norteamericano en la región. Todo lo hace como presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), lo que le suma valor agregado.

El giro de Petro, rubricado en un “memorando de entendimiento” junto con el presidente chino, Xi Jinping, además está acompañado de un discurso histórico, sobre cómo Washington fraguó la separación de Panamá del territorio colombiano para la posterior construcción del canal. Esto hace ver que la apuesta por China no obedece solo a un razonamiento meramente económico, sino que tiene algún tipo de lógica histórica.

Aunque la gestión del colombiano entra en su recta final, en el año que le queda puede adelantar la realización del lazo para que la economía china privilegie la compra de nuevos rubros a Colombia y haga, como ha sucedido en el resto de países de América Latina, que la relación comercial sea sólida, independientemente de que regresen gobiernos de derecha, incluso radicales.

No obstante, el caso actual de Panamá da para comprender que EE.UU. sigue jugando y que, en la medida en que pierde su fortaleza económica, va a demostrar mayor firmeza militar. Después de la llegada del presidente Donald Trump, Washington ha obligado al gobierno panameño a desprenderse de la Ruta de la Seda, volver a permitir el ingreso de flotas militares estadounidenses al país y, en definitiva, a plegarse, a punta de presión, a las directrices de la Casa Blanca, que trata de actualizar la ‘Doctrina Monroe’ en el país centroamericano.

Como vemos, esta visita de Petro a Pekín y la petición de inclusión en la Ruta produce un paso multidimensional que puede significar el declive definitivo de la potencia estadounidense en Suramérica, aunque también podría generar una respuesta en otros ámbitos, como el militar.

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