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Inédito: un ratón pasa de macho a hembra por un factor ambiental

Mundo, 5 junio 2025 (ATB Digital).— Durante siglos, el relato biológico sobre el sexo en mamíferos ha sido nítido, casi inamovible: nuestros destinos sexuales se escriben en el momento mismo en que un espermatozoide aporta un cromosoma Y o X.

Sin embargo, una nueva investigación liderada por el biólogo Makoto Tachibana, de la Universidad de Osaka, ha descompuesto este dogma con una sutileza tan inesperada como poderosa. Publicado en la revista local, el estudio demuestra que niveles muy bajos de hierro en el organismo de la madre son capaces de silenciar el gen masculino Sry en embriones genéticamente machos, transformándolos en hembras.

“Hasta donde sabemos, esta es la primera demostración de que un factor ambiental puede influir en la determinación del sexo de un mamífero”, ha declarado Tachibana al medio local.

A través de una serie de experimentos que combinan manipulación genética, restricciones dietéticas y técnicas moleculares de vanguardia, el equipo japonés logró inducir una reversión sexual completa en ratones XY: seis de 39 crías nacieron con ovarios en lugar de testículos, un fenómeno hasta ahora reservado a excepciones genéticas rarísimas y ajeno, en teoría, a cualquier influencia del entorno.

La clave radica en la epigenética

Para comprender la trascendencia del hallazgo, hay que remontarse a los fundamentos de la biología del desarrollo. En mamíferos, todos los embriones son morfológicamente idénticos durante las primeras seis semanas de gestación.

No es sino hasta ese umbral que se activa el gen Sry, presente solo en el cromosoma Y, desencadenando la formación de testículos. Lo extraordinario de este nuevo estudio es que introduce una variable ambiental—la disponibilidad de hierro—en un proceso que se consideraba hasta ahora exclusivamente genético.

Este giro se explica mediante la epigenética, ese delicado sistema de interruptores químicos que modulan la expresión de nuestros genes sin alterar la secuencia del ADN. El hierro, en su forma ferrosa (Fe²⁺), es indispensable para múltiples reacciones de desmetilación, incluidas las que controlan la actividad del gen Sry. Cuando los investigadores bloquearon la entrada de hierro en células somáticas gonadales de embriones machos, la expresión de este gen clave prácticamente desapareció.

Demostración en condiciones reales

Para probar si este fenómeno ocurría también en condiciones reales, los científicos alimentaron a ratonas gestantes con dietas pobres en hierro y observaron resultados similares: varios embriones XY desarrollaron ovarios funcionales.

La falta de hierro no solo alteró el destino de las gónadas, sino que también desorganizó toda la red hormonal responsable de la masculinidad biológica. En algunos casos, los ratones nacieron con un testículo y un ovario, una configuración intersexual que, aunque funcionalmente limitada, es anatómicamente viable.

El estudio fue aún más allá: al combinar una dieta baja en hierro con una variante genética del gen Kdm3a —que regula la actividad epigenética del gen Sry—, la reversión sexual se disparó en frecuencia. Este hallazgo sugiere que incluso combinaciones sutiles entre genética y medio ambiente pueden tener consecuencias dramáticas durante el desarrollo embrionario. Así, lo que antes se consideraba un diseño inmutable queda ahora expuesto a los matices de la biología materna.

¿Y en humanos?

La pregunta inevitable es si este mecanismo podría manifestarse en humanos. La respuesta, por ahora, es incierta. Los investigadores advierten que los niveles de hierro utilizados en los experimentos son extremadamente bajos y poco probables en contextos naturales. Sin embargo, reconocen que en casos de desnutrición extrema podría haber efectos similares que, simplemente, no han sido documentados.

Este descubrimiento no solo transforma nuestra comprensión de la determinación sexual, sino que amplía el abanico de influencias que pueden moldear la vida antes del nacimiento. Y aunque aún queda mucho por investigar, el mensaje que resuena con claridad es este: incluso el más pequeño de los elementos, como el hierro, puede pesar más de lo que jamás imaginamos en la balanza del destino biológico.

Fuente: National Geographic España

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