Mundo, 9 junio 2025 (ATB Digital).— En la periferia más remota del sistema solar, un pequeño planeta enano ha vuelto a capturar la atención de la ciencia. Plutón, antaño desterrado del selecto grupo planetario, regresa ahora como uno de los cuerpos más fascinantes del cosmos cercano.
Gracias a los últimos datos recopilados por el telescopio espacial James Webb (JWST), los científicos han confirmado que su atmósfera —una tenue envoltura de nitrógeno, metano y monóxido de carbono— no se comporta como ninguna otra. Lo que la hace única es que no son los gases, sino las partículas de bruma suspendidas en ella, las que regulan el equilibrio térmico del planeta.
Estas partículas, microscópicas, pero abundantes, no flotan sin más: absorben, irradian y redistribuyen el calor con una eficacia que ningún otro cuerpo celeste del sistema solar ha mostrado. Es una atmósfera en la que la física se pliega a reglas insospechadas.
La confirmación de este fenómeno, que parece salido de la ciencia ficción, proviene de un equipo internacional cuyos estudios han sido publicados esta primavera, y que cuentan con un fuerte componente teórico desarrollado por el investigador Xi Zhang, de la Universidad de California en Santa Cruz.
Su interacción con Caronte
Este descubrimiento también revela una danza inusual entre Plutón y su satélite principal, Caronte. Material de la atmósfera del primero es arrancado por la gravedad del segundo y se acumula en sus polos, formando manchas rojizas con compuestos químicos transformados. Este intercambio aéreo, una suerte de beso cósmico entre dos mundos, no tiene parangón en el resto del sistema planetario.
Zhang no es ajeno a esta idea. En 2017, poco después del histórico sobrevuelo de la sonda New Horizons en 2015, propuso que la atmósfera de Plutón estaba dominada por estas partículas brumosas. Su propuesta, en su momento calificada de audaz, incluía una predicción concreta: si las partículas eran responsables del enfriamiento atmosférico, deberían emitir radiación en el rango del infrarrojo medio. Pero hacía falta una herramienta más poderosa para comprobarlo.
MIRI
Y esa herramienta llegó el 25 de diciembre de 2021, con el lanzamiento del telescopio Espacial James Webb (JWST), un observatorio espacial lanzado por la NASA en colaboración con la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA).
Sus observaciones infrarrojas permitieron medir por separado las emisiones térmicas de Plutón y Caronte, revelando con detalle las propiedades térmicas de sus superficies, su capacidad de almacenar calor y la distribución de sus hielos. Las curvas de luz, tomadas a 18, 21 y 25 micrones, no solo confirmaron la hipótesis de Zhang, sino que ofrecieron datos que invitan a replantear la química planetaria.
En el corazón de estos hallazgos se encuentra el MIRI, el espectrómetro del JWST que en mayo de 2023 logró capturar un espectro de alta calidad en el rango de 4,9 a 27 micrones. Este registro reveló una riqueza química en Plutón jamás observada con instrumentos anteriores, y abrió una nueva ventana al estudio de procesos atmosféricos en mundos lejanos, donde la energía no se comporta como en los planetas clásicos.
¿Una Tierra primitiva?
Pero más allá de la atmósfera enrarecida de Plutón y su íntima relación con Caronte, los científicos señalan algo aún más revelador: estas condiciones podrían guardar similitudes con la Tierra primitiva. Antes de que el oxígeno dominara nuestra atmósfera, hace más de 2.400 millones de años, la química terrestre también estaba basada en nitrógeno y compuestos hidrocarbonados. Comprender cómo la bruma regula la energía y transforma la química en Plutón podría aportar pistas sobre cómo surgieron las condiciones habitables en nuestro propio planeta.
Zhang lo resume con emoción científica: “Plutón nos está ayudando a entender los límites de lo posible en una atmósfera. Y al hacerlo, también nos ayuda a mirar hacia atrás, al pasado más lejano de la Tierra, cuando la vida comenzaba sin necesidad de oxígeno.”
Fuente: National Geographic España