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Un simple análisis de sangre podría detectar el regreso del cáncer meses antes que una exploración

Mundo, 9 junio 2025 (ATB Digital).— Cuando a Jennifer Feenstra le diagnosticaron un cáncer de pulmón avanzado y agresivo hace cinco años, no perdió el tiempo preguntándose cómo podría haberle ocurrido algo así a ella, que era una entusiasta del fitness y no fumadora. En su lugar, esta diseñadora gráfica jubilada de 59 años, residente en Stamford (Connecticut), decidió combatir la enfermedad con todo lo que estuviera a su alcance.

Tras una operación en el Centro Oncológico de Yale en la que le extirparon parte del pulmón derecho, se sometió a cuatro duras rondas de quimioterapia, seguidas de tres años más de tratamiento farmacológico. Durante todo ese tiempo ha sido sometida a controles periódicos mediante tomografías computarizadas (TC), que afortunadamente no han mostrado indicios de recaída —el término utilizado para describir el regreso del cáncer tras el tratamiento—. Hoy en día está en remisión, aunque sabe que un tumor reincidente tardaría un tiempo en hacerse visible en una exploración.

Sin embargo, los elementos que forman un tumor canceroso pueden aparecer en el cuerpo mucho antes de que las pruebas de imagen los detecten. Por eso, muchos médicos están entusiasmados con un nuevo tipo de método que permite identificar la reaparición de células cancerosas en sus fases más tempranas.

Las pruebas de sangre para buscar marcadores tumorales existen desde hace décadas, pero la última generación busca fragmentos diminutos del ADN de un cáncer concreto en la sangre del paciente. Estas pruebas “informadas por el tumor” suponen un gran avance en lo que se conoce como análisis de ADN tumoral circulante (ctDNA), y los investigadores de Yale y de otros centros oncológicos ya están observando resultados prometedores.

En un estudio publicado en Nature Medicine en marzo, una de estas pruebas detectó la reaparición del cáncer en pacientes con cáncer de pulmón con una mediana de cinco meses de antelación respecto a cuando el tumor era visible en una imagen: mucho antes de lo habitual. Si se le ofreciera la prueba, “yo querría hacérmela”, dice Feenstra. “Sería otra herramienta que podría ayudar a mejorar mi pronóstico”.

Sin embargo, cuando hablamos de esta tecnología, el término clave es “podría”. Y ese matiz se está perdiendo a medida que algunos médicos se apresuran a adoptar pruebas que ya están en el mercado.

Según la empresa de investigación sanitaria iHealthcareAnalyst, las ventas globales del sector conocido como biopsia líquida (que incluye variantes dirigidas a personas sanas para detectar signos tempranos de cáncer) podrían alcanzar los 20.000 millones de dólares en los próximos años. Las pruebas más comercializadas se dirigen a los cánceres de pulmón, mama, colon, estómago y próstata, impulsadas —según el análisis— por “los millones de nuevos diagnósticos de cáncer en todo el mundo”.

El objetivo es personalizar el tratamiento oncológico para cada paciente. “La tecnología es muy prometedora porque nos permite seguir los resultados en tiempo real y determinar quién necesita más o menos tratamiento”, afirma Roy Herbst, director adjunto del Centro Oncológico de Yale y autor principal del estudio en Nature Medicine. Por ejemplo, si se detectara cáncer en alguien como Feenstra mientras toma medicación tras la quimioterapia, los médicos podrían prolongar ese tratamiento. O bien optar por otro medicamento al que el paciente aún no haya desarrollado tolerancia, explica Herbst.

Como estas pruebas de ADN tumoral son realizadas por laboratorios clínicos, no están sujetas al mismo proceso de aprobación que las pruebas disponibles en farmacias. No obstante, fuera de los ensayos clínicos, no deberían ofrecerse actualmente a los pacientes, advierten Herbst y otros investigadores. “Necesitamos más datos, sobre todo porque desconocemos todos los posibles efectos adversos”, señala.

Tampoco se ha demostrado aún que estas pruebas alarguen la vida de los pacientes.

La detección precoz del ADN tumoral se asocia a peor pronóstico

La tecnología de estas pruebas personalizadas de ctDNA parte del conocimiento de que los tumores cancerosos desarrollan mutaciones genéticas a medida que crecen. Algunas son comunes a determinados tipos de cáncer —como los cambios en el receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR), frecuentes en muchos casos de cáncer de pulmón no microcítico—, y fueron el objetivo de generaciones anteriores de pruebas de ctDNA. Otras mutaciones, en cambio, son únicas para cada tumor y siguen evolucionando conforme este crece. Todas pueden detectarse porque parte del ADN del tumor se filtra a la sangre.

El proceso comienza una vez extirpado el tumor por un cirujano, cuando una muestra se envía a un laboratorio especializado para secuenciar su genoma. También se secuencia el ADN del paciente. Al comparar ambas secuencias, se identifican las mutaciones exclusivas del tumor. Esto permite crear un análisis personalizado para detectar en la sangre huellas genéticas específicas del cáncer. Dependiendo del laboratorio que elabore la prueba, pueden rastrearse desde unas pocas decenas hasta más de mil mutaciones diferentes.

“Las pruebas examinan hebra por hebra del ADN para ver cuáles están mutadas y cuáles no”, explica Jonathan Goldman, director de ensayos clínicos en oncología torácica de la Universidad de California en Los Ángeles y coautor del estudio de Nature Medicine. Como cada prueba se diseña para un tumor específico, “si la prueba sanguínea detecta una copia mutada, suele ser bastante fiable”. (Aunque los falsos positivos son poco frecuentes, la Agencia de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. advirtió en 2024 que “las evaluaciones pueden variar entre laboratorios y tecnologías, lo que puede conllevar resultados discrepantes”).

Estudios recientes confirman que el pronóstico suele ser peor cuando estas pruebas detectan una reaparición microscópica del cáncer. Por ejemplo, las pacientes con cáncer de mama que dieron positivo tras el tratamiento con la prueba NeXT ctDNA tuvieron una supervivencia global menor que aquellas que dieron negativo, según un estudio con 78 pacientes publicado en febrero. Resultados similares se observaron en otro estudio con 171 pacientes con cáncer de pulmón en fase temprana.

Recibir un resultado positivo “es una mala señal”, porque los cánceres que regresan rápidamente suelen ser más agresivos, señala H. Gilbert Welch, investigador del cáncer en el Brigham and Women’s Hospital de Boston.

¿Salva vidas el diagnóstico precoz?

Una de las esperanzas más sólidas es que estas pruebas puedan evitar a algunos pacientes tratamientos innecesarios. En un estudio publicado en The New England Journal of Medicine en 2022, unas 450 personas con cáncer de colon en estadio II fueron asignadas al azar a una de dos opciones: recibir análisis de ctDNA personalizado tras la cirugía para decidir si necesitaban quimioterapia, o bien seguir el protocolo tradicional, basado en síntomas y hallazgos patológicos. Quienes dieron negativo en la prueba evitaron la quimio sin mayor recurrencia del cáncer ni aumento de la mortalidad.

“Los únicos que reciben quimioterapia adyuvante son los que muestran indicios de enfermedad residual mínima”, explica Welch sobre el estudio. “Y el resto puede dar por concluido su tratamiento”.

El periodo posterior a la cirugía, en el que se decide el siguiente paso terapéutico —conocido como ventana de referencia—, es actualmente un momento de gran incertidumbre, señala Richard Chen, director médico de la empresa Personalis, con sede en Fremont (California), responsable de la prueba NeXT. Los médicos le dicen: “Si tuviéramos una prueba que nos indicara justo después de la operación qué pacientes tienen más o menos riesgo de recaída, eso podría ayudarnos a decidir si evitamos o intensificamos el tratamiento”.

No obstante, aún no está claro si detectar antes la enfermedad microscópica en pacientes en remisión mejora realmente la supervivencia. Algunos estudios sobre el seguimiento del cáncer mediante imágenes como TC o radiografías sugieren que podría no ser así.

De hecho, la mitad de los ensayos clínicos de calidad sobre vigilancia con imágenes en cánceres de mama, colon, pulmón y tejido conectivo muestran que quienes se someten a controles periódicos viven más tiempo, pero la otra mitad indica lo contrario. Es “prácticamente una moneda al aire”, concluyó Welch en un artículo en New England Journal of Medicine en abril. Por eso, la Sociedad Americana contra el Cáncer no recomienda el seguimiento por imagentras el tratamiento en la mayoría de los casos de cáncer de mama en fase temprana.

Es posible que el análisis de ctDNA cambie ese panorama, ya que detecta recaídas mucho antes que cualquier otra prueba disponible. Pero “los tratamientos podrían ser igual de eficaces si se esperan los síntomas para actuar”, advierte Welch. Solo los ensayos clínicos aleatorizados podrán responder a esta pregunta crucial.

Comprender mejor los beneficios del análisis personalizado de ctDNA tras el tratamiento ayudará a pacientes y médicos a sopesar los posibles perjuicios. Entre ellos, el elevado coste de las pruebas —una de cáncer de colon puede superar los 3.000 euros por paciente, según algunas estimaciones—, sin contar el trauma emocional que supone enterarse de que el cáncer ha vuelto en un momento en que la persona puede sentirse perfectamente bien.

Las rondas adicionales o más tempranas de quimioterapia derivadas de un resultado positivo también pueden resultar perjudiciales. “No es insignificante administrar un tratamiento potencialmente tóxico a una persona sin síntomas”, afirma Anne Knisely, investigadora en oncología ginecológica del MD Anderson Cancer Center de la Universidad de Texas.

En su estudio en curso sobre ctDNA personalizado tras el tratamiento de mujeres con cáncer de ovario, Knisely ha confirmado que los resultados positivos predicen un peor pronóstico, según explicó en el congreso de la Sociedad de Oncología Ginecológica en 2024. Confía en que, con el tiempo, la individualización del tratamiento basada en estas pruebas pueda mejorar la tasa de supervivencia de este tipo de cáncer—actualmente muy baja— o al menos evitar a las pacientes quimioterapias durísimas que no les aportan beneficios. Pero ambas cuestiones siguen sin respuesta.

“Tenemos que diferenciar entre datos e información útil”, concluye Welch. “Antes de gastar millones —o miles de millones— de dólares en controlar regularmente la actividad del ctDNA, deberíamos asegurarnos de que realmente ayuda a que las personas vivan más y mejor”.

Fuente: National Geographic España

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