Mundo, 18 junio 2025 (ATB Digital).— Durante eones, el firmamento ha sido un lienzo donde los astros dejan huellas de fuego o de hielo. Algunos, apenas visibles, pasan sin dejar más rastro que una tenue estela. Otros, sin embargo, aparecen como presencias monumentales que desafían nuestra comprensión del cosmos.
Tal es el caso del cometa C/2014 UN271 (Bernardinelli-Bernstein), una auténtica maravilla celeste cuyo tamaño y actividad lo han elevado al estatus de leyenda científica.
Con un diámetro de 140 kilómetros, este coloso gélido —el más grande jamás detectado procedente de la Nube de Oort— ha sido recientemente observado con detalle gracias al Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), en el desierto de Atacama, Chile.
Lo más asombroso es que la actividad molecular detectada en su atmósfera cuando se encontraba a una distancia de 16,6 unidades astronómicas del Sol, más allá de la órbita de Neptuno. A pesar del frío extremo y la tenue radiación solar, este gigante ha comenzado a emitir chorros de monóxido de carbono desde su núcleo helado.
Nathan Roth, astrónomo de la American University y del NASA Goddard Space Flight Center, lo explica con asombro: “Estas mediciones nos permiten comprender cómo funciona este enorme y gélido mundo. Estamos viendo patrones de desgasificación explosiva que nos obligan a replantearnos cómo evolucionan estos cuerpos a medida que se acercan al Sol”.
Esta expulsión de gases volátiles en una fase tan temprana del recorrido orbital del cometa es, en sí misma, una rareza. Gracias a la sensibilidad sin precedentes de ALMA, se ha logrado capturar tanto la luz emitida por el monóxido de carbono como el calor residual del cuerpo, revelando los mecanismos internos que desencadenan su comportamiento activo en plena oscuridad estelar.
Una ventana al pasado
A modo de eco de investigaciones previas, estos datos profundizan en las conclusiones obtenidas por estudios como el de Lellouch et al. (2022), en el que se caracterizaba por primera vez el gigantesco núcleo de UN271.
Las recientes mediciones confirman esas dimensiones y aportan nuevos valores sobre la masa de polvo circundante, ajustando así las estimaciones de su estructura y composición. El cometa no solo es el mayor en su clase, sino que sus señales térmicas lo han convertido en una ventana al pasado primigenio del sistema solar.
El fenómeno de la sublimación temprana —el paso directo del hielo al gas sin fase líquida— en zonas tan alejadas del Sol sugiere la presencia de compuestos extremadamente volátiles, atrapados desde la formación del sistema solar.
Este proceso es esencial para comprender la química de los cometas y, por extensión, el origen del agua y las moléculas orgánicas en la Tierra. Algunos científicos sostienen que estos cuerpos pudieron haber sido los mensajeros que trajeron los ingredientes básicos para la vida.
La nube de Oort
Es más, observar en tiempo real la evolución de un objeto tan antiguo y remoto puede revelar aspectos cruciales sobre la dinámica de la Nube de Oort, esa gigantesca esfera de cuerpos helados que rodea nuestro sistema como un halo invisible.
La capacidad de ALMA para estudiar estos objetos en el frío abismal del espacio exterior es fundamental. Como explican los investigadores, este tipo de análisis solo es posible por la extraordinaria precisión con la que el telescopio puede aislar señales tan débiles en un entorno tan inhóspito.
En los próximos años, conforme el cometa C/2014 UN271 continúe su viaje hacia el interior del sistema solar —aunque nunca llegará a cruzar la órbita de Saturno—, se espera que otros compuestos, como dióxido de carbono, metano y posiblemente agua, comiencen también a liberarse. Será entonces cuando podamos observar cómo cambia su estructura, cómo se transforma el polvo que lo rodea y qué otras sorpresas guarda este titán helado en su núcleo de 4.000 millones de años.
Fuente: National Geographic España