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Tu cuerpo brilla en la oscuridad… Solo que no puedes verlo

Mundo, 25 junio 2025 (ATB Digital).— Seguramente, en más de una ocasión, te has visto completamente a oscuras en una habitación. Sin ninguna fuente de luz que te alumbre, te guías con las manos a través de ella, palpando los objetos y buscando el interruptor que encenderá la bombilla de la sala. Pero, ¿te imaginas que eso no fuese necesario? ¿Que cada vez que te encontrases en una estancia oscura contases con tu propio cuerpo como fuente de luz? Y sí, estamos hablando de que tu cuerpo emitiera un tenue brillo, tal y como un elemento radiactivo.

Pues bien, aunque parezca algo ficticio, es algo real: los seres humanos brillamos en la oscuridad. No con destellos como los de una luciérnaga o con la intensidad de una lámpara de noche, pero sí generamos una luz débil y sútil. De hecho, es tan tenue que ni siquiera nuestros ojos pueden detectarla. Se trata de la bioluminiscencia humana.

Un faro invisible

La bioluminiscencia ultra débil, así es como se la conoce para ser exactos, no es un fenómeno exclusivo del ser humano. Sin embargo, es probable que sea donde más llama la atención. De hecho, aunque todos los organismos vivos emiten esa luz – plantas, animales o bacterias – probablemente sea en tí mismo donde más te parece impresionante que ocurra. Pero, ¿por qué ibas a ser distinto?

Y la clave está en la química. Nuestro cuerpo, para mantenerse con vida, está en constante combustión controlada: transforma oxígeno y nutrientes en energía. Es un proceso en el que se generan radicales libres, es decir, moléculas inestables que, al interactuar con lípidos y proteínas, liberan pequeños destellos de luz. Se trata de fotones que escapan de nuestras células tal y como si se tratasen de fugitivos luminosos.

Y no, la razón no es evidente. Al final, los fotones son, simplemente, los productos de las reacciones químicas que nos mantienen con vida. Así que en los humanos no cumplen tareas de comunicación, ni defensa ni atracción sexual, como ocurre en otras especies. Se trata, simplemente, de un efecto colateral de estar vivos.

El ojo que no ve, pero la cámara sí

Entonces, ¿por qué no lo notamos? Pues porque esta luz es débil. De hecho, es tan tenue que es alrededor de mil veces menos intensa que el mínimo que el ojo humano puede detectar. Debemos pensar que vivimos rodeados de luz artificial, de pantallas y de focos, por lo que, frente a eso, la luz natural de nuestro cuerpo se pierde.

Aun así, existe. Y podemos verla siempre y cuando utilicemos los instrumentos adecuados. Por ejemplo, en 2009, un grupo de científicos japoneses logró fotografiar la bioluminiscencia humana utilizando cámaras extremadamente sensibles, capaces de detectar un solo fotón. Y las imágenes son, cuanto menos, inquietantes: rostros humanos flotando en la oscuridad, emitiendo luz propia.

Y lo más curioso, es que observaron que la intensidad de ese brillo varía a lo largo del día. Concretamente, alcanza su punto más alto en la tarde, cuando el metabolismo está más activo, y cae durante la noche. Es decir, sigue el ciclo marcado por nuestro reloj biológico, el cual se asemeja al ritmo circadiano. En otras palabras, somos, literalmente, seres que se encienden y apagan al ritmo interno.

¿Un espejo de nuestra salud?

Aunque los humanos no tengamos órganos capaces de apreciar ese brillo, la ciencia sí le ha encontrado valor. Como la luz proviene de reacciones químicas relacionadas con el estrés oxidativo, los niveles de bioluminiscencia podrían reflejar el estado de nuestras células: más luz podría significar más actividad metabólica… o más daño celular.

Y esto abre una nueva puerta: la posibilidad de usar ese brillo como una herramienta diagnóstica. Algún día, quizás, podríamos detectar anomalías observando simplemente cómo brilla una persona. No obstante, por el momento, es simplemente una línea de investigación. Pero como tantas cosas invisibles, es solo cuestión de saber mirar.

Fuente: National Geographic España

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