Mundo, 10 julio 2025 (ATB Digital).— Cuando tenía 22 años, Charles Darwin se embarcó en un buque para dar la vuelta al mundo. En septiembre de 1835, quedó maravillado con las Islas Galápagos, un territorio aislado en medio del océano Pacífico, que le sirvió de inspiración para su teoría de la evolución. Como si estuviera en un laboratorio a cielo abierto, allí se encontró con una flora y fauna de características únicas para realizar numerosos estudios.
Desde entonces, allí se llevan a cabo investigaciones de todo tipo, favorecidas por un aislamiento que permite observar a las especies en condiciones naturales. En el último tiempo, en las profundidades del archipiélago se ha descubierto un nuevo arrecife de coral, se ha analizado la diversidad genética de las tortugas y se investiga sobre la contaminación por plásticos.
Islas Galápagos, la inspiración de Darwin
En estos días, un equipo de científicos de la Universidad de California en Riverside, Estados Unidos, y del Instituto Weizmann de Israel, ha llevado a cabo un estudio con tomates silvestres, publicado en Nature, y sus resultados podrían marcar un punto de ruptura sobre lo que creíamos saber acerca de la evolución.
En primer lugar, los expertos recolectaron más de 30 plantas que crecían en diferentes lugares de las islas, especialmente centrados en dos especies: Solanum cheesmaniae y Solanum galapagense. Los tomates provenían de plantas de Sudamérica, posiblemente transportadas al archipiélago por las aves.
Tomaron más de 50 muestras y observaron su genética, y además analizaron las características del sitio donde crecían. Las Islas Galápagos están constituidas por 13 territorios insulares muy diferentes entre sí. Las que se encuentran en la parte occidental son más jóvenes y con actividad volcánica. Su suelo está menos desarrollado y es más árido. Es decir, tienen una similitud con las condiciones en las que crecían los cultivos antiguos.
Ante esto, los tomates han modificado su genética para alcanzar una versión arcaica que les permite una mejor adaptación: “Están volviendo a un estado genético más primitivo”, señalan los expertos. ¿Y eso qué significa? Todos los tomates producen alcaloides, pero según las condiciones en las que se encuentran, modifican su comportamiento biológico. La mutación le ha permitido al tomate sintetizar compuestos que se creían antiguos.
¿Los tomates han evolucionado a la inversa?
La posibilidad de evolucionar hacia una especie que supuestamente ya había quedado atrás genera cierta polémica en la biología. Desde hace años se estudia esta posibilidad, pero en 1983 se había formulado la Ley de irreversibilidad evolutiva.
Los tomates silvestres plantean lo contrario. “Podría ser que la molécula ancestral proporcione una mejor defensa en las duras condiciones occidentales”, afirmó Adam Jozwiak, bioquímica molecular de UC Riverside, y luego añadió: “Algunas personas no lo creen, pero hay una evidencia genética y química. El mecanismo está ahí y si puede suceder en tomates, teóricamente podría suceder en otras especies, incluido en humanos. No sucederá en dos años, pero quizás con el tiempo si las condiciones ambientales cambian”.
Durante muchos años se ha descartado la teoría de la evolución inversa, que ahora plantea un nuevo escenario: no se trata de una regresión de la especie, sino de una mutación para adaptarse mejor. Darwin sostenía que había una variación genética siempre en favor de la competencia a las condiciones. Quizás los tomates nos vienen a plantear que el futuro… está en el pasado.
Fuente: National Geographic España