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La NASA ha podido observar con detalle el nacimiento de un sistema solar

La NASA ha podido observar con detalle el nacimiento de un sistema solar

Mundo, 17 de julio 2025 (ATB Digital).- Hace 4.500 millones de años, una nube de gas y polvo comenzó a arremolinarse en un punto concreto del espacio. En el centro de dicho punto, una protoestrella de una densidad formidable iba poco a poco absorbiendo la materia de su alrededor, condensando sus átomos unos con otros. A medida que iba cayendo más material, la presión y la temperatura aumentaron hasta tal punto que el hidrógeno de su interior no lo pudo soportar, y empezó a fusionarse para crear helio en un proceso extraordinariamente energético.as subculturas afroamericanas y bohemias y desde entonces se ha extendido a todo el mundo. Lo que varía son las formas de ‘ser cool’ de acuerdo con las modas, pero la palabra sigue siendo una aspiración que atraviesa generaciones y naciones. Incluso, se pronuncia igual en diferentes idiomas: inglés, francés, castellano y turco.

La explosión nuclear consecuente permitió que el Sol, nuestra estrella, comenzara a bañar de luz sus alrededores. Allí, los restos de gases y polvo que no habían caído en la estrella también chocaban unos con otros, dando lugar, de forma violenta, a los planetas que conocemos, incluida la Tierra. El resto, como se suele decir, es historia.

Aunque en aquel momento no había nadie para verlo y documentar el proceso, remanentes de la época en forma de meteoritos del tipo condrita, han permitido a los astrónomos juntar las piezas del puzle hasta formar una imagen de lo que ocurrió. Sin embargo, todavía quedan muchas incógnitas por resolver. Hoy en día, en otras partes del universo, este mismo proceso sigue ocurriendo. A miles de años luz, las estrellas nacen tras una gigantesca explosión, y los planetas siguen formándose. Pero ahora lo hacen bajo la atenta mirada de astrónomos que esperan, gracias a estas observaciones, descubrir los intrincados mecanismos tras la creación y consolidación de un sistema solar.

Cuando las estrellas dan (a) luz

Es por ello una gran noticia que un equipo internacional de astrónomos e investigadores haya logrado visualizar un sistema solar en formación empleando datos del Telescopio Espacial James Webb y del ALMA (Atacama Large Milimiter Array). El sistema en nacimiento se encuentra en la Nebulosa M78, en la constelación de Orión B, una región que fue descubierta por el astrónomo Charles Messier en 1780 y que es muy activa a la hora de formar estrellas.
Lo que hace especial a la protoestrella en cuestión, llamada HOPS 315, es su orientación. Por lo general, en el momento de su nacimiento, las estrellas se encuentran rodeadas por una coraza de material que impide observar lo que ocurre en el interior, pero en HOPS 315 esta coraza tiene una brecha que permite asomarse a los adentros del nacimiento planetario. Así, los investigadores han podido hallar indicios de un gas denominado monóxido de silicio y de otros minerales de silicatos orbitando el astro en formación.
La presencia de estos minerales sólo es posible por las temperaturas elevadas, algo inferiores a los 1000ºC. En estas condiciones, los minerales se vuelven más maleables y forman inclusiones como las que hemos podido observar en los meteoritos de nuestro propio sistema solar. Por ello, HOPS 315 permite reafirmar algunos de los mecanismos de formación planetaria que se sospechaban y que prometen ayudar a entender qué sucedía en los primeros estadios de nuestro Sistema Solar.

El violento llanto del bebé estrella

Otra de las curiosidades de HOPS 315 es que, al tratarse de una estrella tan joven, su núcleo gira a una velocidad pasmosa. Por ello, de cada uno de los polos del astro surgen dos chorros de material en direcciones opuestas. Estos chorros frenan poco a poco la velocidad de giro y, además, empujan hacia el exterior del sistema solar en formación tanto el gas como las partículas más pequeñas de polvo. El viento solar resultante es, también, lo que ha creado el agujero en la nube que rodea la protoestrella, por lo que ha sido crucial a la hora de realizar el descubrimiento.
Se cree que esta misma situación se dio durante la formación de nuestro Sol, y fue una de las condiciones necesarias para que los protoplanetas que lo orbitaban creciesen en tamaño hasta lo que podemos observar hoy en día. En la actualidad, el resto de material que no ha caído en la estrella ni en los planetas se encuentra en orbitando más allá de Neptuno o en el espacio interestelar.

En definitiva, HOPS 315 ofrece una ventana al pasado, una visión que permitirá a las afiladas mentes que lo estudian a resolver las incógnitas que rodean la formación estelar. Estas mismas mentes quieren seguir escaneando el cielo para encontrar más sistemas en nacimiento y así entender si hay cierto orden en el caos que conlleva formar un sistema solar, o si han de replantearse los modelos actuales.


Fuente: National Geographic España

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