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La historia de Richard: un hombre inocente que fue encarcelado

Tarija, 21 de julio 2025 (ATB Digital).- Richard Mamani Martínez es un joven que a sus 19 años fue encarcelado por una denuncia de violación cometida contra de una niña de 12 años. A sus 21 fue condenado a 25 de prisión y permaneció encerrado en la cárcel de Morros Blancos, de Tarija, hasta sus 28. Solo quedó en libertad después de que la víctima, en 2023, siendo ya mayor de edad, declarara que no era el culpable del crimen y que había sido obligada a culparlo por un hecho que en realidad no cometió.

Pasó nueve largos años dentro de la penitenciaría, donde todos los días gritaba en silencio que era inocente. Durante el juicio, que se desarrolló en Camargo, de nada le sirvió decirles a las autoridades que estaban juzgando a alguien que no había cometido el grave delito que le estaban endilgando.

Lo aprehendieron el 28 de julio de 2016 en la comunidad de Llanquisa, del municipio de Villa Charcas, en Chuquisaca, cuando había ido a visitar a su abuela. Él vivía en Challaupi, a donde regresó, para volver a vivir junto  a sus padres, luego de haber sido liberado el pasado 27 de junio.

CORREO DEL SUR se contactó con Richard y lo entrevistó para saber cómo fue el tránsito de este joven muchacho que se convirtió en hombre tras las rejas.

Él concluye que perdió su juventud y que por más que cuestione a la justicia, ¿quién se la devuelve? Sabe que no podrá recuperarla jamás…

LA APREHENSIÓN

Todo comenzó el 28 de julio de 2016, en Llanquisa, donde dos policías le notificaron que quedaba aprehendido por un acto de violación contra una niña. “Yo estaba de visita a mi abuelita y justo ahí me llegaron con la Policía y me sorprendió, pero, como tampoco no tenía nada de qué asustarme, he esperado nomás. Así pasó todo el tiempo, toda esa pesadilla”.

“Me trajeron aquí, a Villa Charcas. Ahí estaba como unos 15 minutos. De ahí, directo me trajeron aquí (a la cárcel de Morros Blancos, en Tarija)”.

“No, no podía decir nada, ninguna cosa (…). Directamente me llevaron”. Al inicio de la entrevista, Richard apenas podía hilvanar unas cuantas frases para recordar cómo había empezado su suplicio.

EL JUICIO EN CAMARGO

En una audiencia de medidas cautelares un juez de Camargo ordenó su encierro preventivo en Morros Blancos. “En ese juicio ya me di cuenta directamente lo que estaba pasando (…). Había abogados que me ofrecieron para que me hagan un juicio abreviado. Pero como no era culpable, nada de eso, yo no quise”, revela, antes de reflexionar: “¿Cómo me hecho la culpabilidad?”.

Quienes le ofrecieron esa salida fueron los abogados de Defensa Pública. “Tal vez no querían ayudar o no sé, pero solo querían que me heche la culpa”, recalca para volverse a preguntar: “¿Cómo me hecho la culpa de algo que no cometí yo?”.

En ese momento, Richard comprendió que no solo tendría que convencer que era inocente a quienes lo acusaban, sino también a quienes decían estar de su lado. Y así llegó al juicio prácticamente solo, sin que nadie creyera en su palabra, hasta que en octubre de 2019 escuchó que lo sentenciaban a 25 años de cárcel sin derecho a indulto.

CORREO DEL SUR (CS). ¿Qué has sentido en ese momento?, le consultamos.

“No, pucha, eso fue… Eso pasó en Camargo (…), no sabía qué hacer, estaba desesperado, pero siempre con la fe (en) que esto sí se va a aclarar”.

CS. Cuando los jueces te dieron la palabra, antes de emitir su sentencia, ¿qué dijiste?

RMM. “Yo siempre dije la verdad, que no era yo, que quizá hubiera una investigación a fondo.

Siempre pedí eso, pero no me escucharon y directamente me sentenciaron”.

ANTES DE SER APREHENDIDO

Antes de que fuera aprehendido y se consumara la sentencia, Richard, con 19 años de edad, llevaba una vida normal. Había estudiado hasta cuarto de primaria y desde pequeño se dedicó a ayudar a sus padres en las labores agrícolas y de pastoreo en su casa por ser el mayor de seis hermanos.

Siendo un muchacho, aprendió a ganarse la vida trabajando por su cuenta. “Tenía un trabajo aquí, en Villa Charcas, tenía un trabajo y en mis días libres trabajaba con mi papá, igual, ayudando”. Cuando fue aprehendido, trabajaba en la construcción de la represa de Chaullamayu.

PRIMER DÍA DE CÁRCEL

“Cuando llegué allá abajo (cárcel de Morros Blancos) igual fue total, una pesadilla total para mí. Yo nunca he llegado ni a ser detenido ni a la Policía, nada, nada. Y fue muy complicado, la verdad”.

Nadie la había comentado cómo era la cárcel: “Sí, directamente llegué como llegar a un lugar… No sé, no desearía a nadie eso”. Inmediatamente recuerda que cuando lo introdujeron a una celda había allí dos detenidos y “me orientaron un poco”.

“No me pegaron, nada, sino que lastimosamente tenemos nuestros policías, que siempre voy a decir eso: estaban muy mal, muy abusivos, y así me pegaron, me pegaron”. Luego, complementa: “Los policías siempre te van a juzgar de lo que sos acusado, y de eso me pegaron”.

Para atacarlo tomaron sus bastones y le dieron “golpes bajos”. “Para mí ha sido un golpe duro”, señala al recordar que en ese entonces solo tenía 19 años.

SU VIDA EN LA CÁRCEL

Así, con la impotencia natural de alguien detenido injustamente, tuvo que hacer una nueva vida. Aprendió carpintería con su profesor Jhonny, a quien recuerda con agradecimiento.

No continuó estudiando “porque tenía que trabajar; si no trabajaba, también no tenía ni para comer”. Dice que “me he dedicado a todo”. Por ejemplo, trabajó como ayudante de cocina de un hombre que tenía un negocio en la cárcel. 

“Conocí personas buenas y me dieron la mano”. Hasta que logró montar su propia tiendita en la que vendía de todo “gracias a un amigo que me le dio la mano”.

SUS PADRES

Cuenta que sus padres nunca dudaron de su inocencia y siempre estuvieron a su lado apoyándolo incondicionalmente, aunque, por cuestiones económicas solo iban a visitarlo unas dos o tres veces al año; ellos viven lejos de Tarija.

“Mis papás siempre estaban ahí. Creyeron, nunca me juzgaron, siempre han luchado conmigo y yo se lo debo a todos a mis padres”, dice, emocionado.

Con los amigos no ocurrió lo mismo. “No hay amigos, como dice el dicho, cuando estás en la cárcel. Pero amigos están cuando tienes algo o cuando estás aquí en chupa (bebiendo)”, sostiene.

EL PADRE SOTELO

Nueve años de tortura mental soportó Richard, quien confiesa que en muchas ocasiones vio apagarse la luz al final del túnel y quiso acabar con su vida.

Pero un sacerdote y la Pastoral Carcelaria se encargaron de darle ánimo para que siguiera luchando por su libertad. “El hermano Miguel Sotelo para mí fue una persona muy, no sé, cómo le podría decir, como un segundo papá para mí sería”, confiesa.

“Él me decía que vamos a luchar, que esto paso a paso vamos a lograr que se esclarezca todo; pero ya estaba con sentencia, mi sentencia era ejecutoriada”.

No podía apelar porque “no tenía plata, me cobraban muy caro y por ese motivo no pude hacer una apelación”.

RETARDACIÓN EN LA SUPREMA

El 13 de octubre de 2022, en una cámara Gesell, siendo ya mayor de edad, la víctima declaró que la persona que la había violado era en realidad su cuñado, Ángel Gabriel G.M., quien la atacó cuando tenía siete y nueve años.

Más tarde llegó voluntariamente a la Plaza Luis de Fuentes de Tarija para decir su verdad en los medios de comunicación: su hermana la había obligó a mentir, a señalar como culpable a Richard Mamani Martínez.

Ya habían confesado que era inocente y él pensaba que deberían soltarlo de inmediato, pero “era muy complicado y tenía que esperar todavía que entrara la revisión extraordinaria”. Esa espera duró dos años y ocho meses, por culpa del sistema judicial, por la burocracia en el Tribunal Supremo.

A LA JUSTICIA

“Yo diría que así para detener a una persona o darles una sentencia debería haber una investigación a fondo, no así tan solo que, con dichos, que “él ha sido”, directamente darles una sentencia”, reflexiona Richard para luego poner el dedo en la llaga de la justicia nacional en torno a esta clase de casos:

“Diría que hagan una investigación bien a fondo, que escuchen a ambas partes, no solo a la víctima, porque cuando se va a acusar de algo, digamos, soy una víctima, la víctima todo tiene a favor. Porque así, como hombres, no tenemos casi nada de donde agarrarnos, porque todo lo que hablé fue en vano: no me creyeron, así directamente sentencia fue”.

DEUDAS

Richard Mamani Martínez dejó la cárcel convencido de que perdió su juventud y de que recuperar el tiempo después de estar nueve años encarcelado es imposible. Recuerda que perdió su trabajo y muchas otras cosas y que ahora no tiene nada. “Solo me he hecho deuda nomás y perdí mi juventud, todo, así, por un mal manejo de la justicia”, cuestiona.

Fuente: Correo del Sur

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