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Tu cerebro podría ser ‘más viejo’ que lo que dice tu edad, y descubrirlo ahora es más fácil que nunca

Mundo, 24 de julio 2025 (ATB Digital).- La vejez llega para todos, pero la rapidez con la que lo hace —y el estado de salud en que se llega— puede variar drásticamente. Una investigación revolucionaria facilita como nunca antes determinar cuán rápido está envejeciendo tu cerebro —y muestra que tener un cerebro “viejo” incrementa el riesgo de muerte en un sorprendente 182% durante unos 15 años, en comparación con personas cuyos cerebros envejecen con normalidad.

En el primero de dos estudios recientes, científicos de la Universidad de Stanford descubrieron que las personas con órganos biológicamente más jóvenes tenían un riesgo significativamente menor de desarrollar enfermedades en comparación con aquellas con órganos más envejecidos. Esto era especialmente cierto en el caso del cerebro: además de aumentar el riesgo de muerte, tener un cerebro más viejo multiplicaba por tres el riesgo de demencia.

El equipo de investigación de Stanford realizó estos descubrimientos mediante un análisis de sangre basado en biomarcadores proteicos, lo que les permitió estimar la edad biológica de órganos específicos del cuerpo —una medida que, a diferencia de la edad cronológica, refleja el verdadero estado de los órganos. Pero no son los únicos que están logrando avances en este campo.

En un estudio complementario, investigadores de la Universidad de Duke y la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, demuestran que una sola resonancia magnética —una tecnología ya común en hospitales— puede utilizarse para predecir el envejecimiento biológico del cerebro con una precisión sorprendente.

Cerebro

En conjunto, estos estudios podrían revolucionar la forma en que los científicos y los médicos predicen y previenen enfermedades crónicas mucho antes de que aparezcan. “En lugar de tratar cada enfermedad una por una una vez que las personas las desarrollan, queremos enfocar la medicina de una forma completamente diferente e intervenir mientras las personas aún son jóvenes y antes de que se desarrollen enfermedades relacionadas con la edad,” dice Terrie Moffitt, coautora del estudio de Duke/Otago y profesora de psicología y neurociencia en la Duke University School of Medicine.

Edad biológica vs. edad cronológica

Los científicos llevan tiempo diferenciando entre la edad cronológica —los años que llevas vivo— y la edad biológica. Incluso los demás podríamos notarlo en una reunión de antiguos alumnos del colegio: un excompañero entrena para su cuarto triatlón mientras otro sufre dolores de cadera y problemas de memoria.

Ayuda pensar en la diferencia entre edad biológica y cronológica como la diferencia entre el kilometraje de un coche y el año en que fue fabricado. “Aunque muchas personas conduzcan coches fabricados en 2010, algunos les han metido muchos más kilómetros que otros,” explica Ahmad Hariri, profesor de psicología y neurociencia en la Universidad de Duke y autor principal del estudio de Duke/Otago.

Y al igual que las piezas de un coche se desgastan de forma diferente, lo mismo ocurre con los órganos del cuerpo. “La edad biológica indica la salud y el estado de un órgano reflejando lo bien que está funcionando, cuánto está deteriorándose y cuán probable es que desarrolle una enfermedad”, explica Tony Wyss-Coray, profesor de neurología y autor principal del estudio de Stanford.

Meryl Davids Landau

Tu piel, por ejemplo, puede ser biológicamente más joven que tu edad cronológica, mientras que tu corazón podría estar envejeciendo más rápido. La longevidad de cada órgano está determinada por una combinación de genética, estilo de vida, estrés, historial de enfermedades y exposiciones ambientales.

Estos factores ayudan a explicar por qué algunas personas se mantienen biológicamente jóvenes pese a lo que diga su carné de conducir, mientras que otras envejecen prematuramente y enfrentan mayores riesgos de afecciones como demencia, enfermedades cardíacas o diabetes.

Para determinar la edad biológica, los científicos han desarrollado distintos “relojes de envejecimiento” basados en biomarcadores—signos medibles del funcionamiento biológico a nivel celular o sistémico. Entre los más utilizados están la metilación del ADN (un proceso químico que “etiqueta” partes del ADN según la exposición o el estrés) y la expresión génica. Aunque cada reloj del envejecimiento tiene fines específicos, todos buscan mejorar nuestra comprensión del proceso de envejecimiento.

Descubrir cómo afecta la edad biológica a tu salud
Uno de los principales beneficios de un reloj del envejecimiento bien diseñado es revelar por qué ciertos órganos envejecen más rápido —y cómo mantenerlos jóvenes puede mejorar la longevidad y la calidad de vida. Por ejemplo, el estudio de Stanford, publicado el 9 de julio en Nature Medicine, evaluó el envejecimiento biológico de 11 sistemas orgánicos principales —incluyendo el cerebro, el corazón y los riñones— y muestra vínculos claros entre la edad biológica y los resultados en salud.

Daryl Austin

En concreto, órganos más envejecidos predecían enfermedad, mientras que los más jóvenes ofrecían protección. Para llegar a estas conclusiones, Wyss-Coray y su equipo analizaron más de 3.000 proteínas en muestras de sangre de más de 45.000 personas. Mediante aprendizaje automático, desarrollaron un algoritmo que, a partir de estos datos, estimaba la edad biológica de cada sistema orgánico —todo a partir de una sola muestra de sangre.

Cada “reloj orgánico,” como los llama Wyss-Coray, muestra cuánto más joven o más viejo es un órgano en comparación con la edad cronológica de una persona. “Lo fascinante de nuestra investigación es que las personas con órganos más viejos mostraban mayor probabilidad de desarrollar enfermedades en esos órganos,” explica.

Por ejemplo, los datos de proteínas sanguíneas revelaron que un corazón anormalmente envejecido predecía mayor riesgo de fibrilación auricular e insuficiencia cardíaca; pulmones envejecidos se asociaban con mayor riesgo de EPOC; y un cerebro envejecido aumentaba drásticamente la probabilidad de demencia.

De hecho, alguien con un cerebro biológicamente viejo tenía unas 12 veces más probabilidades de desarrollar alzhéimer en la siguiente década, en comparación con personas con cerebros biológicamente jóvenes. Por el contrario, cerebros y corazones biológicamente jóvenes se asociaban con mayor longevidad.

Lo más impactante es que el estudio halló que tener un cerebro “joven” reduce el riesgo de muerte hasta en un 40%. Aunque el estudio presenta limitaciones —como una cohorte mayoritariamente blanca y un panel de proteínas limitado— demuestra que los niveles de proteínas, a diferencia de los datos genéticos, pueden cambiar con el tiempo.

Esto abre la puerta a intervenciones médicas más personalizadas. Si los médicos pueden determinar qué órganos están envejeciendo con mayor rapidez, podrían ralentizar —o incluso revertir— ese deterioro con tratamientos específicos.

Un reloj del envejecimiento más accesible

Aunque el test de Stanford ha sido patentado y licenciado a una empresa biotecnológica con la esperanza de que llegue a tener uso clínico, podrían pasar años hasta que esté disponible de forma generalizada en hospitales y clínicas. En cambio, el estudio de Duke/Otago utiliza resonancias magnéticas, una tecnología ya habitual en muchos entornos clínicos.

Publicado el 1 de julio en Nature Aging, el estudio se centra en DunedinPACNI—un biomarcador basado en algoritmos que el equipo desarrolló para estimar cuán rápido está envejeciendo una persona usando escáneres cerebrales estándar (RM). “A partir de una sola imagen cerebral, los investigadores pueden estimar ahora la velocidad a la que estás envejeciendo para predecir el riesgo de enfermedad,” afirma Ethan Whitman, autor principal del estudio y doctorando en psicología clínica en la Universidad de Duke.

El algoritmo fue desarrollado a partir de más de 50.000 resonancias magnéticas cerebrales de cuatro bases de datos y datos longitudinales del célebre estudio Dunedin —una cohorte poco común de 1.037 individuos nacidos entre 1972 y 1973 en Nueva Zelanda, seguidos durante décadas.

Este reloj del envejecimiento identifica marcadores estructurales clave—como el adelgazamiento cortical, la reducción del hipocampo (cambios asociados con la pérdida de memoria y la demencia), y otros patrones de atrofia específicos —para estimar el deterioro cerebral y el declive cognitivo. Y lo hace, fundamentalmente, aislando el envejecimiento biológico de las influencias generacionales. “La mayoría de los relojes de envejecimiento se basan en comparaciones entre personas jóvenes y mayores, lo que puede confundir el envejecimiento con exposiciones generacionales como el humo del tabaco o la gasolina con plomo,” explica Whitman.

“Como todos los participantes de nuestro estudio nacieron el mismo año, pudimos centrarnos exclusivamente en el envejecimiento biológico.” Y mejor aún: esta herramienta lo logra de forma más rápida y precisa que métodos anteriores, menos accesibles.

Estos hallazgos podrían suponer un cambio radical para los ensayos clínicos y para los médicos que trabajan en la detección precoz de enfermedades relacionadas con el cerebro. “DunedinPACNI podría utilizarse como herramienta de medición en ensayos clínicos o como herramienta de cribado para ayudar a los médicos a identificar a los pacientes con mayor riesgo de deterioro cognitivo”, afirma Hariri.

De hecho, una medida complementaria del algoritmo, conocida como DunedinPACE, ya ha predicho el riesgo de enfermedad en poblaciones de Estados Unidos, Reino Unido y América Latina, incluso antes de que aparecieran los síntomas.

Por ahora, la herramienta sigue siendo una medida relativa —comparando a individuos entre sí dentro del mismo conjunto de datos—, pero ya se están desarrollando normas de referencia para un uso más amplio.

¿El futuro de la medicina personalizada?

En conjunto, estos estudios suponen un gran avance para la medicina personalizada. Aunque los estudios se llevaron a cabo de forma independiente, los dos equipos de investigación revisaron y elogiaron el trabajo del otro. Kristine Yaffe, directora del Center for Population Brain Health en la University of California, San Francisco, que no participó en ninguno de los estudios, también los revisó y los califica como estudios de alta calidad, a gran escala y altamente complementarios.

Wyss-Coray describe la investigación de Duke/Otago como “un enfoque muy potente para construir mejores modelos, obtener más información biológica y hacer mejores predicciones sobre la salud y la enfermedad”.

Whitman, por su parte, califica la investigación de Stanford como “un estudio excelente que mejora nuestra comprensión del envejecimiento y de cómo medirlo”.

Pero es la combinación de ambos enfoques la que podría ofrecer el mayor potencial. “Al utilizar ambos tipos de medidas, se puede identificar el riesgo general de una persona frente a enfermedades crónicas y también detectar riesgos aumentados de forma específica para determinados órganos —es como saber no solo a qué velocidad va tu coche, sino también qué piezas podrían desgastarse antes”, explica Hariri.

“Es emocionante imaginar un futuro en el que una simple gota de sangre o una resonancia magnética puedan ayudar a guiar intervenciones personalizadas (como cambios en el estilo de vida o medicamentos) y seguir su efectividad a lo largo del tiempo”, añade Wyss-Coray. Y eso importa, porque ninguna medición por sí sola “puede contar toda la historia”, afirma Whitman. “Los médicos del futuro necesitarán varias herramientas que ofrezcan perspectivas únicas sobre cómo estamos envejeciendo y cómo podemos mantenernos sanos durante más tiempo.”

Fuente: National Geographic

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