Mundo, 12 de agosto 2025 (ATB Digital).- Durante décadas, el diagnóstico de cáncer de páncreas era, para muchos, una suerte de sentencia irreversible. Sin embargo, gracias a los avances científicos y a un incansable espíritu de innovación, hoy la supervivencia de los pacientes se ha duplicado en países como España.
Y ahora, una nueva esperanza irrumpe con fuerza: una vacuna experimental que no solo busca prevenir, sino entrenar al sistema inmune para atacar directamente a uno de los enemigos más mortales del cuerpo humano.
Este prometedor avance llega de la mano del inmunólogo Darrel Irvine y su equipo del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Su estrategia se aleja de los caminos convencionales: en lugar de inyectar la vacuna y esperar que esta alcance su destino, han optado por un enfoque más audaz.
Han diseñado un mecanismo capaz de “hacer autostop” en la sangre, metafóricamente hablando, valiéndose de la albúmina, una proteína natural que transporta sustancias por todo el cuerpo. Con este sistema, las moléculas vacunales llegan directamente a los ganglios linfáticos, donde aguardan los linfocitos T, los soldados del sistema inmune.
Primera aplicación en humanos
Este ingenioso truco biotecnológico no es nuevo, pero su aplicación en humanos marca un hito. Los primeros ensayos en ratones ya mostraban una mejora sustancial en la respuesta inmune, hasta 30 veces superior a la de las vacunas convencionales. Ahora, el salto a pacientes humanos con cáncer de páncreas y colon comienza a ofrecer datos alentadores.
El ensayo clínico, publicado en la prestigiosa Nature Medicine, ha incluido a 25 pacientes, todos previamente operados y tratados con quimioterapia, pero aún con enfermedad residual microscópica.
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Y los resultados no han tardado en llegar. De los vacunados, el 68% desarrolló una respuesta inmunitaria considerada “potente” por los investigadores, activando linfocitos T capaces de reconocer y atacar células con mutaciones en la proteína KRAS. Esta proteína, cuyo nombre puede sonar lejano, está presente en aproximadamente el 90% de los casos de cáncer de páncreas, y en uno de cada tres de colon. Su papel como “motor genético” de tumores la convierte en una diana ideal para esta nueva generación de vacunas.
Siguiente paso: llegar a más pacientes
El fármaco experimental, bautizado como ELI-002, no se conforma con atacar una sola mutación. Si en su primera versión se dirigía a dos variantes de KRAS, la segunda fase del ensayo clínico amplía su alcance hasta siete mutaciones distintas.
El objetivo es claro: crear una vacuna versátil y eficaz para una amplia gama de pacientes. Y aunque el ensayo no contó con un grupo de control, los datos son esperanzadores: los pacientes que desarrollaron una respuesta inmune vivieron una media de 15 meses más sin recaídas, una cifra significativa frente al historial clínico habitual en estos casos.
No se trata únicamente de una cuestión de tiempo de vida, sino de calidad y esperanza. La inmunoterapia, que ya ha revolucionado tratamientos como el del melanoma, podría estar a las puertas de transformar también el abordaje del cáncer de páncreas, uno de los más letales del planeta. Con más de 470.000 muertes al año, cualquier avance representa una victoria. Y esta vacuna no solo muestra eficacia, sino también sostenibilidad: su producción es industrializable, lo que abre la posibilidad de llevarla a miles, incluso millones de pacientes, si los próximos ensayos lo confirman.
Fuente: National Geographic