“¿De qué me sirve que me mires desde lejos toda la vida? Animate cagón”, escribió el 10 de agosto pasado la usuaria de X @jazfrancischell. El mensaje de ira -y desilusión- de Jaz en la red social se viralizó rápidamente. Miles de usuarios comenzaron a contestarle con la frase “yo cuando me animo” y la maquinaria de X se puso en marcha: ya no había freno a la tendencia.
Primero fueron insinuaciones amorosas hasta que, rápidamente, el impulsivo comentario se transformó en el origen de una catarata de divertidas respuestas en el que hombres incómodos intentaban interactuar con mujeres… O simplemente intentaban interactuar.
Los famosos y políticos se subieron a la tendencia y el resultado es diversión asegurada: la posibilidad de scrollear sin fin videos, memes y anécdotas divertidas.
La frase “yo cuando me animo” se utilizó para acompañar situaciones tan diversas como intentos fallidos de conversación, gestos torpes en encuentros casuales o confesiones de sentimientos nunca expresados. En este contexto, la viralidad no solo se midió en números, sino en la capacidad de la tendencia para generar identificación y empatía.
Muchas se identifican con las respuestas y muchos con la incomodidad de haberlas protagonizado. Es que esta fórmula universal permite a los usuarios expresar una emoción compartida de vulnerabilidad y fracaso.