La Paz, 15 de sep 2025 (ATB Digital).- El ‘profe’ Alfredo Coca, además de un virtuoso del charango, es también un defensor incansable de su historia y de su vigencia cultural. Y un merecido reconocimiento a su labor fue el Premio Nacional de Culturas que recibió hace unos días.
Con más de medio siglo sobre los escenarios, este maestro convirtió su trayectoria en un itinerario de reivindicación de este instrumento, desde Cochabamba hacia el mundo, llevando su sonido hasta París, en la sede de la UNESCO, acompañando a grandes artistas internacionales como el belga Stromae y logrando que el charango sea reconocido como una de las expresiones más representativas de la identidad boliviana.
“Desde que empecé con el charango hace más de 50 años, mi afán fue conocerlo, aprenderlo y rescatar su esencia”, recuerda.
Su carrera comenzó casi por azar, cuando a los 16 años se encontró con un amigo que, bajo un árbol, ejecutaba el instrumento de cuerdas metálicas (como suele usarse aún en algunas zonas). Ese momento marcó el inicio de una vida dedicada al charango. Desde entonces, Coca asumió dos tareas: perfeccionar la técnica y, sobre todo, preservar el sentimiento y la tradición que acompañan a cada melodía.
REIVINDICACIÓN
El liderazgo del ‘profe’ Alfredo fue decisivo en la institucionalización del charango en Bolivia. Durante cinco gestiones presidió la Sociedad Boliviana del Charango y, desde allí, impulsó la aprobación de la Ley del Charango que garantiza la promoción del instrumento en tres dimensiones: educación, difusión e investigación.
Para Coca, aquello representó “una herramienta legal para que el charango tenga mejor destino”.
Esta conquista forma parte de un proceso más amplio de reivindicación, que permitió pasar de un instrumento muchas veces marginado a un protagonista en festivales internacionales.
La reivindicación también se refleja en sus proyectos culturales, como la idea de un Museo del Charango, concebido no solo como espacio de exhibición, sino como un centro de documentación y de creación viva.
Arquitecto de profesión, Coca imagina el museo con la forma monumental de un charango, donde se expongan modelos, afinaciones, técnicas y sonidos.
“Un catálogo digital de los 50 o 60 modelos de charangos que tenemos en Bolivia sería una referencia invaluable para las futuras generaciones”, asegura.
Su visión combina memoria e innovación, proyectando al charango como un instrumento patrimonial y contemporáneo.
EMBAJADOR CULTURAL
Su discografía supera los 12 álbumes y rescata alrededor de 300 composiciones tradicionales, muchas de ellas recogidas de discos antiguos o transmitidas oralmente por músicos mucho más antiguos.
Ese trabajo de arqueología musical no pasó desapercibido fuera de Bolivia. Sus grabaciones llegaron por azar a París, donde fue invitado a presentarse en la sede de la UNESCO en 2008, conmoviendo al público con la interpretación de un caluyo.
“La gente me aplaudió de pie porque era la primera vez que escuchaban ese ritmo en París”, recuerda emocionado.
Esa actuación abrió las puertas a giras por Europa y Japón, consolidando su papel como embajador cultural de Bolivia.
Más allá de los escenarios, Coca defiende que el charango es un símbolo de identidad que permite a cualquier boliviano reconocerse en el mundo.
“Cuando un joven viaja al exterior siempre habrá un momento en que le pidan mostrar su país; entonces vendrá con su charango, cantará un huayno y se identificará con orgullo como boliviano”, sostiene. Para él, esa conexión entre cultura e identidad es un capital que aún no se explota plenamente en el país, especialmente en relación con el turismo cultural.
RECONOCIMIENTO
El 9 de septiembre, el Ministerio de Culturas le otorgó una distinción que recibió con humildad, pero también como estímulo para continuar su labor. “Estos reconocimientos son como un vaso de agua o una sombra de árbol en el camino, nos alimentan para seguir”, afirma.
Ese camino ha estado siempre acompañado por la docencia y la transmisión de saberes a nuevas generaciones. Su énfasis no se centra únicamente en la técnica, sino en la dimensión humana y emocional de la música: el sentimiento, la historia y la vivencia que alimentan cada nota.
Su relación con las raíces campesinas de su familia, el contacto con la comida y las costumbres tradicionales de su infancia, han nutrido un enfoque artístico que entiende al charango no solo como instrumento, sino como espejo de la memoria colectiva. Por eso insiste en la importancia de que los jóvenes amen su tierra, su música y su historia: “Más que la técnica, quiero dejarles la enseñanza del sentimiento y la historia misma”.
A COCHABAMBA
En el aniversario de Cochabamba, Alfredo Coca expresa un mensaje cargado de amor y de preocupación por el futuro cultural de la región. Aplaude la naturaleza integradora de la ciudad, que ha acogido a migrantes de toda Bolivia, pero advierte que su esencia corre el riesgo de diluirse entre modas externas. Reclama una política cultural que priorice a los artistas locales, que rescate las tradiciones en fiestas y festivales, y que devuelva al valle su fuerza expresiva. “Cochabamba tiene que mostrar lo que tiene”, enfatiza.
“Queremos contar ese cariño a nuestros jóvenes y niños para que amen su tierra, porque eso es importante. Felicidades a todos los que viven en Cochabamba en estas efemérides; hay que seguir adelante, porque Cochabamba tiene mucho para dar”.
Cultura como destino Su historia invita a los cochabambinos a mirar hacia la cultura no solo como un recuerdo, sino como un motor de identidad, turismo y desarrollo.
“La música histórica es el alimento de la identidad”.
Fuente: Opinión