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El ‘monstruo oceánico’ natural que se extiende por el Atlántico: ocupa más de 8.800 kilómetros

Mundo, 25 de septiembre 2025 (ATB Digital).- En el escenario del Atlántico tropical ha surgido una mancha dorada y persistente que amenaza con reescribir el equilibrio del océano.

El sargazo, una alga parda flotante otrora limitada al mítico Mar de los Sargazos, ha roto las fronteras de su hogar ancestral para expandirse por más de 8.800 kilómetros de océano abierto, dando origen al colosal Cinturón Atlántico de Sargazos (Great Atlantic Sargassum Belt o GASB, por sus siglas en inglés). No se trata de una migración natural, sino de un fenómeno empujado por la mano humana.

La nueva investigación publicada recientemente ha logrado consolidar la relación entre la contaminación terrestre, en particular la escorrentía de nitrógeno y fósforo, la dinámica de las corrientes marinas y la aparición explosiva de estas floraciones. 

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Durante las últimas cuatro décadas, el contenido de nitrógeno en los tejidos del sargazo ha aumentado un 55 %, mientras que la proporción de nitrógeno respecto al fósforo se ha elevado en un 50 %, indicadores claros de un océano cada vez más nutrido por desechos agrícolas, aguas residuales y afluentes como el Amazonas.

Transformación ecológica

Antes un ecosistema flotante exclusivo del Atlántico Norte central, el sargazo ha pasado a ser protagonista de una transformación ecológica de escala continental. Las investigaciones apuntan a un punto de origen claro: las aguas tropicales al norte de la desembocadura del Amazonas, donde las condiciones —tanto físicas como químicas— se han vuelto ideales para su reproducción masiva. La combinación de aguas cálidas, abundante radiación solar y una fertilización constante por nutrientes antropogénicos ha convertido esta zona en una incubadora oceánica.

Estos cambios no solo han favorecido la productividad de las especies Sargassum natans y S. fluitans, sino que han alterado la estructura química de sus tejidos. La riqueza de nitrógeno, proveniente principalmente de fuentes terrestres como la escorrentía agrícola y urbana, se ha detectado mediante el análisis de isótopos estables, reforzando la hipótesis del vínculo humano en este fenómeno de expansión sin precedentes.

Desde que el GASB fue identificado por primera vez en 2011, su presencia ha sido casi constante año tras año. Aunque hay fluctuaciones estacionales y climáticas que pueden afectar su volumen, su crecimiento no se detiene. En mayo de 2025, se alcanzó un nuevo récord: 37,5 millones de toneladas de biomasa flotante, sin contar los 7,3 millones de toneladas que permanecen en el Mar de los Sargazos. Se trata de una multiplicación de biomasa casi cinco veces mayor que en décadas anteriores.

Consecuencias

Las consecuencias de esta expansión van más allá de la biología marina. Las floraciones de sargazo, al llegar a las costas, provocan daños significativos en los ecosistemas locales, desplazan especies nativas, generan anoxia al descomponerse y liberan sulfuros que pueden ser perjudiciales para la salud humana. Las costas del Caribe, el Golfo de México y África occidental han sido testigos de cómo playas paradisíacas se transforman en vertederos malolientes, afectando al turismo, la pesca y la vida comunitaria.

Los investigadores coinciden en que no se trata simplemente de un fenómeno natural amplificado, sino de un claro caso de eutrofización a escala oceánica. Un proceso antes común en lagos y estuarios, ahora trasladado a mar abierto. El origen de este giro dramático apunta, en parte, al cambio climático —especialmente a eventos extremos como las oscilaciones del Atlántico Norte—, pero sobre todo al exceso de nutrientes que fluye desde tierra firme.

Lo más inquietante de este escenario es que las condiciones que alimentan al GASB siguen intensificándose. La expansión agrícola, el crecimiento urbano sin control y el tratamiento inadecuado de aguas residuales continúan inyectando nutrientes al sistema. Mientras tanto, las corrientes oceánicas —como la del Amazonas, la Corriente del Golfo y la Ecuatorial del Norte— actúan como cintas transportadoras que dispersan esta biomasa vegetal por todo el Atlántico.

Aunque el sargazo es una especie clave en el ecosistema pelágico —albergando más de 145 especies de invertebrados, peces y tortugas marinas— su crecimiento desmedido lo ha transformado en una amenaza. Paradójicamente, aquello que en un contexto equilibrado es fuente de vida, en exceso se convierte en agente de destrucción. Este desequilibrio, fomentado por nuestras acciones en tierra, revela cómo lo que ocurre lejos del mar tiene el poder de trastornar sus profundidades.

Fuente: National Geographic

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