Mundo, 30 de sep 2025 (ATB Digital).- Guillermo del Toro y J.A. Bayona se reunieron en una charla virtual organizada por Fotogramas, en la que dos referentes del cine fantástico hispanohablante compartieron sus visiones en torno a la esperada adaptación de Frankenstein.
Para Del Toro, esta película representa la culminación de tres décadas de trabajo y una oportunidad única para fusionar autobiografía y homenaje literario. Mientras el director mexicano intervenía desde Venecia, donde participaba en la 82.ª Mostra, Bayona lo hacía desde Barcelona, tras ser anunciado como presidente del Jurado del 73.º Festival de San Sebastián.

Pese a la distancia, la conversación puso sobre la mesa la pasión compartida por el género y, sobre todo, por la figura marginada de la Criatura de Mary Shelley.
Del Toro: la infancia, la obsesión y la búsqueda personal
El origen de la fascinación de Del Toro por Frankensteinse remonta a su niñez en Guadalajara. Según explicó a Fotogramas, el impacto de ver al monstruo por primera vez, con apenas siete años, resultó determinante.
“Fue un momento eléctrico, como San Pablo en el camino a Damasco”, evocó entre risas. Esa experiencia marcó el inicio de una relación íntima y compleja con el mito literario, que, ahora, se traduce en una obra en la que historia y biografía se entrelazan.
“Es un filtro”, explicó Del Toro, integrando los elementos clásicos de la novela —la creación, la resurrección, el encuentro con el padre, el espacio polar— con nuevas aportaciones personales.
Confesó el director: “Es una película que quería hacer sobre mi padre y yo cuando era muy joven, de lo que se siente al ser hijo y cómo, con el tiempo, el hijo se convierte en padre y repite sus errores”.
La marginación, la imperfección y la reivindicación de los desposeídos
Del Toro puso el acento en el valor universal y vigente de la metáfora de la marginación, eje de la obra de Shelley y noción central en su Frankenstein. Reflexionó sobre la presión del discurso público en la actualidad: “El discurso público quita el oxígeno a la posibilidad de tener alguna falla. O eres el más grande, o eres el peor que ha existido. No hay nada en medio”.
Para Del Toro, la vitalidad está en aceptar la complejidad: “Todos somos santos e hijos de puta el mismo día tres, cuatro o cinco veces. Estamos constantemente pasando de un espacio al otro”. Así, su película se propone como una apología de la imperfección y una invitación a vivir roto, a rechazar la búsqueda de una redención imposible.
Una obra visual, emocional y profundamente personal
La conversación abordó la relación fundamental entre crear y amar, entre mirar y ser mirado. Del Toro explicó que para él, el noventa por ciento del cine consiste en observar y en dejarse observar, y que su adaptación de Frankenstein multiplica este efecto a través de símbolos visuales como círculos y espejos, subrayando la dualidad entre Víctor y la Criatura.
La selección de actores —Oscar Isaac, Mia Goth y Jacob Elordi— respondió a la búsqueda de emociones genuinas, perceptibles en la mirada. “Dirigir es orquestar, es componer, asegurarse de que esos elementos no vayan en sentidos distintos”, afirmó Del Toro, remarcando la importancia de la atmósfera, el vestuario y la música en la orquestación precisa de la película.
Destacó la colaboración con el compositor Alexandre Desplat y la diseñadora de vestuario Kate Hawley, así como la disposición permanente a captar lo inesperado y a convertir las imperfecciones técnicas en recursos estéticos.
La memoria, la edición y la verdad cinematográfica
Para Del Toro, el proceso creativo exige combinar preparación exhaustiva con la sensibilidad para detectar los latidos propios de la película.
Relató cómo la verdad de una historia depende más de la memoria y la subjetividad que de la fidelidad factual, y defendió la edición como un ejercicio de humildad, guiado por contribuciones de colaboradores cercanos como James Cameron o Salma Hayek, quienes influyeron en momentos clave del montaje.
El cine fantástico como camino hacia la verdad
La charla se convirtió gradualmente en una reivindicación del cine fantástico como espacio para alcanzar la verdad. Del Toro sostuvo: “Para mí, el cine fantástico es el camino a la verdad. Y es totalmente lo contrario a evadirla”, declaró en Fotogramas.
Coincidió con Bayona en que rodar monstruos implica entrega y fe en la imagen, por encima de cualquier truco técnico, y defendió que el género fantástico brinda una vía única para abordar lo humano desde la óptica de los que se sienten ajenos o diferentes.
Una amistad nacida en los márgenes y una filosofía de luz
La complicidad entre ambos directores tiene raíces profundas: su amistad surgió en festivales como Sitges, cuando Bayona se acercó por primera vez como reportero y ambos se reconocieron en su condición de desamparados, una perspectiva que, según Del Toro, define el arte más honesto. De hecho, compartieron cómo Frankenstein influenció de modo determinante su vocación cinematográfica desde la infancia.
Al cierre de la entrevista, Del Toro sintetizó su visión vital y creativa en una imagen simple pero contundente: la importancia de detenerse y reconocer la luz incluso en los momentos más inciertos.
Esa filosofía impregna su cine y orienta su manera de entender la existencia, iluminando las historias de quienes, como él, encuentran belleza y sentido entre los desposeídos.
Fuente: infobae