La Paz, 19 de octubre 2025 (ATB Digital).- En un lustro coronó siete de las 14 montañas más altas del mundo. Su meta es completar la otra mitad en otros cinco años. Es Hugo Ayaviri, el montañista paceño, el mejor de Bolivia, que ya plantó la tricolor boliviana en los picos más altos del país y de Sudamérica.
Desde la pospandemia cruzó el continente y se fue a Asia para coronar y hacer cima e historia.
—¿Hugo, ¿cómo fue su infancia?
—Vivía en la comunidad Una, ahí cerca del Illimani, con mi mamá Lucía y mi hermana Teodora. Muy humildes. Ayudaba en el trabajo, todos hablamos aymara. Luego salí a Quiliwaya, una comunidad más grande, porque estaba en cursos mayores.
—¿Qué recuerda de esa época?
—En Una miraba cómo llegaban los turistas y subían el Illimani y luego bajaban muy felices, emocionados. Esas imágenes tengo de niño. De joven, apareció mi papá y me fui a La Paz, donde salí bachiller del Adventista Los Andes, en la Villamil de Rada, por la avenida Buenos Aires.
—¿Cómo se interesa o nace la afición por los nevados?
—Eso mismo que dije. De chico vi cómo los montañitas polacos, franceses, rusos, alemanes, suizos y de casi toda Europa llegaban a Una y desde ahí, con caballos, los subíamos hasta campo base del Illimani. Era de mayo a septiembre; no era todo el año. Desde los 17 años yo subía sus mochilas hasta el nido de condores.
—¿Cuándo dio el paso decisivo?
—Cuando decidí capacitarme. No es decir ‘subo la montaña y ya’. Uno debe prepararse físicamente, técnicamente, manejar las cuerdas, grampones y otros. También trabajé de cocinero. En 2009 terminé el curso internacional de ascenso y las agencias me empezaron a llamar.
Ya, antes, tras el bachillerato, busqué en la Asociación de Guías de Montaña de Bolivia y Traiking aprender muchísimo más y lo hice.
—¿Qué vino luego?
—Comencé a trabajar en Bolivia, Chile, Perú, Ecuador y otros, y así se abrieron las puertas. Ahorré dinero para comprarme equipo de ascenso: botas, arnes, casco, lentes, mochilas, grampones, cuerdas y otros.
—¿Cuándo fue su primera coronación de montaña?
—¡Huy! Pasó tanto tiempo. Fue, si mal no me equivoco, en 2004, el Huayna Potosí; luego vinieron Illimani, Sajama, Parinacota, Illampu, Ancuma, Chachacomani, Chiarupo y en sí todas las montañas más altas de Bolivia. Hice todas de los “seismiles” (montañas de 6.000 msnm) para arriba y otras más pequeñas. Feliz por todo eso que pasamos y vivimos.
—¿Cómo surge hacer cumbre en los 14 ‘ochomiles’ del mundo?
—Como ya había escalado las más altas de Bolivia y muchas de Sudamérica, como el Aconcagua a 6.962 metros de altura, el techo de la región. Con mi esposa Anne, que es la primera mujer en hacer las 14 montañas más altas de Bolivia, decidimos en 2020 escribir a una agencia de Paquistán, para hacer la K2, que es la segunda montaña más alta del mundo, y lo hicimos en 2021, pese a muchas travesías.
—¿Cómo fue esa travesía?
—Muy complicada. La visa llegó a mi esposa para entrar a Pakistán y no a mí. Nos retuvieron en el aeropuerto. Estuve cerca de fracasar, pero la agencia misma nos ayudó y entramos para hacer una de nuestras cumbres más altas. Mi esposa sí podía pasar, pero yo no. Nos encerraron 19 horas en Migración. Fue triste, nos quitaron pasaporte, maletas. Lloramos, nos ayudaron y entramos.
—¿Cómo fue ese primer ascenso en Pakistán?
—Subimos la K2 en 2021, que está después del Everest. Me satisfizo llevar la bandera a una de las montañas más altas del mundo. Un orgullo plantar nuestra tricolor en un lugar donde creo no había llegado otro boliviano.
—¿Cuántas montañas de las más altas hizo cumbre?
—Siete de las 14. Hace poco hicimos una más en Nepal, el Manaslu. Llegamos a la mitad y nos falta aún la otra parte. Subo sin tanque de oxígeno, cuando el 99% sí usa el tanque.
Los europeos y asiáticos se admiran. No es que me haga a los capos ni mucho menos, sino que genéticamente, como nací en las alturas, mi biotipo se adapta.
—¿Cómo le fue en el Manaslu?
— Al inicio no se abría la ventana de ingreso, porque estaba nevando constante y se tuvo que esperar pase el riesgo de avalancha. Nuestra gran preparación nos ayudó a coronar.
—¿Cuánto habrá invertido en hacer las siete montañas?
—Calculamos cerca a 100.000 dólares, que no son fáciles de conseguir, menos ahora; pero se lo hizo con amigos, empresas, conocidos de mi esposa en Francia. Yo trabajo como guía de montaña y ahorro.
—¿Se puso plazo para completar las restantes ochomiles?
—Me gustaría hacer en unos tres años, pero depende de la economía. Es ir al otro extremo del planeta. Los pasajes nomás son 3.000 dólares; pagar el ingreso a las montañas, como el Everest, solo la entrada es 15.000 dólares. Al margen, se debe pagar sí o sí seguro, el rescate y otros temas detalles, pero que suman.
—¿Qué se viene de aquí en adelante en cuanto a escalar?
—Aún no planificamos, el año que viene veremos qué montaña haré; todo dependerá de lo económico y logístico. Por ahora, todo es mi trabajo y ahorro; hay muchos planes. En Sudamérica, solo una persona pudo completar las 14 montañas más altas de la región; estoy cerca de eso.
—¿En qué países le falta completar las restantes ocho miles?
—La gran parte que me falta están en Nepal y China, porque ya acabé las cinco restantes de Pakistán, donde completé todo.
—¿Para cuándo el Everest?
—Me gustaría hacerlo al año que viene. Estoy preparado, siempre estoy en forma, y me gustaría hacer antes; pero la economía es muy alta, pero debo gestionar recursos. Sería genial colocar la bandera boliviana y plantarla en el techo del mundo, como se dice a esa magnífica montaña; que sería muy honrado y tranquilo.
—¿Cuánto costará hacer cumbre en el Everest?
—Una vez hicimos un cálculo de 45.000 dólares aproximadamente; con muchos gastos diversos, desde el ingreso, que es 15.000, la logística, viajes, hoteles y alimentos algo similar, y, al margen, pagar el rescate; te accidentes o no, es obligatorio el pago que se debe realizar.
—¿Qué nevado es especial?
—La montaña que más adoro es el Illimani, porque nací en sus faldas y me enseñó a escalar y aprender y mostrar lo que soy. Fue mi primer paso de descubrir otras montañas. Si no era el Illimani, me habría dedicado a otras cosas.
—¿Qué pasa por la cabeza y el corazón cuando se hace cima?
—De todo. Nos llegan muchas sensaciones, además de la impresionante vista. Estar y sentirse como un hijo del cóndor. Desde ahí se ve la ciudad de La Paz, el lago Titicaca, parte de los Yungas, el tata Sajama. Es una pasión indescriptible. Llegamos con los turistas, quienes lloran de emoción, alegría y amor a la montaña. Es una sensación única.
—¿Cree en la Pachamama y el ritual del permiso del que hablan los montañistas?
—Totalmente, creo en Dios y en la Pachamama, los dos son de mis ancestros y pedimos permiso con la mesa y ofrenda a la montaña, porque tiene su espíritu y se debe ir con respeto y mucho cariño.
—Uusted habla de sus raíces y origen seguido, ¿qué siente o piensa?
—Me siento orgulloso de donde vengo. Comencé hablando aymara, es un orgullo. Sigo lo de mis ancestros, mis abuelos. Como digo en el exterior cuando me entrevistan, soy orgulloso de ser aymara, boliviano y montañista, las tres cosas llevo en la sangre. Gracias a todo eso salgo adelante y llevo la bandera de mi país.
—¿Sabe de la carrera de Bernardo Guarachi?
—Un gran montañista, muy dedicado a lo suyo. Un ejemplo a seguir y que también llevó la tricolor por las cordilleras y por el mundo también.
—¿Qué diría a los jóvenes o al país en esta coyuntura que vivimos?
—Creo que los bolivianos deberíamos de unirnos más, pese a las diferencias. Invito a los jóvenes a que visiten la montaña, vayan a la naturaleza de sus lugares. Si vienen desde tan lejos a subir nuestras montañas, nosotros aquí cerca. Salgamos de la zona de confort. El boliviano es muy trabajador.
Fuente: La Razón