Mundo, 22 de dic 2025 (ATB Digital).- El inicio de un nuevo año es terreno fértil para las buenas intenciones: dietas depurativas, abstinencia digital o rutinas detox en nombre del bienestar. Pero ¿y si ese mismo espíritu de renovación pudiera aplicarse a lo más misterioso y vital de nuestro ser: el cerebro? Resulta que sí. Aunque durante décadas se pensó que el cerebro carecía de un sistema de eliminación de desechos comparable al del resto del cuerpo, investigaciones recientes han revelado una red sofisticada que cumple precisamente esa función.
Esta red se conoce como el sistema glinfático, y actúa como una suerte de servicio de limpieza cerebral. A través del flujo del líquido cefalorraquídeo (LCR), este sistema drena las proteínas y otras sustancias que quedan entre las neuronas y las lleva hacia los ganglios linfáticos y, finalmente, fuera del cuerpo.
Aunque el vínculo entre los sistemas glinfático y linfático aún no se entiende del todo, hay consenso en que optimizar esta función podría ser crucial para prevenir el deterioro cognitivo y enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson, ambas asociadas a una acumulación anómala de residuos metabólicos en el cerebro.
Dormir
Uno de los factores más poderosos para estimular este sistema es, irónicamente, aquello que más solemos sacrificar: el sueño. Estudios en ratones han mostrado que el flujo de LCR puede aumentar hasta un 60% durante el descanso nocturno, lo que permite eliminar con mayor eficacia proteínas neurotóxicas como la beta-amiloide. Esto convierte al sueño en una herramienta no solo reparadora, sino también depurativa.
Ejercicio físico
Otro aliado inesperado en esta limpieza cerebral es el ejercicio físico. Un estudio realizado en 2023 observó a 37 adultos sometidos a sesiones de ciclismo estacionario: solo aquellos que siguieron una rutina de 12 semanas mostraron una mejora en el drenaje glinfático. En ratones, el efecto es aún más evidente, con una duplicación en la capacidad de limpieza tras apenas cinco semanas de actividad.
A esta historia se le ha añadido recientemente una pieza inesperada. Se ha identificado en animales una red de vasos linfáticos justo bajo la piel del rostro y el cuello, conectada con la eliminación del líquido cefalorraquídeo. En ratones, un masaje muy breve, apenas un minuto, aplicado en dirección descendente en cara y cuello ha multiplicado por tres el flujo de este líquido. No es un gesto relajante sin más, sino una intervención mecánica con efectos sistémicos.
Aún no se ha demostrado que esto funcione igual en humanos, pero la hipótesis resulta demasiado sugerente como para ignorarla. Si se confirma, prácticas tan simples como el ejercicio regular o un masaje facial suave podrían convertirse en herramientas reales para favorecer la limpieza cerebral. No como rituales de bienestar, sino como pequeñas palancas fisiológicas que actúan sobre uno de los sistemas más olvidados del cerebro.
Respiración
Otro enfoque prometedor viene desde disciplinas ancestrales: la respiración diafragmática, también conocida como respiración yogui. Según investigaciones de la Universidad de California en Irvine, este tipo de respiración profunda puede aumentar la velocidad del LCR, activando así el “ciclo de enjuague” del sistema glinfático. Una técnica tan sencilla como inhalar profundamente expandiendo el abdomen y exhalar lentamente puede ser, sin exagerar, un acto de higiene mental.
A pesar de estos avances, los científicos recuerdan que estamos solo al principio del camino. La mayoría de los estudios siguen siendo preliminares, realizados en animales o en grupos humanos reducidos. Sin embargo, el potencial es inmenso. Si se confirma lo que ya se empieza a vislumbrar, dormir bien, moverse con regularidad y respirar con intención no serán solo buenos hábitos, sino verdaderas estrategias para preservar la mente en su estado más lúcido y vital.
Fuente: National Geographic
