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Los genes de la felicidad: ¿existen personas con una predisposición genética a ser más felices?

Mundo, 18 de marzo 2025 (ATB Digital).- Seamos claros y directos, hay personas más felices que otras. ¿Pero por qué? ¿Qué lleva a una persona a ser feliz? ¿Y qué es la felicidad? La respuesta a estas preguntas no es única, sino que ha sido objeto de debate por los filósofos de distintas culturas durante siglos. En la actualidad, una nueva forma de abordar las cuestiones, o al menos una parte de ella, se centra en las propias estructuras biológicas que dan lugar al ser humano: nuestros genes, los «libros de instrucciones» que dictaminan cómo somos. ¿Puede ser que en este libro de instrucciones se hallen las respuestas acerca de por qué hay algunas personas más felices que otras? No es tan sencillo.

Antes de entrar en materia hay que tener en cuenta ciertos aspectos y empezar por la definición de felicidad. En la cultura occidental, la influencia de los filósofos griegos es, en gran medida, responsable de nuestra visión del paso por el mundo, y entre ellos, los escritos asociados a la escuela aristotélica dividen la felicidad en dos tipos: Hedonismo y eudaimonia. De forma muy simplificada, el hedonismo sería el placer inmediato, el tipo de felicidad que puede resumirse en el Carpe Diem «Disfruta el momento» puesto que hay que ser feliz «aquí y ahora». En cambio, la eudaimonia es un tipo de felicidad más duradera, la que se obtiene al acabar proyectos largos o vivir una vida plena.

El cerebro y la felicidad

El cerebro no procesa los dos tipos de felicidad de la misma forma. Para hedonismo, por ejemplo, existe una gran influencia de las hormonas relacionadas con el placer, como la serotonina, la dopamina y los circuitos neuronales asociados. Estos circuitos son de respuesta muy rápida y potente, dando lugar a los «picos» de felicidad. Al obtener buenas notas en un examen, al estar con personas queridas, o ante ciertos estímulos sensoriales como luces, sonidos o sabores, nuestro cerebro segrega estas hormonas para hacernos más propensos a encontrarnos en la misma situación en un futuro.

Ciertas sustancias que pueden producir adicción, como los opiáceos u otras drogas, se basan en la sobreestimulación de estos mismos circuitos de recompensa. Por ello, cuando el cerebro recibe una dosis de la sustancia adictiva, tiende a querer más, porque se liberan las mismas hormonas de una forma mucho más aguda que cuando ocurre de forma fisiológica.

En cambio, la eudaimonia se basa en circuitos neurológicos mucho más complejos y estables. Con el paso de los años, el refuerzo de ciertos comportamientos y hábitos crean y estabilizan conexiones entre distintas neuronas. Estas relaciones incluyen áreas cerebrales, donde se almacenan los recuerdos, y las áreas de placer, así como muchas otras zonas cuya función no está clara. En la última década, se ha podido demostrar que en humanos existe cierto solapamiento entre ambas felicidades. Es decir, que este placer abstracto superior también está íntimamente relacionado con el placer sensorial más básico. De este modo, la neurología y la psicología están tratando de hallar cómo las pequeñas acciones que nos dan placer en el día a día pueden acabar repercutiendo en una vida plena y feliz.

Dónde entran los genes
Entrando de lleno en genética, si la felicidad es una consecuencia de cómo se organiza y reestructura nuestro cerebro, los genes que intervienen en el desarrollo cerebral deberían tener cierta influencia en cómo y cuándo los humanos sienten felicidad. ¿Pero son algunos loci (lo equivalente a una frase en el libro de instrucciones genético) o regiones del ADN más grandes? Pues para dar con la respuesta, el Biobanco de Reino Unido realizó un estudio de 5 años en el que analizaron tanto los genes y/o la felicidad de más de 220000 personas.
Con ello querían averiguar las respuestas a dos preguntas. La primera sería si los genes tienen un papel en la felicidad de las personas en grupos de pacientes independientes en edad, ascendencias y nivel socioeconómico. Y la segunda, si los cambios genéticos se traducen de alguna forma en diferencias en las estructuras cerebrales. Para ello, analizaron 15 regiones cerebrales de más de 15000 imágenes de resonancia magnética y decenas de miles de genomas.

Tras los largos análisis, descubrieron que genes relacionados con el metabolismo, especialmente GPR139, DACH1 y APOE presentaban cambios significativos entre las personas felices y las que no lo eran. Estos cambios se traducían en cómo el cerebro procesaba cierta información y se podían traducir en cambios estructurales que, si se encontraban de forma mucho más marcada, provocan cierta predisposición a otros trastornos mentales como la depresión, la esquizofrenia o el insomnio.

Según apuntan los investigadores, esto no quiere decir que las personas que no son felices vayan a padecer un trastorno. Más bien, abre la puerta a buscar nuevas formas de encontrar tratamientos. Además, comprender cómo los genes implicados provocan los cambios cerebrales puede ayudar a determinar las vías biológicas que llevan al desarrollo y envejecimiento óptimos del cerebro, proporcionando así, herramientas para luchar contra la neurodegeneración y envejecer de forma más saludable.

Fuente: National Geographic

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