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Venezuela y el camino de las urnas al socialismo

Por: Ricardo Pose

Desde las debatidas elecciones presidenciales en Venezuela de julio del 2024, el Gobierno no ha dejado de convocar a consultas populares, elecciones de jueces y juezas de paz, proyectos comunitarios en el 2024 y, en abril de este año, una nueva consulta comunitaria, y en mayo la elección de gobernadores y legisladores de la Asamblea Nacional y estadales.

Las vías de acceso al poder siempre fueron un debate en la interna de la izquierda, que tuvieron sus praxis en las experiencias de Cuba, Europa del este, Asia, África y otros, mediante el conflicto armado y el camino de las elecciones en Chile, donde resultó electo el socialista Salvador Allende en los 70.

Si uno se guía por el constante llamado a elecciones del Gobierno de Hugo Chávez primero, y Nicolás Maduro en la actualidad, sin ser una repetición mecánica podría decirse que se asemeja más al modelo chileno, haciendo una comparación muy grosera. Pero, a diferencia del chileno arrasado por una criminal represión fascista durante el golpe de Estado del general Pinochet en 1973, Venezuela resiste muchas de las medidas que en su momento se impulsaron contra el gobierno de Allende (ver la serie documental La batalla de Chile). Presión internacional conducida desde la Casa Blanca en Estados Unidos, movilizaciones y boicot de la oligarquía y sus grupos políticos de derecha, desabastecimiento, atentados, bloqueo económico, medidas de aislamiento regional, cerco informativo y campañas de difusión distorsionando la realidad.

Qué es lo que hace peculiar al socialismo venezolano es la respuesta que vinimos a buscar, recorriendo sus poblados, hablando con su gente, escuchando a los militantes y simpatizantes, a sus devotos y detractores.

Por las calles de Venezuela, Caracas

El tono de voz de los venezolanos es inconfundible, aunque rápidamente nos hacen notar la diferencia entre las voces de los habitantes del oriente y los de Caracas o de otras regiones de Venezuela. Muchos modismos son compartidos con la región, más específicamente con Colombia, y allí existe, entre los países limítrofes, una “batalla cultural” sobre cuál es la mejor arepa, si la colombiana o la venezolana. Mejor no meterse.

Venezuela posee una naturaleza tan deslumbrante como su cultura y su arquitectura, sobre todo la colonial, donde emerge la presencia española, por lo que, al decir del poeta en Un recado a Simón, en homenaje a Simón Bolívar, “nos liberaste de España, pero no de lo español”. Esa mestiza presencia que genera un arcoíris de regiones y poblados con sus particularidades está teniendo un componente común a partir de una apuesta del comandante Hugo Chávez: apostar al Estado comunal, rescatando parte de la experiencia de las comunas como un punto de referencia en la historia del movimiento popular venezolano. Es un nuevo Estado comunal que no uniformiza la diversidad al estilo soviético, pero que orienta un rumbo que llaman socialismo venezolano y genera un estado común del alma, un sentido de pertenencia abonado por un espíritu de resistencia animado por los embates de los sectores económicos de poder y la injerencia norteamericana.

Las familias comunes venezolanas enfrentan los mismos problemas de los pueblos del continente sometido, producto de la expoliación por parte de pequeños grupos de poder de sus riquezas naturales, sobre todo sus reservas de oro negro. Sin embargo, en su bullanguera forma de expresarse, en su caótica forma de ordenarse (tan ordenadamente caótico como el tránsito de Caracas), encuentran un espacio donde la comunidad se va imponiendo al orden institucional establecido y que durante años viene demostrando sus limitaciones. El tiempo dirá si ha llegado la hora de que este pueblo ejerza su soberanía y autonomía dejando atrás las instituciones del Estado burgués.

Las experiencias de consolidación del nuevo orden comunal van desde comunas inmersas en el enorme Petare, la definición de comuna socialista de El Panal en el barrio 23 de Enero, hasta experiencias de comunas rurales que están adquiriendo un papel protagónico en el logro de la soberanía alimentaria.

Petare

Es uno de los cinco barrios más poblados de América Latina, y esta suerte de «montaña de ticholos» abruma la visual. Como luego pudimos comprobar, las filtraciones de agua operan como «palo de gallinero» desde las viviendas que se ubican en las partes altas sobre las de abajo, con el riesgo casi inminente en algunas zonas de un deslave que se lleve parte de las viviendas.

Sin nada que envidiar a las favelas brasileñas, pero al igual que como en el seno de ellas, no todo es marginalidad y paraíso del desencanto. Las comunidades organizadas participan del proceso nacional de construcción de la autonomía comunal y de su peculiar camino hacia una sociedad socialista.

A fines del 2024, desde las comunidades en Venezuela se eligieron más de 30 mil jueces de paz; son mujeres y hombres sencillos que con el poder de mediación dado por la comunidad interactúan entre los pobladores y las instituciones del Estado (ministerio y alcaldías) brindando soluciones.

En el caso de la Comuna del Gran Sucre está integrada por seis concejos comunales que nuclean a unas 4.500 familias. Las juezas allí electas, cuentan con el apoyo de los voceros de las 54 mesas técnicas dentro de cada consejo comunal encargados de la salud, tierras, alimentación, seguridad, hábitat y otros.

El problema de las condiciones habitacionales producto de las filtraciones de las aguas y la renovación de las fachadas ocupan un lugar tan importante como mediar en los casos de violencia intrafamiliar y de género (en éste último aspecto un rumbo a corregir de la revolución es la situación donde la abrumadora participación activa tiene rostro de mujer, pero las vocerías son masculinas).

El enorme diferencial de las juezas de paz con respecto a los integrantes del Poder Judicial es su contacto y pertenencia a la comunidad, lo que permite, dentro de sus potestades, tomar resoluciones desde el conocimiento y cercanía que no se logra desde distantes estrados judiciales.

María, bendita eres…

Las jefas de calle fueron electas en el 2019 para mejorar el sistema de distribución de los combos (surtido) de alimentos y así asegurar la llegada a las familias. Este sistema funciona desde los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que son comités de distribución de alimentos subsidiados en Venezuela, impulsados por el Gobierno. Su objetivo es garantizar el acceso a alimentos básicos a la población, especialmente a aquellos que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad.

Instalada a orillas del Guaire, la comunidad ha construido edificaciones donde funcionan los jueces de paz, una casa de alimentación, un salón para la atención de niños con alguna dificultad de aprendizaje, una policlínica para el seguimiento de la gestación, algunas otras clases y espacios de recreación para actividades deportivas. La casa de alimentación es gestionada por madres y con los alimentos dados por el Gobierno prepara comidas para 200 personas en estado de alta vulnerabilidad.

María, como jefa de calle, se encarga de repartir la bolsa de alimentación para 32 familias de su cuadra, y colabora manteniendo organizada e informada a su comunidad; es, a su vez, vocera de la Mesa Técnica de Agua, una actividad que resulta indispensable en la alimentación y en la sanidad. Midiendo sus palabras producto de la desconfianza que han logrado los grandes medios de comunicación internacionales que practican la «pornografía de la pobreza», María nos cuenta cómo desde la comunidad han venido tratando de dar contención a la juventud que ha sido esclava del imperio del consumo problemático de sustancias, aunque esa realidad no tenga el estatus como en otras sociedades de un problema de salud pública, y allí la comunidad ejerce el rol de amortiguador. Sus verdades y cosmovisión del mundo fluyen en un relato llano y sencillo, popular y sin aspavientos.

La contradicción como impulso

Este 25 de mayo, 54 partidos políticos de toda Venezuela se disputarán los lugares de los 285 diputados de la Asamblea Nacional, los 250 legisladores estadales y 24 gobernadores. De los 54 partidos de todo el espectro político, 36 son de carácter nacional, 10 son regionales y compiten 8 organizaciones indígenas, 3 nacionales y 5 regionales.

Para estas instancias se postularon 36.986 aspirantes, resultando como candidatos 6.687 participantes. Del total de candidatos, 53,93 % son hombres y 46,07 % mujeres.

Por su parte, el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar está integrado, por un lado, por consejos patrióticos que agrupaban a estas organizaciones en sectores específicos de la población: mujeres, sexo-diversidad, campesinos, trabajadores, economía popular, luchadores por la vivienda digna, organizaciones religiosas, profesionales y técnicos, organizaciones de migrantes, entre otras. Algunos de los grupos políticos que lo integran se mantienen desde el 2012 y otros son de reciente creación; algunos de estos grupos son el Partido Comunista de Venezuela (que ostenta la representación oficial de ese partido desde agosto de 2023, tras la intervención del Tribunal Supremo de Justicia que nombró una dirección ad hoc), Movimiento Tupamaro, Patria Para Todos, Unidad Popular Venezolana, Movimiento Futuro Venezuela, Movimiento Somos Venezuela, Unión Patriótica, Partido Hora, Partido Verde, entre otros.

Las y los militantes de base, tanto políticos como sociales, tienen matices con el proceso que no disimulan y no existen políticas gubernamentales que los acallen. Pudimos hablar con dirigentes de los diversos grupos políticos de izquierda en Caracas y todos coinciden en la defensa del proceso bolivariano y la resistencia al avance de la ultraderecha internacional, realizando un llamado a la paz, tomando como referencia los embates de violencia que la ultraderecha venezolana ha llevado adelante y el pedido por parte de algunos dirigentes de la misma de solicitar una invasión militar o las medidas de endurecimiento del bloqueo económico, como solicitó la dirigente neofascista Corina Machado. Es que cualquier proceso irruptivo, con ejemplos que vienen desde el fondo de la historia, carga con sus propias contradicciones dotando al cambio revolucionario de su propio impulso y freno. Hubo en el proceso dirigentes que se corrompieron, realizaron actos de corrupción, se burocratizaron algunas estructuras, confundieron liderazgo con mesianismo, y contra eso y otros males combatieron y combaten distintas fuerzas políticas y sociales del chavismo, desde los chavistas “sin Maduro” hasta los que encuentran en el actual presidente de Venezuela la continuidad del programa bolivariano.

El oriente, tan lejos y tan cerca

“El tiempo está a favor de los pequeños, de los desnudos, de los olvidados”, canta Silvio Rodríguez. Cuando algunas voces trastornadas de republicanismo advierten que Venezuela se está “yendo de occidente”, desconocen o pretender ocultar la historia de pueblos que en el continente latinoamericano hicieron una opción por el socialismo y que esa opción implicaba un proceso de liberación nacional que implicaba romper con la hegemonía de los Estados Unidos.

Llevar adelante esa apuesta no era únicamente una opción ideológica, una aventura en el campo de las ideas, sino que implicaba llevar adelante cuestiones tan elementales como romper con la dependencia de la transferencia de tecnología, entre otras. Pero, no menos importante, tener un respaldo, un “paraguas” que desestimule o relativice la política estadounidense de agresión o invasión del país que hacía gala de su soberanía.

Claro, esta es una opción que implica tomar algunas definiciones, como en una pareja que decide separarse: o se separa o establece un acuerdo de convivencia, que es lo que rápidamente definieron quienes sienten una zona de confort en el estilo de vida americana y hasta europea, olvidando su pertenencia a un continente mestizo, mulato, afrodescendiente y subdesarrollado, y renegando de países de las mismas condiciones en el océano Atlántico.

Buena parte de los programas de vivienda, de abastecimiento de comestibles y tecnología del pueblo venezolano han contado con la cooperación de Irán, de China, de Rusia, de Vietnam, y ha realizado, a su vez, alianzas con naciones del Caribe, de América, de Asia y de África.

Quizás el “infanticidio del dólar” por parte de Donald Trump confirme lo acertado de la visión de mirar por encima del muro de la hegemonía occidental.

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