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El ingeniero español que probó su propio combustible y logró recorrer 900 kilómetros

Mundo, 19 de may 2025 (ATB Digital) .- ¿Genio infravalorado o estafador nato? Esta es la pregunta que rodea, todavía a día de hoy, a Arturo Estévez Varela, un modesto inventor extremeño que, en plena España franquista, protagonizó una de las historias más fascinantes y a la vez conspiranoicas de la época: Arturo aseguraba haber desarrollado un motor capaz de funcionar únicamente con agua. De hecho, su asombroso experimento recorrió decenas de titulares de prensa en los años 70, cuando condujo una motocicleta más de 900 kilómetros tras verter solo 4 litros de agua en el depósito. Incluso, para acallar dudas, bebió parte del líquido delante de los periodistas, demostrando que no contenía ningún tipo de aditivo.

Aunque más tarde se le acusó de que su “milagro” se debía a una sustancia añadida –probablemente boro– su historia no quedó enterrada ahí. Las teorías siguen hablando y hay quienes creen que el régimen de Franco ocultó deliberadamente su invento por intereses estratégicos. ¿Se trató de una leyenda tecnológica o de un fraude de alto nivel?

EL LEONARDO EXTREMEÑO
Arturo Estévez se crio en la localidad extremeña de Valverde de Leganés, en la provincia de Badajoz. Desde joven, demostró un gran interés por el conocimiento práctico: sin formación universitaria, no tenía problema en ponerse manos a la obra para dar a luz a todo tipo de artilugios mecánicos y eléctricos. En poco tiempo, construyó su propio taller que, aunque estaba improvisado con medios rudimentarios, se convirtió en el laboratorio en el que daría forma a algunas de sus ideas más ambiciosas.

Justamente, en una de ellas comenzó a trabajar a finales de la década de 1960. Se trataba de la creación de un motor que no dependiera del petróleo ni de ningún otro combustible fósil. ¿La razón de esta ambición? España estaba sumida en la primera gran crisis energética y su propuesta, tanto que útil y con potencial, tenía un atractivo sin igual: un motor que funcionaba solo con agua, el recurso más limpio y accesible del planeta. Y lo más interesante: según Arturo, no se trataba de “quemar agua”, sino que liberar energía a través de una reacción química contenida en una pastilla secreta.

En 1970, realizó su primera gran demostración: con una motocicleta modificada, recorrió más de 900 kilómetros – entre Huelva y Salamanca – utilizando apenas 4 litros de agua. Pero el espectáculo no fue así de simple: antes de salir, bebió un vaso del líquido para demostrar que era potable y, posteriormente, vertió el resto dentro del depósito. Delante de toda la prensa local y de autoridades del régimen franquista, encendió el vehículo y arrancó sin problemas, dejando a todos completamente perplejos y lográndose el mote del “leonardo extremeño”.

UN MOTOR DE AGUA
Pese a que todos los titulares sugerían que el motor diseñado por Arturo funcionaba únicamente con agua, esto no era realmente así. Lo que realmente desarrolló fue un sistema que, al introducir una pastilla en el agua, generaba un gas inflamable. Hoy, sabemos que ese gas era hidrógeno, producido probablemente por la reacción del boro sódico o de aleaciones similares con el agua. Al disolverse, el boro genera hidrógeno, que puede usarse como combustible en un motor térmico modificado.

Desde un punto de vista científico, esta reacción es perfectamente posible. Pero también implica una verdad algo incómoda: el verdadero combustible no era agua, sino la pastilla de boro. El agua actuaba como un simple catalizador o medio de reacción. Además, el boro no es barato, ni abundante, ni sostenible a gran escala, por lo que el sistema de Estévez no era precisamente una revolución en términos energéticos.

Sin embargo, la puesta en escena de Estévez era convincente. Todas sus demostraciones públicas incluían frases patrióticas y palabras desafiantes para los escépticos: afirmaba que su invento permitiría a España independizarse energéticamente e, incluso, ponía su tecnología a disposición del Estado. De hecho, las autoridades llegaron a darle una oportunidad y fue convocado por el Ministerio del Ejército para una evaluación rigurosa. Pero fue aquí cuando la historia dio un giro inesperado.

SILENCIO Y CONSPIRACIÓN
En 1973, un grupo de ingenieros militares analizó el motor y concluyó que no se trataba de un avance revolucionario. Aunque el informe no se publicó oficialmente, era claro: el sistema funcionaba por una reacción química con sustancia añadida, no por el agua en sí. En otras palabras, no se trataba de un motor de agua, sino de un motor de hidrógeno generado mediante boro, un material costoso y no renovable.

Pero no todos aceptaron abiertamente ese final. Con el paso de los años, fueron apareciendo diferentes teorías que apuntaban a una supuesta conspiración para silenciar a Arturo. Algunos afirmaron que el régimen de Franco, presionado por intereses estratégicos o grandes petroleras, ordenó manipular o desacreditar el informe técnico para evitar que el invento saliera a la luz. Otros creen que se consideró una amenaza para la estabilidad del país, por lo que se prefirió enterrarlo. Por supuesto, nada de esto ha sido demostrado.

Arturo vivió sus últimos años en el anonimato, sin reconocimiento ni patente, y falleció inmerso en una curiosa aurora de desconcierto: algunos le admiraban, pero a otros les inundaba la desconfianza. Hoy, más de medio siglo después, su historia sigue siendo digna de recordar: ¿fue un fraude hábilmente montado? ¿O un genio sin recursos?

Fuente: National Geographic

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