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La tormenta solar que colapsó las comunicaciones en 1859 (y las posibles consecuencias si ocurriera hoy

Mundo, 26 de may 2025 (ATB Digital) .- ¿Sabías que el telégrafo sufrió un duro golpe al poco tiempo de comenzar a comercializarse? Y no. No se trató de ningún competidor fuerte, ni de ningún fallo, ni de problemas económicos de la compañía distribuidora. Fue algo muy diferente: el incidente vino del mismísimo cielo.

Se trató de una tormenta solar tan potente que, más allá de incendiar las líneas de telégrafo, provocó auroras boreales en sitios tan insólitos como Colombia. Aquel episodio fue conocido como el Evento Carrington, y más de 160 años después, sigue siendo el más intenso registrado en la historia.

EL EVENTO CARRINGTON
Todo comenzó la mañana del 1 de septiembre de 1859, cuando el astrónomo Richard Carrington observaba el Sol con su telescopio. De pronto, notó algo extraño: una intensa y breve explosión de blanca en la superficie de la estrella. Sin siquiera saberlo, Carrington acababa de detectar la primera fulguración solar documentada por la ciencia.

Unas 17 horas después, a una velocidad inmensamente elevada para una eyección de masa solar, la Tierra experimentó las consecuencias: una oleada de partículas cargadas alcanzó la superficie terrestre, dando lugar a una enorme tormenta geomagnética de intensidad nunca vista. Como resultado, las líneas telegráficas en Estados Unidos y Europa comenzaron a chispear y algunos aparatos funcionaban a pesar de no estar conectados. Los operadores estaban atónitos: había líneas transmitiendo mensajes sin batería alguna.

Pero lo más sorprendente fue, quizás, lo que se vio sobre el cielo: auroras boreales iluminaron zonas tan alejadas de los polos como el Caribe, México o Colombia. De hecho, los periódicos y medios de la época describen cielos rojo sangre, verdes y púrpuras que causaron gran revuelo y miedo entre aquellos que pensaban que había llegado el fin del mundo.

UNA GRAN TORMENTA SOLAR
¿Y qué causó todo eso? Pues bien, el origen del caos había estado en aquel evento que Carrington apreció desde su telescopio y que técnicamente se conoce como una eyección de masa coronal. Es decir, una gigantesca burbuja de gas y campo magnético que el Sol expulsó tras esa primera llamarada. Esas nubes viajaron por el espacio a millones de kilómetros por hora y, cuando una de ellas impactó contra el campo magnético terrestre, generó una tormenta geomagnética.

Sin embargo, contrario a lo que se había detectado hasta entonces – y hasta día de hoy – esa eyección tuvo una intensidad descomunal. Es cierto que en 1859, la tecnología era aún rudimentaria, y el telégrafo era la única red de comunicación global, pero ya entonces quedó muy claro: el clima espacial podía tener un gran impacto sobre nuestras tecnologías.

¿Y SI PASARA HOY?
Pero la tormenta solar de 1859 no fue un caso aislado. De hecho, en julio de 2012 estuvimos peligrosamente cerca de vivir un nuevo Evento Carrington. Una eyección de masa coronal de magnitud comparable pasó rozando la órbita terrestre.

Detectado por la misión STEREO de la NASA y, según recoge The Register, este episodio fue descrito por la investigadora Janet Luhmann, del Laboratorio de Ciencias Espaciales de UC Berkeley, como “probablemente similar al gran evento de 1859, pero con efectos mucho más graves debido a nuestras tecnologías modernas”. El físico solarDaniel Baker, de la Universidad de Colorado, fue aún más directo: “si hubiera golpeado directamente, el impacto habría sido devastador”.

El problema es que muchas infraestructuras no están diseñadas para resistir esas tormentas solares extremas. En esa ocasión, se estimó que los daños económicos de un evento similar al de 1859 en el mundo actual podrían llegar a superar los 2 billones de dólares y llegar a tardar años en recuperarse completamente.

Además, como existe una dependencia tan grande de lo digital, incluso para los servicios básicos, seguramente muchos de ellos se verían afectados gravemente. Y, aunque suene alarmista, este tipo de sucesos no son ciencia ficción: el Sol tiene ciclos de actividad, y las tormentas solares extremas, nos guste o no, forman una parte natural de ellos.

UN MUNDO MUCHO MÁS AVANZADO
Pero, afortunadamente, el estudio del Sol es mucho más avanzado de lo que era en 1859. Hoy, la comunidad científica monitorea constantemente el Astro Rey gracias a misiones como el Observatorio Solar y Heliosférico (SOHO) o la sonda Parker Solar Probe. Se trata de herramientas que, no solo permiten observar en tiempo real las condiciones del clima espacial, sino que emitir alertas tempranas en situaciones peculiares.

Por ejemplo, si actualmente se detectase una gran eyección solar, sería posible activar los sistemas de prevención y tomar medidas para evitar daños: desconectar temporalmente satélites, proteger transformadores eléctricos, suspender vuelos o aislar redes sensibles. Son decisiones que deben tomarse rápido sí, pero que pueden ser de ayuda.

Incluso, varios países – aunque no todos – cuentan con protocolos y planes de contingencia para sobrellevar esa situación hipotética, minimizar el impacto y garantizar la continuidad de los servicios esenciales. Y aunque es cierto que seguimos siendo vulnerables, tampoco hay que olvidar que nunca antes habíamos estado tan preparados para ello.

Fuente: National Geographic

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