Mundo, 18 de jun 2025 (ATB Digital)-. “Pensábamos que el país en el que más íbamos a encontrar venta de partes de jaguar en línea era Bolivia. Nunca imaginamos que México iba a salir como el número uno”, cuenta aún con sorpresa Kurt Duchez, oficial contra el Tráfico de Vida Silvestre de Wildlife Conservation Society (WCS) Mesoamérica. Como parte de un grupo de más de 20 investigadores de distintas partes del mundo que, en 2023, publicó un estudio en el que rastrearon cómo se traficaba ilegalmente a este felino en 31 plataformas digitales entre 2009 y 2019, a él le quedó la intriga por explorar lo que pasaba en el país norteamericano.
Hasta el momento, la mayoría de informes sobre comercio ilegal de partes del cuerpo de jaguar se centraban en Bolivia, Surinam y China. Era una lógica determinada, ya conocida. Pero cuando la lupa pasó de las grandes incautaciones a lo que se ofrecía abiertamente en Facebook y otras redes sociales, México, con un 23%, se convirtió en el país con más publicaciones vendiendo jaguares o sus partes, seguido de Brasil (21,8%), Vietnam (16,7%) y Bolivia (12,4%).
Para empezar a entender cómo este comercio ilegal estaba funcionando en el país, Duchez llamó a los expertos en grandes felinos, Jeremy Radachowsky y Antonio de la Torre, para hacer una investigación similar, pero con varias especies. De la Torre, mexicano y parte de la asociación civil Bioconciencia, fue el encargado de rastrear lo que encontraba en línea. Entre abril de 2021 y mayo de 2022, navegó por ocho plataformas (Google, Bing, Yahoo, Facebook, Mercado libre, Segunda Mano, eBay, y Etsy), y encontró un total de 713 posts que incluían elementos del comercio de félidos salvajes en México entre 2011 y 2022.
“No es un mercado escondido o negro”, asegura de la Torre, aclarando que no se metió ni a la deep web ni a la dark web. Todo lo que vio y reportó lo encontró en grupos de Facebook u otras plataformas tras hacer una búsqueda con palabras clave como garras, colmillos, artesanías o amuletos. En total, el equipo identificó que nueve especies están siendo comercializadas. Cinco son nativas de México —el jaguar (Panthera onca), el puma (Puma concolor), el ocelote (Leopardus pardalis), el margay (Leopardus wiedii) y el lince (Lynx rufus)—. Pero también se están vendiendo partes de leones, tigres, leopardos y chitas que no son de la región, concluye el estudio publicado en Animal Conservation este año.
“Nuestra hipótesis es que estos últimos son animales que están siendo criados en el país”, dice el mexicano. Se compran, se alimentan y, cuando son lo suficientemente grandes, se matan para vender sus pieles, dientes o cráneos. Mientras, los endémicos —como el jaguar, que es el más ofrecido con un 59%—, son cazados y despiezados.
Aunque sus vendedores están alrededor de todo México, la investigación apunta a que las zonas en donde más se promocionan son Ciudad de México (28%), Felipe Carrillo Puerto, en Quintana Roo (22%), Monterrey, en Nuevo León, (5,7%), Tehuacán, en Puebla, (5,6%) y Toluca, en el Estado de México (3,9%). La demanda también es local. El 87% de los usuarios interesados están México, seguido de otros seis países como Estados Unidos, Vietnam e Indonesia, que suman, juntos, apenas el 12%.
“La población más grande de jaguares en México está en la península de Yucatán”, recuerda Duchez. Y allí, precisamente, muchos artistas y vendedores que quieren impresionar al turista usan collares con dientes de pumas o pieles de felinos. Es una estética que le está costando al país su biodiversidad. Si en el país, por ejemplo, se estima que hay entre 4.000 y 4.800 jaguares, “el comercio en línea puede estar afectando al menos al 1,4% o 1,7% de la población”. De forma hábil, el negocio viene trasladándose a las plataformas en línea, logrando movilizar casi dos millones de dólares en los últimos diez años.
Aunque sus vendedores están alrededor de todo México, la investigación apunta a que las zonas en donde más se promocionan son Ciudad de México (28%), Felipe Carrillo Puerto, en Quintana Roo (22%), Monterrey, en Nuevo León, (5,7%), Tehuacán, en Puebla, (5,6%) y Toluca, en el Estado de México (3,9%). La demanda también es local. El 87% de los usuarios interesados están México, seguido de otros seis países como Estados Unidos, Vietnam e Indonesia, que suman, juntos, apenas el 12%.
“La población más grande de jaguares en México está en la península de Yucatán”, recuerda Duchez. Y allí, precisamente, muchos artistas y vendedores que quieren impresionar al turista usan collares con dientes de pumas o pieles de felinos. Es una estética que le está costando al país su biodiversidad. Si en el país, por ejemplo, se estima que hay entre 4.000 y 4.800 jaguares, “el comercio en línea puede estar afectando al menos al 1,4% o 1,7% de la población”. De forma hábil, el negocio viene trasladándose a las plataformas en línea, logrando movilizar casi dos millones de dólares en los últimos diez años.
Dientes, cráneos y huesos viajan así de fácil. “Algo que me gustaría puntualizar es que estas compañías deberían tener algún mecanismo de verificación para evitar que se estén moviendo partes de vida silvestre”, asegura. Es una petición a la que se podría añadir a las plataformas en línea. De hecho, en 2021, Mercado Libre firmó un convenio con WCS para empezar a detectar publicaciones de comercio de especies amenazadas y protegidas por convenios internacionales.
Sin embargo, es una tarea difícil de lograr en redes sociales, cree Duchez. En Facebook, por ejemplo, el comercio se hace por medio de grupos privados y entrar a censurar cualquier publicación de animales protegidos sería contraproducente. Lo que sí consideran que es urgente, dicen ambos, no es solo que las unidades de ciberseguridad de América Latina le dediquen recursos al tráfico de especies en línea, sino que el Gobierno de México sea más cauteloso al momento de dar permisos para criar grandes felinos. El país no prohíbe hacerlo si existe una autorización, lo que supone un gran riesgo. “Sospecharía que la mayoría de la gente que ha obtenido una autorización para hacerlo, no cumple con las regulaciones”, arroja de la Torre. Su colega se une en la preocupación por un mercado que describe como “latente”.
Vender un colmillo de un ocelote o la garra de un lince en una plaza de mercado mexicano es algo que cada vez se ve menos. Empieza a existir un tabú al respecto, quizá una conciencia. Pero, para no exponerse, el comercio ilegal de félidos ha sabido adaptarse a una nueva lógica, en la que ni los países vendedores ni consumidores son los mismos. En el que las redes sociales se han convertido, una vez más, en un lugar de exhibición.
Fuente: El País