Mundo, 25 junio 2025 (ATB Digital).— La estación que para muchos simboliza plenitud, descanso y cielos abiertos tendrá en 2025 un leve recorte de tiempo respecto al año anterior.
La razón no tiene nada que ver con el cambio climático o con eventos atmosféricos, sino con la sutil coreografía de la órbita terrestre alrededor del Sol. Es decir, los veranos no se acortan por calor, sino por geometría.
Durante este año, la Tierra alcanzará su punto más lejano del Sol —conocido como afelio— el 3 de julio a las 15:54 EDT. A pesar de lo que podría pensarse, es precisamente esta distancia máxima al astro rey la que contribuye, en condiciones normales, a prolongar el verano del hemisferio norte.
No obstante, el delicado equilibrio entre velocidad orbital y forma de la elipse planetaria sufrirá una ligera variación en 2025. Resultado: un verano de 93 días, 15 horas y 37 minutos, frente a los 93 días, 15 horas y 52 minutos que tuvo en 2024.
La forma elíptica de la órbita
Este pequeño ajuste en la duración veraniega tiene su origen en la forma ligeramente elíptica de la órbita terrestre. Aunque pueda parecer un detalle técnico, esta excentricidad orbital provoca que el planeta se mueva más lentamente en ciertos tramos del año, especialmente cuando se encuentra más lejos del Sol, como sucede justo después del solsticio de junio.
Por esa razón, el verano en el hemisferio norte tiende a ser más extenso que el de su contraparte sur, que transcurre cuando la Tierra avanza más rápidamente al estar más cerca del Sol.
En este ciclo particular, sin embargo, la influencia gravitatoria del Sol, la Luna e incluso de planetas como Júpiter ha provocado una ligera modificación en esa órbita. Son fluctuaciones minúsculas que, sin embargo, alteran el ritmo estacional con precisión de cronómetro.
Estos ajustes orbitales, medidos en segundos y minutos, son el reflejo de una sinfonía gravitacional en la que participan cuerpos celestes distantes, pero cuyas resonancias se sienten incluso en la duración de nuestras estaciones.
Relevancia para el planeta
Aunque estos cambios sean apenas perceptibles para el ojo humano —15 minutos menos de verano no modificarán nuestras vacaciones ni la floración de las hortensias—, tienen gran relevancia para los astrónomos, los climatólogos y quienes siguen con atención los ciclos planetarios.
Lo más interesante es que este acortamiento no es una anomalía, sino parte de un patrón ondulante: en 2026, por ejemplo, el verano será tres minutos más largo que en 2025, señal de que estos vaivenes son perfectamente normales dentro de la mecánica celeste.
Así, la duración del verano no es fija ni arbitraria, sino que responde a una coreografía matemática. Según los cálculos actuales, el verano boreal sigue alargándose gradualmente a lo largo de siglos, como resultado del actual patrón de excentricidad orbital de la Tierra. No obstante, ese crecimiento se produce de forma tan lenta que solo se acumulan segundos o minutos cada año, interrumpidos de vez en cuando por anomalías como la de 2025.
Lo más sorprendente es que todo este fenómeno, que parece digno de complejas ecuaciones astrofísicas, tiene su origen último en la inclinación del eje terrestre. Esa inclinación —de unos 23,5 grados— es la que realmente define las estaciones, al determinar cuánta luz solar recibe cada hemisferio a lo largo del año. Así, aunque estemos más lejos del Sol en pleno verano del norte, lo que cuenta no es la distancia, sino la orientación del eje terrestre con respecto a los rayos solares.
Fuente: National Geographic España