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Giro científico extraordinario: transforman el hongo ‘maldito’ de la tumba de Tutankamón en un arma potencial contra el cáncer

Mundo, 26 junio 2025 (ATB Digital).— Durante casi un siglo, el nombre Aspergillus flavus evocó relatos de misterio, enfermedad y muerte. Fue señalado como el culpable invisible detrás de la llamada “maldición del faraón”, tras la apertura de la tumba de Tutankamón en 1922.

Hoy, ese mismo hongo que una vez se temió en excavaciones arqueológicas ha sido transformado por la ciencia en una esperanza terapéutica para miles de pacientes. Un equipo interdisciplinario liderado por investigadores de la Universidad de Pensilvania ha descubierto y modificado moléculas de este hongo tóxico, convirtiéndolas en compuestos capaces de destruir células cancerígenas con una eficacia comparable a medicamentos aprobados por la FDA para tratar leucemia.

Este hallazgo extraordinario, publicado recientemente en Nature Chemical Biology, demuestra una vez más que el reino fúngico, tantas veces ignorado o temido, esconde un arsenal químico con potencial terapéutico aún inexplorado.

“Los hongos nos dieron la penicilina”, recuerda Sherry Gao, profesora de ingeniería química y bioingeniería en Penn, y autora principal del estudio. “Estos resultados revelan que aún hay muchos medicamentos por descubrir en los productos naturales”.

Aspergillus flavus

La historia del Aspergillus flavus comienza en las profundidades de tumbas reales y sigue en laboratorios modernos. Tras la misteriosa muerte de varios arqueólogos que participaron en la apertura de la tumba de Tutankamón, las teorías sobre esporas milenarias tomaron fuerza.

Décadas después, un incidente similar ocurrió en Polonia: de los doce científicos que entraron en la tumba del rey Casimiro IV, diez fallecieron en pocas semanas. El culpable invisible: el mismo hongo, cuyos metabolitos tóxicos pueden causar infecciones pulmonares letales en personas con inmunidad comprometida.

Pero ahora, la narrativa ha dado un giro radical. En lugar de ser una amenaza, A. flavus podría convertirse en un salvavidas.

El equipo de científicos descubrió un tipo de compuesto llamado RiPPs, siglas en inglés para péptidos sintetizados ribosomalmente y modificados postraduccionalmente. Estas moléculas, producidas por el ribosoma celular y luego modificadas químicamente, habían sido observadas principalmente en bacterias, pero casi nunca en hongos.

El hecho de que se hayan encontrado en A. flavus cambia las reglas del juego. “La purificación de estos compuestos es un proceso complicado, pero es precisamente esa complejidad la que les da una bioactividad tan notable”, explica Qiuyue Nie, primera autora del artículo.

Los investigadores bautizaron a estas nuevas moléculas con el nombre de asperigimicinas, en honor al hongo del que provienen. Sorprendentemente, dos de las variantes extraídas mostraron actividad antileucémica sin necesidad de modificaciones adicionales. Otra variante, potenciada con un lípido similar al que se encuentra en la jalea real de las abejas, demostró una eficacia comparable a la de fármacos clásicos como la citarabina y la daunorrubicina.

Esa modificación con lípidos no solo aumentó la potencia de la asperigimicina, sino que también reveló un mecanismo celular crucial. Al activar o desactivar genes específicos en células de leucemia, los científicos descubrieron que uno, el SLC46A3, jugaba un papel vital: permitía la entrada de los compuestos al núcleo celular a través de los lisosomas. “Es como una puerta de acceso”, comenta Nie.

Este hallazgo podría tener implicaciones más allá de esta investigación, facilitando el ingreso de otros compuestos terapéuticos similares.

Cánceres con leucemia

Al continuar los ensayos, los investigadores observaron que las asperigimicinas bloqueaban la formación de microtúbulos, estructuras clave en la división celular. Esto es particularmente relevante en cánceres como la leucemia, donde las células se replican de manera descontrolada.

Curiosamente, las asperigimicinas no mostraron efectos en células de cáncer de mama, hígado o pulmón, lo cual sugiere una especificidad prometedora que podría traducirse en tratamientos más dirigidos y menos tóxicos para el paciente.

Más allá del hallazgo puntual, este trabajo abre un nuevo capítulo en la exploración de fármacos fúngicos. Los investigadores ya han identificado clústeres genéticos similares en otros hongos, lo que apunta a un territorio aún virgen por explorar. “Hemos arañado apenas la superficie”, dice Nie. “Cada uno de estos compuestos tiene una historia que contar y un potencial por revelar”.

El siguiente paso será probar las asperigimicinas en modelos animales. Si los resultados se mantienen, no es descabellado pensar en futuros ensayos clínicos con humanos.

Fuente: National Geographic España

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