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La sangre empieza a envejecer cuando cumplimos 50 años

Mundo, 28 de julio 2025 (ATB Digital).- Un cuerpo humano adulto necesita entre 4,5 y 6 litros de sangre para funcionar correctamente. La sangre es como el tráfico de una gran ciudad, lleva los recursos necesarios a los distintos órganos y los desperdicios a las zonas de eliminación. Para ello, utiliza una serie de proteínas y células como vehículos que se mueven a gran velocidad. Unos de los más conocidos son los eritrocitos o glóbulos rojos, que se encargan de transportar el oxígeno desde los pulmones al resto del cuerpo y de llevar el CO₂ que se genera durante la respiración de vuelta a los pulmones.

Pero según pasa el tiempo, los eritrocitos también envejecen, como ha podido demostrar un equipo de investigación del Centro de Regulación Genómica de Barcelona. Según sus investigaciones, pudieron detectar ciertas marcas químicas en algunos de los eritrocitos de personas con más de 50 años, y estas mismas marcas estaban presentes en todos los que superaban los 60 años.

Estos cambios son consecuencia de cómo se forman los eritrocitos en el cuerpo humano, un proceso que, según envejecemos se vuelve más ineficiente. La culpa la tiene, sobre todo, la diversidad de células madre sanguíneas que, según apunta el grupo de investigación, se va perdiendo con el tiempo. Esta pérdida de diversidad provoca que las células madre se vuelvan cada vez más homogéneas, lo que puede estar relacionado con procesos inflamatorios.

Cómo crea la sangre nuestro cuerpo

El proceso de creación de los eritrocitos de la sangre es complejo, pero se puede resumir en unos pocos pasos. Todo parte de las células hematopoyéticas, también conocidas como células madre sanguíneas. Estas viven protegidas en la médula ósea, que se encuentra en el interior de los huesos largos del cuerpo. La función de estas células es, básicamente, reproducirse a toda velocidad, dando lugar a las diferentes células que hay en nuestra sangre, entre los que se encuentran los eritrocitos y las células del sistema inmunitario.

Para crear los eritrocitos, la célula madre primero se transforma en un proeritroblasto. Esta célula que empieza a absorber ferritina para crear en su interior grandes cantidades de hemoglobina. Esta proteína, que contiene hierro, tiene la capacidad de unirse de forma transitoria al oxígeno, por lo que lo puede transportar de un lugar a otro.

Tras esto, el proeritroblasto se irá transformando en otras células intermedias hasta llegar a formar un normoblasto, que expulsará su núcleo y sus mitocondrias hasta que sólo quede hemoglobina en su interior y el mínimo necesario para la supervivencia de la célula. Una vez en esta etapa, el normoblasto se transformará en el reticulocito, y por fin saldrá al sistema circulatorio. Tras su expulsión, los reticulocitos perderán entre el 20 y el 30 % de su superficie y, finalmente, se transformarán en eritrocitos maduros.

Gracias a este método, se estima que un humano adulto sano produce aproximadamente 2 millones de eritrocitos cada segundo. Cada uno de estos eritrocitos tiene una vida media de alrededor de 4 meses y recorrerá innumerables kilómetros por el sistema circulatorio, aportando oxígeno donde se necesite y llevándose el CO₂ para su expulsión.

Eritrocito, ¿tú de quién eres?

Ahora bien, este proceso no es tan sencillo y directo como pueda parecer. Según explica el Dr. Lars Velten, líder del grupo en el Centro de Regulación Genómica de Barcelona, «Nuestras células madre sanguíneas compiten por sobrevivir». Durante la juventud, los seres humanos cuentan con entre 50.000 y 200.000 células madre activas, lo que da lugar a un ecosistema rico y diverso. Ahora bien, según avanzamos en edad, estas células se van perdiendo, lo que es perjudicial. «Las células madre diversas pueden responder a diferentes tipos de estrés, por lo que el predominio de un puñado de clones hace que todo el sistema sea más frágil», apunta el Dr. Velten.

Para analizar su descubrimiento, los investigadores idearon un sistema con el que analizar exactamente de qué célula madre sanguíneas venía cada uno de los eritrocitos. Este sistema está basado en la epigenética, es decir, en las modificaciones que se producen en el ADN de la célula, pero que no suponen un cambio de nucleótidos o letras. Concretamente, se centraron en la metilación, en el que un grupo químico llamado “metilo” se une al ADN.

Esto permite que haya una especie de código de barras en el genoma, puesto que «la metilación del ADN funciona como una especie de código binario. En cada posición del genoma, un sitio está metilado o no, como un 1 o un 0», explica El Dr. Michael Scherer, bioinformático y coautor principal del estudio. De este modo pueden saber exactamente cuál es su madre, y de este modo crear una especie de árbol genealógico para cada célula, como indica el Dr. Alejo Rodriguez-Fraticelli, coautor y líder de grupo en el IRB.

¿Qué hacer si cambia nuestra sangre?

«El cambio de la diversidad de células madre al dominio de unas pocas no ocurre de forma aleatoria, sino que sigue un ritmo regular», afirma Indranil Singh, coautor principal del estudio y estudiante de último año de doctorado en el IRB Barcelona.

«A los 50 años ya se puede empezar a observar, y a partir de los 60 se vuelve casi inevitable». Además, las células madre predominantes suelen estar menos centradas en la producción de sangre y más en las células del sistema inmunitario.

Por tanto, el estudio también aporta una prueba más que apoya el papel del denominado inflammaging, es decir, de la inflamación crónica de bajo grado asociada al envejecimiento. Según estos resultados, la mayor presencia de células del sistema inmunitario debido a los cambios en las células madre puede acabar creando esta inflamación persistente que daña los tejidos sanos y provoca el envejecimiento.

Esta investigación abre la puerta a futuros estudios para prevenir el envejecimiento. Pero primero, los investigadores quieren estudiar exactamente qué células madre sanguíneas son las más beneficiosas a la hora de mantenernos jóvenes.

¿Qué podemos hacer si nuestra sangre envejece? De momento nada, estar expectantes de los nuevos descubrimientos científicos y observar, con detenimiento, los nuevos avances que se hagan en el campo. Por ello, para llegar a ver estos descubrimientos, lo mejor es mantener una vida sana, no sedentaria, con una dieta adecuada, y que conlleve la práctica regular de deporte.

Fuente: National Geographic

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