Mundo, 4 de agosto 2025 (ATB Digital).- Resulta que debemos agradecer al tomate por nuestra querida papa. Un nuevo estudio, publicado en Cell, ha rastreado los orígenes genéticos de las patatas modernas. Los resultados muestran que un evento de cruce entre un antiguo pariente del tomate y otra planta ancestral, ocurrido hace entre ocho y nueve millones de años, dio lugar a la primera patata. Ese romance vegetal produjo una combinación genética que generó un tubérculo grueso y con almidón—el nacimiento del icónico tubérculo que todos conocemos y amamos.
Cómo los investigadores rastrearon el linaje de la papas
Más allá de ser un delicioso ingrediente en nuestras comidas favoritas, la papas es el tercer cultivo básico más importante del mundo. Puede reproducirse plantando parte de un tubérculo en la tierra, que crece en otra planta—un clon de la primera que puede acumular mutaciones perjudiciales con el tiempo.
La patata tal como la conocemos hoy contiene muchas mutaciones que pueden hacerla más delicada. “Nos gustaría eliminarlas”, dice Sanwen Huang, biólogo especializado en genomas del Instituto de Genómica Agrícola de Shenzhen, en China, quien participó en el estudio. Huang está en una misión para desarrollar una nueva papa híbrida, con menos mutaciones perjudiciales y que pueda cultivarse a partir de semillas, a diferencia de las patatas modernas, que no pueden. Si se cultivaran más patatas a partir de semillas, los científicos podrían eliminar las mutaciones dañinas, así como los riesgos de enfermedades a los que son propensos los clones. Al fin y al cabo, nadie quiere otra hambruna como la de la patata en Irlanda.
Las patatas pertenecen al género vegetal Solanum, el mismo que incluye tomates, berenjenas y pimientos, entre otros. Es “uno de los géneros de plantas con flores que tiene más de 1.000 especies”, explica Sandra Knapp, taxónoma vegetal del Museo de Historia Natural de Londres, quien también participó en el estudio.
Knapp está interesada en descubrir las relaciones entre las plantas del género, así que se unió a Huang. “Él está interesado en las patatas. Nosotros estamos interesados en Solanum”, dice Knapp. “Nos dimos cuenta de que había algo interesante aquí”.
Utilizando secuencias genómicas completas, Knapp y sus colegas construyeron un árbol genealógico con seis especies de papa y lo compararon con otras 21 especies de Solanum. También compararon otros 128 genomas para averiguar cuán estrechamente se alineaban las especies de papa con las demás.
Demostraron que las patatas están relacionadas tanto con el grupo del tomate como con otro grupo de plantas llamado Etuberosum. “Es un linaje muy pequeño, solo tres especies diminutas”, comenta Knapp.
Por encima del suelo, Etuberosum se parece mucho a las patatas, pero a diferencia de las patatas modernas, ni las antiguas ni las actuales Etuberosum ni los tomates pueden producir tubérculos.
Pero cuando aquel antiguo tomate y un Etuberosum se cruzaron hace tantos años, se formó un grupo híbrido llamado “Petota”. Este nuevo grupo dio lugar al tubérculo.
La ciencia del tubérculo
Pero si el antiguo tomate y el Etuberosum no podían producir sabrosos tubérculos, ¿por qué sí pudo Petota? Los científicos descubrieron que el nuevo grupo heredó una mezcla de genes de los dos grupos vegetales ancestrales que permitió desarrollar un tubérculo robusto. Por ejemplo, el tomate aportó el gen SP6A, que activa la tuberización (sí, ese es el término técnico). Mientras tanto, Etuberosum aportó IT1, que controla el crecimiento del tubérculo.
Este revoltijo genético llegó justo en el momento adecuado. El grupo del tomate prefiere generalmente condiciones cálidas y secas, señala Knapp, mientras que Etuberosum se adapta mejor al frío y la humedad. Pero hace unos 10 millones de años, la cordillera de los Andes comenzó a elevarse en la costa occidental de Sudamérica.
Las nuevas altitudes ofrecían condiciones frías pero también secas. Los tubérculos que almacenaban energía de Petota “permitieron que estas nuevas plantas se expandieran a estos nuevos entornos en los altos Andes”, explica Knapp.
El futuro de las patatas
Muchas veces, la hibridación no tiene un buen resultado, señala James Mallet, biólogo evolutivo de la Universidad de Harvard, que no participó en la investigación.
“No es bueno hacer un lío con tus genes de esa manera”, dice. Pero “de vez en cuando se obtienen combinaciones extrañas de genes que no podrían haber evolucionado dentro de cada linaje—es como volver a tirar los dados”. Esas nuevas combinaciones pueden marcar una gran diferencia si hay nuevos hábitats por colonizar, permitiendo posiblemente el surgimiento de nuevas especies.
Y surgieron. Hoy existen 107 especies silvestres de patata. Ole Seehausen, ecólogo evolutivo de la Universidad de Berna, en Suiza, afirma que este estudio es la primera vez que alguien demuestra que una invención evolutiva clave —el tubérculo— fue producida por la hibridación de dos especies. Esos tubérculos, señala, podrían haber ayudado a las patatas a prosperar tras esa sacudida genética.
Reproducirse solo por tubérculo tiene sus inconvenientes frente a las enfermedades. Pero también significa que el nuevo Petota no necesitaba aparearse inmediatamente para transmitir su nuevo revoltijo genético. La capacidad de clonarse “permite que los linajes híbridos que… realmente no pueden reproducirse sexualmente, sigan sobreviviendo”, señala, hasta que puedan recuperar la fertilidad.
Huang espera utilizar estos nuevos conocimientos sobre el camino del tomate a la patata para crear plantas de patata más saludables. Podría usar la planta de tomate como plataforma para nuevos genes y reintroducirlos en la patata, dice, “ya que el tomate está esencialmente libre de mutaciones perjudiciales”.
Al final, espera crear semillas de patata—una hibridación dirigida por humanos para ayudar a nuestras patatas fritas a librarse de sus mutaciones dañinas.