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Científicos afirman haber descubierto una nueva especie de ancestro humano en Etiopía

Mundo, 14 de agosto 2025 (ATB Digital).- El profesor asociado de la Universidad de Arkansas, Lucas Delezene, compara uno de los incisivos que el equipo descubrió con un Australopithecus maxilla (mandíbula superior) de Hadar en el Museo Nacional de Etiopía.

En las arenas ardientes de Etiopía, un descubrimiento ha encendido un debate científico tan antiguo como la propia paleoantropología. Un equipo internacional de investigadores liderado por la paleoecóloga estadounidense Kaye Reed ha desenterrado lo que podrían ser los restos dentales de una especie humana nunca antes identificada, en un periodo crítico de nuestra evolución. 

Los dientes, hallados en el área de Ledi-Geraru, podrían pertenecer a un nuevo tipo de Australopithecus que coexistió con los primeros miembros del género Homo y con Paranthropus hace aproximadamente 2,6 millones de años.

La importancia de este hallazgo no reside solo en su antigüedad, sino en el hueco que viene a llenar: un intervalo de medio millón de años (entre los 3 y los 2,5 millones de años) para el que los registros fósiles son escasos, pero fundamentales. 

En esta etapa, desaparece Australopithecus afarensis, la especie de la célebre “Lucy”, y surgen los primeros humanos. El equipo de Reed, tras analizar minuciosamente la morfología dental, sostiene en un comunicado que los especímenes difieren tanto de A. afarensis como de A. garhi, y que estamos ante un linaje inédito.

“Esta nueva investigación demuestra que la imagen que muchos tenemos de un simio a un neandertal y luego a un humano moderno es errónea; la evolución no funciona así”, dijo Reed en el comunicado.

Los fósiles hallados en Ledi-Geraru, en la región etíope de Afar, se han fechado gracias a la actividad volcánica de la zona, que sigue siendo un entorno tectónicamente activo. Cuando los volcanes entraban en erupción, liberaban cenizas con cristales de feldespato que permiten determinar su antigüedad.

Los científicos pueden fechar las capas de ceniza situadas por encima y por debajo de los fósiles, lo que les da un marco temporal de entre 2,6 y 2,8 millones de años. Este método no solo revela la edad de los restos, sino que también ayuda a reconstruir el antiguo paisaje: un entorno de ríos, vegetación y lagos poco profundos, muy distinto a las áridas tierras erosionadas que vemos hoy.

la comunidad científica está dividida

Reed y su equipo han localizado un total de 13 dientes: diez atribuidos al nuevo Australopithecus y tres posiblemente humanos, datados entre 2,59 y 2,78 millones de años. No todos, sin embargo, comparten el entusiasmo. Varios expertos cuestionan que el hallazgo permita sacar conclusiones tan contundentes. Por ejemplo, el paleoantropólogo Tim White, uno de los descubridores de Lucy y figura clave en el estudio de la evolución humana, se muestra escéptico. 

Según él, los nuevos dientes podrían encajar perfectamente dentro de una evolución gradual desde A. afarensis hacia A. garhi, sin necesidad de postular una nueva especie. White incluso sugiere que detrás de estos anuncios puede haber un interés excesivo en lograr notoriedad mediática, criticando duramente los procesos editoriales de revistas como Nature.

La evolución no es una línea recta

Más allá del cruce de argumentos, el descubrimiento resucita una idea que cada vez cobra más fuerza en la paleoantropología: la evolución humana no es una línea recta. Reed lo expresa con claridad: no se trata de una progresión limpia del mono al hombre moderno, sino de un árbol exuberante y entrelazado.

Es posible, entonces, que entre los áridos suelos de Afar caminaran juntos representantes de varios géneros humanos, compartiendo un paisaje marcado por el cambio climático, la competencia ecológica y los primeros pasos hacia la tecnología.

El peso de la incertidumbre no impide, sin embargo, que el hallazgo aporte nuevas luces sobre un periodo especialmente oscuro. Por ejemplo, respaldan la idea de una mayor diversidad de linajes en la génesis de nuestra especie. Esta proliferación de especies sugiere un contexto de grandes cambios ambientales que pudieron moldear las trayectorias evolutivas de los homininos. Algunas ramas prosperaron; otras, se extinguieron sin dejar rastro.

Así, como sostiene Reed, a la luz de estas investigaciones la imagen de la evolución humana como un proceso lineal queda desdibujada. No fue una sucesión de relevos, sino un coro evolutivo, simultáneo y desigual, en el que solo una línea (la nuestra) consiguió perdurar. 

Y así, en cada colina erosionada de Etiopía, no solo yace el eco de lo que fuimos, sino la posibilidad de redibujar lo que creíamos saber sobre nosotros mismos. Porque en ese árbol frondoso de la evolución, aún quedan muchas ramas por descubrir.

Fuente: National Geographic

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