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Los bosques se queman menos, pero las personas viven cada vez más cerca de las llamas

Mundo, 5 de septiembre 2025 (ATB Digital).- En los paisajes de África, entre sabanas calcinadas y aldeas que resisten al humo, se esconde un fenómeno que ha pasado inadvertido para buena parte del mundo: mientras los incendios forestales consumen menos territorio que antes, hay más personas que nunca afectadas por ellos. Esta es la alarmante paradoja revelada por un nuevo estudio publicado en Science, elaborado por investigadores de la Universidad de California, Irvine, junto con instituciones internacionales.

Según el análisis, entre 2002 y 2021 la superficie global afectada por incendios cayó un 26 %. Sin embargo, en el mismo período, el número de personas expuestas aumentó casi un 40 %. Esta cifra no es menor: más de 440 millones de personas han vivido en zonas donde las llamas amenazan sus hogares. Es decir, un número casi idéntico a toda la población de la Unión Europea.

Los grandes incendios de California, Australia o Canadá tienden a acaparar titulares, pero la investigación revela que el 85 % de toda la exposición humana a incendios forestales ocurre en África, sobre todo en el centro del continente. Países como Angola, Mozambique o Sudán del Sur, pese a contar con sistemas de monitoreo menos desarrollados y menor cobertura mediática, concentran la mitad de la exposición global. En contraste, Estados Unidos, Europa y Australia, combinados, apenas representan el 2,5 %.

Este cambio en la exposición humana al fuego no se debe a un incremento del número de incendios, sino a una transformación silenciosa: la expansión de las poblaciones hacia áreas de alto riesgo. Según datos del World Resources Institute, en los últimos 30 años, millones de personas se han trasladado a zonas rurales o de interfaz urbano-forestal (WUI, por sus siglas en inglés), donde los límites entre lo urbano y lo silvestre se desdibujan, y el riesgo se multiplica.

La intensidad del fuego

Pero el aumento de la exposición no es la única señal de alarma. Hay otra amenaza menos visible, pero igual de letal: la creciente intensidad del fuego. El estudio vincula este fenómeno con el agravamiento del llamado fire weather (condiciones meteorológicas propicias para incendios) impulsadas por el cambio climático. Según el IPCC, la duración y frecuencia de estas condiciones extremas han crecido más del 50 % en las últimas cuatro décadas.

En lugares como California, las cifras son especialmente contundentes. A pesar de que el estado representa solo el 15 % del área quemada en EE.UU., concentra el 72 % de todas las exposiciones humanas. Las condiciones que facilitan incendios de gran impacto (altas temperaturas, baja humedad, vientos intensos) se han cuadruplicado entre 1990 y 2022. Este aumento se combina con décadas de políticas de supresión total del fuego, lo que ha permitido la acumulación de vegetación altamente inflamable.

El caso de Europa

Europa y Oceanía, por su parte, presentan una ligera disminución en la exposición humana a incendios. ¿La razón? Un fenómeno demográfico inverso: la migración desde zonas rurales hacia centros urbanos ha alejado a millones de personas de los entornos naturales donde el fuego suele propagarse. Esto sugiere que las dinámicas poblacionales juegan un papel tan crucial como el clima o el uso del suelo.

Además, según un análisis del Global Fire Emissions Database (GFED), la mayoría de los incendios en África no son del todo “naturales”: más del 70 % se deben a actividades humanas como la quema para pastoreo, agricultura o limpieza de terrenos. Lo paradójico es que estas prácticas (tradicionales y sostenidas por generaciones) ahora resultan mucho más peligrosas en un contexto de clima extremo y densificación poblacional.

Amir AghaKouchak, profesor de ingeniería civil en UC Irvine y coautor del estudio, lo resume con crudeza: “Lo que observamos no es tanto una expansión del fuego, sino una invasión humana a sus dominios ancestrales”.

En este nuevo paisaje en llamas, la respuesta no puede limitarse a combatir el fuego una vez que aparece. El estudio recomienda medidas preventivas urgentes: desde quemas prescritas bien gestionadas, educación comunitaria, infraestructura adaptativa y zonificación urbana inteligente, hasta el fortalecimiento de los sistemas de alerta temprana en países del sur global, donde la exposición es alta y los recursos, escasos.

Matthew Jones, investigador de la Universidad de East Anglia y coautor del estudio, lo deja claro: “Los incendios están cambiando: son más intensos, más destructivos y más cercanos. No porque el mundo arda más, sino porque estamos viviendo donde el fuego siempre ha estado. Y ahora, el fuego responde.”

Nos enfrentamos a una amenaza que no crece en extensión, sino en cercanía. No se trata solo de evitar que el fuego avance, sino de cuestionar por qué nosotros decidimos caminar hacia él.

Fuente: National Geographic

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