Potosí, 16 de nov 2025 (ATB Digital) .- Estas investigaciones que se realizan a lo largo del mundo, son ahora también motivo de inquietud en científicos bolivianos.
Desde las aulas universitarias del país, una ambiciosa idea se va convirtiendo en un proyecto exitoso. Se trata de la elaboración de bioplásticos bolivianos, una alternativa que ayudaría no solo al medio ambiente, también a la agricultura y la medicina.
Una investigación que lleva años ha permitido a la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), mediante la Facultad de Ingeniería, la carrera de Ingeniería Química, el Instituto de Investigación y Desarrollo de Procesos Químicos, y otros,— en coordinación con la Universidad Mayor de San Simón (UMSS)—, determinar la posibilidad de aprovechar residuos para generar bioplásticos.
La perspectiva de los expertos bolivianos es aprovechar aquellos elementos nativos, que permitan, con su conocimiento, generar los elementos esenciales para darle forma a los biopolímeros.
BIOPLÁSTICO
En ese sentido, el trabajo del equipo de la UMSA se ha enfocado en dos puntos para hacer realizar el resultado: la quinua y el salar de Uyuni, de Potosí.
“El proyecto tiene dos pilares fundamentales. Uno es identificar bacterias nativas de nuestro país, específicamente del sector del salar de Uyuni, de alrededores. Y el segundo pilar es valorizar los residuos agroindustriales. En el caso del altiplano, hemos trabajado ya desde 2013 con los tallos de quinua”, explicó en entrevista con el diario La Razón Cristhian Carrasco, coordinador de este proyecto, llevado a cabo mediante su grupo de investigación Biotech-Chem Engineering de la mencionada casa de estudios.
Las investigaciones tuvieron resultados exitosos. Entonces, se vio un impulso en un apoyo entre la UMSA y la UMSS para avanzar en la producción e indagación.
“El trabajo en San Simón empezó con una bacteria para producir compuestos o biopolímeros que se producen dentro del microorganismo. El trabajo nuestro es que nos hemos enfocado a polímeros que se producen fuera del microorganismo; entonces, ahí vino más bien el tema de apoyo entre ambos. Uno es la planta de piloto de bioprocesos de la Universidad Mayor de San Simón y en el caso nuestro es el Instituto de Investigación y Desarrollo de Procesos Químicos”, explicó.
Los primeros pasos en el proyecto habían dado frutos y llegaba el momento de llevar ese conocimiento a la práctica. Allí, un impulso fue un financiamiento de la Agencia Sueca de Cooperación para el Desarrollo Internacional (Asdi), que confió en la idea y se convirtió en la fuente de recursos.
“El proyecto nos ha permitido tener ya una planta pequeña, tener la parte de equipamiento analítico, y son equipos realmente costosos. Solamente les doy un ejemplo, un equipo de cromatografía está alrededor de 70.000 o 80.000 dólares. Nosotros tenemos dos de esos equipos, y otros que también representan un mayor equipamiento y un mayor énfasis en los análisis”, afirmó.
La planta permitía dar los pasos en concreto para este sueño de una producción propia.
Los biopolímeros obtenidos en las investigaciones generan una esperanza para reducir el impacto ambiental que producen los plásticos en el entorno.
Pero, no solo eso. También genera esperanza para la aplicación médica y en la agricultura.
“Actualmente, muchos sectores en la agricultura importan biopolímeros, que son hidrogeles. ¿Por qué son hidrogeles? Porque tienen la capacidad de retener el agua. Estos bioplásticos retienen el agua y eso se va dosificando poco a poco a la planta, al cultivo. ¿Qué quiere decir? Que ya no se necesita mayor cantidad de agua o regar mayor cantidad, porque este material retiene y en época, tal vez de sequedad, poco a poco va a dosificar al cultivo”, detalló.
En el caso del área de la Medicina, los elementos podrían aplicarse para tratar quemaduras.
“El tratamiento de piel generalmente se lo hace con estos materiales y es más efectivo. Entonces, estamos viendo también que estos materiales que hemos identificado en los estudios pueden tener esa aplicación”, indicó.
Y, claro, los resultados ofrecen la posibilidad de generar los bioplásticos que podrían dar un alivio a la amplia contaminación por plásticos que se ve en el país.
“Esta planta tiene capacidad ya para producir en estos tres ámbitos”, destacó el experto.
Carrasco explicó que, si Bolivia caminará a políticas públicas, como una norma, en que se regule el uso de plásticos, es necesario que surjan alternativas para que empresas y la población puedan usar este elemento de forma más sostenible y es justamente allí donde este proyecto responde.
PROYECTO
El bioplástico permite reducir de manera significativa el tiempo de degradación y, por lo tanto, de daño al medio ambiente.
“El proceso que puede demandar una bolsa convencional de 100 años, esto (bioplástico) se le puede degradar en dos o tres meses”, señaló el profesional.
Pero, además del aporte al medio ambiente que esto pueda representar, también se ha visto esta producción como una alternativa a la crisis energética.
“Los bioplásticos que todos utilizamos provienen de combustibles fósiles, Bolivia no cuenta con esto. Importamos mayormente pellets de plástico que luego se convierten en bolsas y esas bolsas terminan por todo nuestro país. Entonces, nosotros queremos darle una alternativa de reemplazo a esas bolsas”, afirmó.
Estas investigaciones que se realizan a lo largo del mundo, son ahora también motivo de inquietud en científicos bolivianos.
Los bioplásticos de este equipo responden a necesidades latentes, con aprovechamiento de materia prima boliviana: quinua y microorganismos del salar de Uyuni, por lo que la dependencia de insumos del exterior se reduce y lo nacional se realza.
Fuente: La Razón
