China, 2 feb 2020 (ATB Digital).- Después de 10 días de trabajos intensivos, el alcalde de Wuhan (China), Zhou Xianwang, ha entregado este domingo al personal médico del Ejército Popular las llaves del nuevo hospital, el Wuhan Volcan, para dar respuesta a la alerta sanitaria del coronavirus. El lunes ingresarán los primeros pacientes. Las imágenes de su construcción han dado la vuelta al mundo como ejemplo de tesón y poderío. ¿Cómo se puede levantar en tan poco tiempo un centro médico con 1.000 camas?
Por mucho que sorprenda la rapidez de ejecución, el mastodóntico hospital no es ningún prodigio de la tecnología. “Han reproducido la técnica norteamericana de construcción. Son expertos en imitar y acortar tiempos”, asegura el arquitecto Ramón Araujo, director del Máster de Construcción y Tecnología en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM) y autor, entre otras obras, del hospital Infanta Leonor de Madrid. “Lo que sí es admirable es su empuje, su vitalidad y su capacidad de organización con un volumen de mano de obra ingente. Pero repito, no hay ninguna innovación”, afirma.
Ubicado a unos 25 kilómetros de la zona metropolitana, en una extensión de unos 34.000 metros cuadrados (cinco veces el Bernabéu), el Hospital Wuhan Volcan ha sido levantado siguiendo el modelo del Hospital de Xiaotangshan, que se construyó en Beijing en tan solo siete días durante la epidemia de SARS de 2003, y que fue clave en el control y tratamiento del brote. Wuhan Volcan prevé acoger a los afectados por el virus que ya suman en torno a los 14.380, mientras escribíamos este artículo, y más de 300 víctimas mortales. Para ello, docenas de grúas han trabajado día y noche junto con miles de obreros montando piezas.
El sistema de construcción es el mismo que el de un edificio de oficinas europeo, cuenta Araujo: “Son estructuras metálicas prefabricadas que se unen con tornillos. Es posible levantar un piso cada día. Solo hay que colocar los módulos (fachadas y bloques de interiorismo) que vienen completamente montados, con sus ventanas y sus instalaciones. No van ladrillo a ladrillo. Es lo más parecido a montar un vagón de tren”, explica.
Se trata de una técnica que se basa en la industrialización y la fabricación y que no es ajeno al mundo occidental. “Es lo que se hizo en los años sesenta o setenta para refundar Europa tras la Segunda Guerra Mundial, pero sin ese aire tan enloquecido que tiene lo chino y lo árabe”, señala el arquitecto.
También es un sistema común en la construcción de hospitales militares y de campaña para organismos como ACNUR o FAO, como explica el arquitecto Ginés Garrido, cofundador de la firma Burgos & Garrido, ganadora del proyecto de reforma del hospital de La Paz junto con el estudio MAPA. “No es ninguna novedad, el Ejército emplea este sistema desde hace mucho tiempo. Es una solución rápida porque los elementos pueden ser transportados en helicóptero y depositados en cualquier zona”.
No es que ellos sean rápidos, es que nosotros somos lentos
Garrido tiene una larga experiencia en arquitectura hospitalaria y los plazos que se manejan aquí difieren ampliamente. “Lo habitual es tardar de seis a siete años en acabar un hospital. Primero hay que evaluar qué medios tienen centros cercanos para no duplicar servicios. Esa investigación puede llevar un año. Después, es necesario planear la obra; eso lleva otros dos años. Cuando ya se tiene constancia de lo que se necesita se encarga el proyecto a una oficina. Este paso puede alargarse otro año o año y medio. Finalmente, llega la ejecución, que puede demorarse tres o cuatro años más”, enumera Garrido, quien también es profesor titular del Departamento de Proyectos Arquitectónicos en la ETSAM y diseñó el proyecto de Madrid Río, entre otros.
Esta notable diferencia en los tiempos se explica, según Araujo, por la falta de interés en España en acelerar el proceso. “Aquí ocurre todo lo contrario: correr más de la cuenta no tiene ningún interés porque se pierde dinero. No es un buen negocio ir más rápido que los bancos y la Administración. Tardamos en construir porque el proceso burocrático es demencial, no porque técnicamente no seamos capaces”, reivindica.
Tampoco es necesario batir récords, como las empresas que erigen hoteles en tres días solo para reventar los tiempos establecidos. Lo importante es, indica, “lograr que este tipo de edificios se estandarice. Si se encuentra un modelo de hospital que funcione debería repetirse mejorándolo cada vez. Y cuando el modelo esté suficientemente testado se industrializa su construcción. Ello abarataría mucho los costes y tiempos”.
De ‘la conquista del Oeste’ a Eiffel y las políticas de empleo en España
El profesor Araujo recuerda la evolución en los tiempos de la construcción para poner en perspectiva el hito de Wuhan:
“La velocidad fue una de las características que impulsó la renovación hacia la arquitectura moderna. En el siglo XIX, con las nuevas estructuras de acero, se redujo drásticamente el tiempo, mucho mayor con los antiguos sistemas de muros y bóvedas de piedra”. Este nuevo ritmo de construcción se había anticipado sobre todo en las exposiciones universales, que se construían en tiempos récord a base de elementos prefabricados, como el palacio de Cristal de Paxton, en Londres, quizás el edificio que más llamó la atención en este aspecto. Y después, por supuesto, la Torre Eiffel: “Eiffel fue en cierto modo el inventor del edificio o el puente prefabricados a base de piezas industriales unidas con gran precisión”.
En América la velocidad importó siempre, lo llevan en los genes: “Allí nació con las casas de madera de la conquista del Oeste —el balloon frame, antecedente de los módulos ligeros prefabricados que se usan—, de las que hay imágenes sorprendentes de cómo levantaban fachadas completas en horas”, cuenta Araujo. El acero sustituyó a la madera en los edificios de oficinas de comienzos del XX, heredando su idea de velocidad y precisión.
La arquitectura moderna nació de todo esto, “y con las estructuras de acero y hormigón armado y las fachadas ligeras se generalizó una forma de construir mucho más rápida que su antecesora de ladrillo y piedra, y esto fue clave en su éxito”, continua. De aquí vino la prefabricación que permitió “la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial con todo tipo de nuevas patentes a base de elementos y módulos prefabricados”. En esta época destaca sobre todo su aplicación al crecimiento de Rusia y los países del Este.
“Todo esto decayó con la crisis del petróleo de los años setenta: la industrialización de la construcción perdió fuerza, igual que lo hicieron los viajes espaciales y tantos otros mitos de la época”, ilustra. “Además, la construcción es muy importante hoy en las políticas de empleo, y construir demasiado rápido reduce el empleo”.
Hoy todo aquel mundo fascinante se está recuperando en los países con un nuevo boom de la construcción, donde los temas que fueron tan importantes para Europa y América vuelven a encontrar sentido. (El País)