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FOTOS: Cuando los barbijos transmiten mucho más que mensajes bordados

FOTOS: Cuando los barbijos transmiten mucho más que mensajes bordados

La Paz, 28 dic 2020 (ATB Digital).- Los rostros de los personajes de la Casa de Papel, de tu mascota favorita o de tus ídolos históricos o frases célebres cobran vida en los barbijos bordados a mano del colectivo Willka. Más que artesanías son obras con identidad en cada puntada.

En su amplio catálogo se puede apreciar la magia de las máscaras del baile de la diablada (las supay, como las llaman sus creadores), Frida Kahlo con su carta y su frase hecha verbo “Yo te cielo”, el subversivo del siglo XVI Guy Fawkes, el Image del pacifista John Lennon, las típicas calaveras de Edgar Allan Poe, el compromiso social del líder Marcelo Quiroga Santa Cruz o la estrella roja de la boina del guerrillero Ernesto Che Guevara son apenas una pequeña muestra de estos trabajos que ya rompieron frontera. Varios pedidos fueron realizados desde Perú, Argentina, Brasil e incluso al continente europeo.

Golpe de pandemia

Los esposos Isabel Aguilar y Leonel Jurado son los pilares de Willka Ajayu, un colectivo artístico que hace más de tres años se dedica al muralismo. Todo marchaba bien, habían plasmado sus gigantescas obras en los muros de las ciudades de La Paz, Santa Cruz e incluso en países Argentina o Chile, pero el quiebre político del 2019 y la pandemia de este 2020 los obligó a cambiar de rubro.

“Luego de la masacre de Senkata, el 17 de diciembre del 2019, mi esposo se dirigía a pintar un mural en apoyo y homenaje a los familias de los víctimas. Y lo detuvieron ilegalmente junto a otros compañeros en El Alto durante 2 días. Hasta hoy día no le devolvieron su celular. Perdimos varios trabajos y se nos cerraron muchas puertas laborales”, recuerda Isabel, que con su octavo mes de gestación, recorría dependencias policiales y de fiscales buscando la libertad de su compañero. 

El hecho fue reflejado incluso por la prensa más conservadora.

Todo empeoró con el inicio de la pandemia a comienzos desde 2020. “La gente empezó a usar barbijos e ideamos hacerlos pero con bordados de calidad. De a poco empezamos a recibir pedidos a través de las redes sociales y también gracias al boca a boca de quienes nos compraban”, recuerda Isabel.  

Una de estas clientas es Guadalupe que hizo el pedido de un barbijo negro con el bordado de una llamita blanca al medio y su apodo: Lupita. “Mi mamá es amiga de Leonel y le compró un barbijo. Me encantó los detalles y la calidad del bordado y cuando me dijeron que podía escoger el diseño que quiera pues elegí esta llamita, la cruz andina y el nombre con el cual todos me conocen”, dice Lupita, de 20 años, mientras luce orgullosa su barbijo.

Elaborar uno de ellos demora alrededor de una semana y para hacerlo se debe ser preciso en cada puntada. Y Basilia, la hija mayor de Leonel, lo sabe muy bien. “No sabía bordar, aprendí gracias a mis papás. Al principio siempre me pinchaba el pulgar izquierdo pero poco a poco y con práctica ya aprendí y ahora no tengo problemas”, explica Basilia, a tiempo de extender todos los barbijos que aún tienen en venta.

En su casa-taller en el barrio de Bajo Tacagua, esta familia ha reivindicado el ancestral arte del bordado “resistiendo en cada puntada” bajo el lema de “arte del pueblo para el pueblo”.

Texto: Richard Sánchez
Fotos: Marco Murillo

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