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No son vacunas

No son vacunas

A mis ocho años solía acompañar a mi abuela a hacer las compras los sábados a la mañana. Era un momento grato. Los comerciantes te conocían, te saludaban, era un buen tiempo, allá por el 69, más o menos.

Una de esas mañanas de sol de otoño, volvíamos de la verdulería. Yo venía comiendo una manzana. Mi abuela no había comprado manzanas, así que preguntó de donde había salido esa. Le dije la verdad sin asombro: “me la regaló don Jacinto”, que era el verdulero, que además, cada sábado cumplía con el ritual de, “doña Agueda, que grande está su nieto!”. Así que esa fue la charla:

-Y esa manzana?

-Me la dio don Jacinto.

-Le dijiste gracias?

-No…creo que no…

-Entonces hay que volver a agradecerle.

-Abu, ya hicimos cuatro cuadras…es una manzana!

-No es una manzana. Es un gesto.

Y allá fuimos, cuatro cuadras cargando las bolsas, menos pesadas que la monserga de mi abuela: -Que “la vida se hace de gestos”, que “agradecer es importante porque habla de quien sos”, que “ser amable y agradecido es más lindo que no serlo”.- Todo esto mientras yo me preparaba a pasar vergüenza, de la que también ella me salvó.

-Doña Agueda! ¿Se olvidó de algo?

-No, yo no. Él, que se dio cuenta que no le agradeció e insistió en venir, así que acá me tiene, cargando para allá y para acá con las bolsas.

-Gracias don Jacinto…

-no es nada, míjo.  Es una manzana, nada más. 

Mi abuela ya me había explicado, y yo había aprendido que no, que no era una manzana.

Salvo los fenómenos meteorológicos, Las cosas no suceden por magia. Alguien las hace. A veces uno solo, a veces una suma de voluntades. Y siempre son gestos.

Esta semana estaba terminando mi trabajo personal de olvidar algunas cosas, algunas ingratitudes, algunos gestos de mierda. Alguna falta de gestos.  Pero no me están dejando.

Mis amigos y compañeros de Argentina, me comentaron con extrañeza y amargura (y me pidieron que no comente) que estaban asombrados, porque gran cantidad de bolivianos que habían resguardado y sostenido en su exilio durante todo el año, se volvieron cuando pudieron y no solo no dieron ni las gracias, sino que ahora no atienden el teléfono, al que llaman para saber cómo están.  Me dolió saber eso, porque sé que tanto el gobierno como los sindicatos argentinos pusieron de donde no tenían, para que los “hermanos bolivianos” se sintieran contenidos, queridos, y vivieran bien, cubriendo mucho más allá de lo que fuera menester. Lo sé porque fui parte de esa cadena de solidaridad.

Sé que muchos de esos “hermanos bolivianos” son parte hoy del gobierno.

Así que estaba yo tratando de bajar esa amargura, cuando escucho al periodista argentino Roberto Navarro, de El Destape Radio: “Estamos muy felices de poder ayudar a Bolivia. El presidente Luis Arce agarró un país devastado y gracias a las gestiones con Alberto Fernández, le llega a Bolivia un lote de vacunas, es muy lindo poder ayudar a los hermanos de Bolivia, que si no fuera por Luis Arce no podrían ni soñar con tener vacunas. Hay cientos de países que no tienen, y se las pudimos traer en un avión de Aerolíneas Argentinas. Siento orgullo y alegría.” Son las hrs. 11.05 de hoy, 28 de enero. El avión está por llegar.

Miro las redes, lo medios de Bolivia, busco en los sites del gobierno boliviano, inclusive en el del viceministerio de comunicación. El mensaje es “llegan las vacunas”, “no son 6.000, son 20.000”, “hoy comienza la esperanza”. En los comunicados oficiales, aparentemente no hubo acuerdos, no hubo llamadas, no hubo solidaridad ni influencia argentina, no hay avión argentino trayendo las vacunas. No hay un “lo hicimos juntos” Nada. Solo unas vacunas que “llegaron”. Así nomas.

Sé que nadie en Argentina espera el agradecimiento público. Lo sé, pero hubiera sido lindo, porque ser agradecido habla de quien sos, y es lindo ser agradecidos, porque finalmente no son solo vacunas, son gestos. Y esos gestos hablan de quien sos.

Fabián Restivo

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