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En pleno éxito, rechazó la fama y el dinero para regresar al anonimato: la historia de Paty, de El Chavo del 8

En pleno éxito

México, 14 agost 2022 (ATB Digital).- El Chavo del 8 tuvo como una de sus particularidades
el haberse convertido en un producto televisivo que marcó a varias generaciones
a lo largó de varias décadas. Tantos los grandes como los chicos disfrutaron de
lo que acontecía en la bonita vecindad, más allá de que fue creado para un
público adolescente. Hasta Diego
Maradona, ya siendo un futbolista profesional, reconoció que en esos
momentos en los que se encontraba mal anímicamente ponía el programa para que
le sacara una sonrisa y, por un momento, olvidarse de todo.

Esa fue la
premisa que le imprimió Roberto
Gómez Bolaño. A grandes rasgos, no hace falta mucha introducción sobre
qué se trataba la serie. De allí surgieron personajes que permanecen en la
memoria colectiva, como el propio Chavo, Quico, la Chilindrina, Don Ramón, Doña Florinda,
el Profesor
Jirafales, la Bruja del 71… Debe ser una de las pocas emisiones televisivas
que cuenta con un elenco tan parejo, protagonistas a un mismo nivel.

Claro que
había otros personajes que aparecían de forma esporádica. Aquí nos encontramos
con Paty (figura
en los libros como Patricia Jiménez, pero se la conoce por su apodo), interpretada
por Ana Lilian de la Macorra.
Su caso fue bastante llamativo: participando de muchos episodios a lo largo de
varias temporadas, tenía todo para afianzarse, pero nunca despegó. Y esto
sucedió por Ana así se lo propuso. Simplemente, no quiso. Recién con el tiempo
se supo que las posibilidades estuvieron, que Chespirito siempre tuvo mucha fe
depositada en ella, pero fue la propia actriz -aunque no lo era…- quien
prefirió evitar la fama.

¿Quién
era Paty? La “niña
bonita”. La que con su dejo de ingenuidad provocaba que Quico se desmayaran luego de,
por ejemplo, un beso de ella en la mejilla. La que despertaba la ira de
la Chilindrina porque
era ella quien se llevaba todas las miradas. Cómo no recordar ese primer
diálogo, cuando Paty llegó
a la vecindad con su tía Gloria (en su caso, encandiló a Don Ramón) a la vecindad y al primero
que encontró fue al Chavo.
“Hola, yo soy Paty”, lo
saludó. “¿Pa’ mí?”, se sorprendió él. “No. Que me llamo Paty”, aclaró ella, para que luego la
escena siguiera con Quico y
el Chavo viendo cuál
de los dos le hacía el regalo más grande.

Ana Lilian
nació el 27 de noviembre 1957 en Ciudad de México. Su infancia estuvo ligada a
los libros y la música. Gran amante de los animales, solía rescatar perros y
gatos abandonados. Cuando terminó el colegio trabajó como recepcionista y hasta
fue enfermera. A fines de los 70 se anotó en la universidad para estudiar
Psicología y a la par, ingresó a Televisa, ya que necesitaba un dinero extra
para pagarse los estudios.

Hace un
tiempo, charlando con Día D, programa de la televisión peruana, habló de su esporádico
paso por la actuación. “Para mí fue un juego, me imaginaba que algún día
tendría hijos y verían a su mamá de actriz cuando era niña. Cada vez que
terminaba una escena y cortábamos, llegaban las carcajadas de todos. Creo que todos
se sabían buenos actores y sabían que lo que hacíamos era un éxito”, dijo.
“Como yo no era actriz, actuar de mensa era fácil. Me súper encanta haber sido
parte de eso…”.

Cuando a Ana
la fama comenzó a sobrepasarla, a llegar al límite de no poder salir a la calle
o cenar en un restaurante, decidió pegar el portazo. No estaba preparada para
tamaña repercusión. Y además, no era su objetivo. La popularidad le le generó
un miedo que no podía controlar y le avisó a Chespirito que no continuaría
siendo Paty. Ese fue el
cierre para su efímera carrera como actriz. Claro que la renuncia no le
resultaría sencilla. Ya no solamente su mentor le rogó que continuara, sino que
desde las más altas esferas del canal le hicieron el mismo pedido, ofreciéndole
un contrato de exclusividad y un dinero que la hizo dudar. Pero comprendió que
debía volver al anonimato. ¿Qué hizo luego de su salida de los medios? Terminó
su carrera de Psicología y más tarde hizo una maestría. Al día de hoy permanece
ligada a su verdadera vocación.

“Nunca me
atrajo ir por esa vía (de la televisión). Pues siempre dije: ‘No, gracias’.
Hace un tiempo me googlée a mí misma y me llevé una gran sorpresa: había muchas
fotos y se preguntaban qué fue de Paty.
Dije: ‘¿Qué hago con todo esto? ¿Cómo respondo? ¡Estoy viva!’”, comentó en
aquella entrevista.

Ana primero
estuvo trabajando en Estados Unidos, hasta tiempo después retornó a México,
aunque no sola: lo hizo con su esposo y un hijo. Se instalaron en Colonia San
Francisco Chimalpa y en ese lugar construyeron una casa de madera, cerca de una
zona boscosa. Allí, en medio de la tranquilidad, sin los ruidos de las grandes
ciudades ni los ecos de la fama, empezó a trabajar en un consultorio privado
como psicoterapeuta.

“Ver ese
brillo en los ojos de la gente y poder verme reflejada, y ser un reflejo de
ellos es un placer. Me gusta muchísimo poder pelar una cebolla, y aunque
parezca que todo es igual, se llega a su centro y a un meollo donde se genera
un cambio interno en la persona. Y a partir de ese cambio, la persona empieza a
vivir distinto”, explicó Ana, a modo de resumen sobre lo que terminaría siendo
una aventura. Bien podría decirse que estuve en el lugar indicado. Pero no era
la persona correcta. Así, al menos, lo creyó ella misma.

Infobae 

 

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