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El canto de los grillos puede servir como indicador de la temperatura ambiente

Mundo, 2 ago 2023 (ATB Digital).- El canto de los grillos es, por definición, la banda sonora de una noche de verano. Pero, además de amenizarte las cenas y, en ocasiones, dificultar tu descanso con su incesante ruido, ¿sabías que son un termómetro natural? Simplemente escuchando su peculiar cri-cri y tomando nota de las veces que cantan en un minuto, es posible saber cuál es la temperatura ambiente. ¡Y tan sólo utilizando una división y una resta! El autor de esta relación matemática es Amos Dolbear, quien ya por el año 1897 estudió a fondo estos insectos, descubriendo esa peculiar conexión térmica.

LA LEY DE DOLBEAR
Corría el año 1897, cuando el físico, inventor y profesor estadounidense Amos Dolbear publicaba un artículo en The American Naturalist, The cricket as a thermomether (El grillo como un termómetro). En él, el científico establecía una sencilla ecuación, compuesta únicamente de una división y una resta, que permitía relacionar la frecuencia del canto de los grillos con la temperatura exterior. Esa unión entre matemáticas y naturaleza causó furor entre los científicos de la época, quienes, a partir de la publicación, desarrollaron diversos trabajos relacionados con la misma temática como, por ejemplo, los de Hubert y Mable Frings en 1957 y en 1962.

Sin embargo, hubo alguien que predijo la relación entre temperatura y frecuencia de canto muchos años antes de que Dolbear publicase su artículo. Se trata de la científica Margarette Brooks. En ciertos estudios del año 1881, la científica ya pronosticaba la existencia de esa curiosa conexión. Sin embargo, sus hallazgos pasaron desapercibidos durante años.

SENSIBILIDAD TÉRMICA Y UNA CURIOSA ECUACIÓN
Los grillos son uno de esos animales conocidos coloquialmente como “de sangre fría”. En ciencia, esto significa que, al contrario de los mamíferos, no son capaces de regular su temperatura corporal, por lo que son esclavos del medio. Por lo tanto, la forma en la que actúa y funciona su cuerpo depende completamente de la temperatura ambiente.

Lo que hizo Amos Dolbear fue conseguir establecer una relación matemática entre la velocidad de una reacción química y la temperatura a la que esta se desarrolla. Así, afirmó que las reacciones que ocurren como parte del metabolismo de los grillos ganan velocidad cuando las temperaturas exteriores son mayores, y la pierden en momentos de frío. Es decir, si hace calor, su metabolismo se vuelve más rápido y la frecuencia de su chirrido crece.

De esta forma, describió la conexión entre su canto y la temperatura a través de la siguiente expresión:

(Cpm / 5) – 9 = T

Definiendo Cpm como los cantos por minuto, y T como la temperatura del entorno en ese determinado momento. Así, a través de una sencilla expresión se hace fácil ver cuál es la temperatura exacta que rodea al grillo.

UNA ESPECIE MUY CONCRETA
Sin embargo, existe un inconveniente en toda esta teoría, y es que Dolbear no llegó a especificar cuál era la especie con la que había realizado los cálculos. Aunque estudios posteriores establecieron que probablemente se tratase del grillo del árbol de la nieve (Oecanthus fultoni), es imposible saberlo con seguridad.

Este punto es de gran importancia, pues hay que tener en cuenta que, para algunas especies, la frecuencia del canto no se ve solo influenciada por la temperatura, sino que también por otros factores que afecta a su metabolismo, como por ejemplo la edad del insecto o el éxito de su apareamiento. Aún así, todo apunta a que la fórmula es válida para obtener una temperatura aproximada, no siempre exacta, usando la frecuencia de canto del grillo de campo (Acheta assimilis), que es el que se puede encontrar en cualquier campo durante una noche de invierno.

LOS LÍMITES TÉRMICOS
Si tienes pensado poner en marcha esta teoría y calcular la temperatura solo prestando atención al canto de los grillos, debes tener en cuenta una serie de apuntes para conseguir que tu resultado sea lo más exacto posible. En primer lugar, y como es obvio, lo más importante es tomar buena nota de cuántas veces escuchas al grillo cantar en un minuto. Sin embargo, esto puede tener algo de dificultad, pues algunos chirridos más bajos o ruidos de fondo pueden provocar que te pierdas alguno. Por lo tanto, una recomendación es realizar la cuenta en 10 segundos y multiplicar el resultado por seis: la frecuencia de canto es periódica por lo que te asegurarás el éxito.

Otro punto a tener en cuenta es que no se trata de una práctica que puedas efectuar a cualquier temperatura. Y es que los grillos solo comienzan a cantar a partir de los 15ºC, razón por la cual es tan difícil escucharlos en invierno. Además, cuando la temperatura ambiente alcanza los 36ºC, el ritmo disminuye y a los 40ºC cesan de sonar. Por esta razón, solo obtendrás un resultado valido cuando la temperatura se encuentra entre los 15 y 35ºC, pues es el rango en el que se respeta la relación de proporcionalidad entre temperatura y frecuencia.

UN CANTO SINGULAR
Pero, ¿cómo y por qué cantan los grillos? Deberás saber que únicamente los machos lo hacen y que, en la mayoría de los casos, es un acto que forma parte del ritual de apareamiento: emitiendo esos sonidos, el insecto macho trata de atraer a la hembra hacia a él. Sin embargo, existen también razones relacionadas con la salud o la edad del animal.

El sonido es producido mediante el frote de sus alas o, más concretamente, del órgano estridulador. Es un órgano compuesto por diferentes zonas rugosas distribuidas uniformemente. Es una parte que puede variar de una especie a otra, provocando que cada una emita una sintonía con tonos diferentes al resto. Para sonar de esa forma tan peculiar, los grillos levantan el antebrazo izquierdo un ángulo de 45 grados y lo frotan con la parte posterior de la zona trasera derecha. Un proceso sencillo para una bonita y singular melodía.

NATIONAL GEOGRAPHIC

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