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Ensamble Moxos transforma la música barroca y recupera la tradición oral

La Paz, 07 de abr 2024 (ATB Digital).- Los pueblos, en su búsqueda por resguardar su memoria, resistieron a la conquista y buscaron nuevas formas para mostrar su esencia.

Es de noche y apenas se vislumbran los rayitos de la Luna. Aquella casa que se apoya en columnas de piedra luce un gran portón de cedro que resplandece para recibir a la orquesta Ensamble Moxos. Hace más de 400 años, la Compañía de Jesús inició la construcción de la Universidad Pontificia de San Francisco Xavier, que después se convirtió, parte de ella, en museo. Esos tiempos parecen revivir ahora, a las puertas del salón donde se fundó la entonces República de Bolívar.

Cuál si fuera parte de una escena de la historia, el Ensamble Moxos inicia el recital con la Sinfonía de la Olimpiada, del compositor de música barroca Antonio Vivaldi. Mientras violines, violonchelos, contrabajos y bajones (este último instrumento aerófono nativo de la región) rememoran aquellos tiempos. El sonido de la música transporta a la audiencia a la llegada de los jesuitas a la Amazonía boliviana.

Eran otros tiempos, otras realidades. En 1568, los jesuitas se establecen en Santa Cruz de la Sierra; sin embargo, tuvieron que pasar más de 80 años para que fundaran San Ignacio de Moxos (1689) y otros 25 pueblos más, que formarían las reducciones de Moxos.

Mientras suena la segunda pieza titulada Kyrie de la Misa a la Fuga San Joseph, el público se queda estupefacto, taciturno e inmóvil, solo observa cada movimiento de los músicos. El frío no se siente cuando aquellas sublimes melodías encandilan los oídos de quienes presenciamos ese maravilloso momento. Entonces recuerdo que alguna vez alguien me dijo que Beethoven, al ser consultado sobre qué es la música, respondió “la música es una revelación más alta que la ciencia o la filosofía”.

La directora de la orquesta, Raquel Maldonado, mueve sus manos al son de las melodías, cada nota que nos regala es como una lágrima de felicidad. Cuando termina el preludio, toma el micrófono y exclama que la música persiguió a la religión y esta se resignificó en nuevas tierras, convirtiéndose en una muestra de identidad y cultura. Además, insiste en la forma de escuchar y percibir, pues aquella, la que crean, no suena a la europea.

Quizá si en este momento alguien escuchara la Sinfonía N° 5 de Bethoven, obra famosa en la historia de la música clásica que causó impacto cultural y social por ser parte del periodo de transición entre el estilo clásico y romántico de la música, sentiría un festín de emociones. Esa capacidad de trasmitir la tiene el Ensamble Moxos, que conectó rápidamente con su público y ese también es el motivo por el cual es solicitado en varios países del mundo.

Frente a mí se encuentra el concertista que toca el bajón moxeño, se parece a una zampoña gigante, tiene 10 tubos ordenados de pequeño a grande formando una hilera. Hasta ese momento ignoraba que el instrumento es único entre sus semejantes de América Latina. Lo supe cuando un señor vestido de gris, que estaba sentado a mi lado, lo comentó a su compañero, él le detalló que ese instrumento pertenece al acervo cultural de las sociedades originarias moxeñas.

Estos pueblos indígenas del oriente boliviano, que se vieron influidos por las reducciones jesuíticas, aún conservan parte de su cultura. Por ello, la música instrumental y el canto coral se constituyen en su legado.

La Ichapekene Piesta, la fiesta mayor de San Ignacio de Moxos, que fue inscrita en 2012 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), es una muestra del sincretismo que reinterpreta el mito fundacional moxeño de la victoria jesuítica de San Ignacio de Loyola, asociado a las creencias y tradiciones indígenas.

Esta festividad comienza en mayo, con mucha música (cantos – alabanzas), algarabía y parafernalia. En la procesión participan alrededor de 48 grupos disfrazados con máscaras de sus antepasados y animales. El grupo musical Ensamble Moxos combina esas expresiones indígenas con la música barroca y también se encarga de recuperar aquellos cantos y alabanzas que solían recitar sus antepasados.

La segunda parte estuvo dedicada a rememorar la tradición oral de los pueblos de la amazonia boliviana, la última pieza aludió al velorio tradicional donde las máscaras, tambores, sombreros de ala ancha y los macheteros, que llevaban un tocado de plumas en forma de rayos de sol, hacen una oda a la armonía entre música y danza.

Los bailarines animaron al público a festejar con ellos en una noche histórica, recordando que la conquista española pudo desestructurar a los pueblos, más no logró aniquilar su esencia. Mientras ese mensaje implícito llegaba a quienes asistimos al recital, los aplausos inundaban la Casa de la Libertad.

Como acto final, el director del repositorio, Mario Linares, entregó un ramo de flores a la responsable de la orquesta, en símbolo de agradecimiento y compromiso con la recuperación de las formas de expresión de los pueblos indígenas del Estado Plurinacional de Bolivia.

Fuente: AEP

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